Los antepasados de los actuales nativos americanos entraron en el continente hace unos 23.000 años, como máximo, conformando una única ola migratoria desde Siberia. Así lo reveló en Science un estudio genómico a gran escala, con participación española. Otro análisis genómico, esta vez publicado en Nature, demostró que algunos nativos americanos de América del Sur tienen antepasados relacionados con los indígenas de diferentes zonas de Oceanía.
La teoría establecida sobre la ruta por la que los pueblos de la Edad del Hielo alcanzaron el continente americano ha sido refutada por los científicos. Un estudio genético sin precedentes concluye que su supuesta ruta de entrada por un corredor entre Siberia y Alaska era “biológicamente inviable» para los primeros pobladores.
De acuerdo con las hipótesis más aceptadas, las primeras personas que llegaron a Norteamérica habrían pasado al continente a través de un antiguo puente de tierra entre Siberia y Alaska. Tuvieron que esperar a que dos capas grandes de hielo que cubrían lo que hoy es Canadá comenzaran a retroceder, hasta que se creó el llamado ‘pasillo libre de hielo’ que les permitió moverse hacia el sur.
Sin embargo, un nuevo estudio publicado en 2015 en la revista Nature echó por tierra esta teoría. El equipo internacional de investigadores, dirigido por el profesor Eske Willerslev, genetista evolutivo de Centro de GeoGenetics de la Universidad de Copenhague y de la Universidad de Cambridge, utilizó ADN antiguo extraído de un punto crucial dentro de este corredor para investigar cómo evolucionó su ecosistema cuando los glaciares comenzaron a retirarse.
Los científicos crearon una imagen completa que muestra cómo y cuándo emergieron la flora y la fauna cubriendo el hielo de esta ruta de paso hasta hacerla viable, un proyecto de reconstrucción de la prehistoria como nunca se había hecho antes.
Los investigadores señalaron que, si bien los humanos pudieron haber viajado a través de este corredor hace unos 12.600 años, habría sido impracticable antes, ya que carecían de recursos cruciales como la madera para combustible y herramientas, y animales de caza que eran esenciales para el estilo de vida del cazador-recolector.
Si esto es cierto, entonces significa que los primeros americanos, que ya estaban presentes al sur mucho antes de esta fecha, tuvieron que hacer el viaje por otra ruta. Los autores del trabajo sugieren que es probable que migraran a lo largo de la costa del Pacífico.
¿Quiénes eran esos primeros pobladores?
Quién fue aquella gente todavía es muy discutido. Los arqueólogos están de acuerdo, sin embargo, en que los primeros habitantes de los modernos Estados Unidos incluían a la llamada cultura Clovis, que aparece por primera vez en el registro arqueológico hace más de 13.000 años. Los científicos sostienen que el corredor libre de hielo habría sido completamente intransitable en ese momento.
«Eso significa que las primeras personas que entraron en lo que ahora son los EE UU, América Central y del Sur tomaron una ruta diferente. Si se cree que estas eran Clovis, u otras personas, simplemente no podrían haber llegado a través del corredor”, declaró el investigador.
Mikkel Winther Pedersen, estudiante de doctorado en el Centro de GeoGenetics que llevó a cabo el análisis molecular, añadió: «El corredor libre de hielo fue considerado durante mucho tiempo la vía de entrada principal para los primeros americanos. Nuestros resultados revelan que simplemente se abrió demasiado tarde para que eso hubiera sido posible».
El corredor habría tenido unos 1.500 kilómetros de longitud, y emergió al este de las Montañas Rocosas hace 13.000 años en lo que hoy es el oeste de Canadá, cuando las capas de hielo Cordillera y Laurentide desaparecieron.
Un corredor inviable para sobrevivir al viaje
Sobre el papel, esto encaja bien con el argumento de que los Clovis fueron los primeros en dispersarse por América. La primera evidencia de esta cultura, que lleva el nombre de las herramientas de piedra encontradas cerca de Clovis, Nuevo México, también data aproximadamente del mismo tiempo, aunque muchos arqueólogos creen que otras personas llegaron antes.
«Lo que nadie había examinado es cuándo el corredor se hizo biológicamente viable. Cuándo se pudo sobrevivir al largo y difícil viaje a través de él», indicó Willersley.
La investigación se centró en un ‘cuello de botella’, una de las últimas partes del corredor en estar libre de hielo, y ahora cubierto en parte por el Lago Charlie en British Columbia y el Lago Spring de Alberta –los dos de la cuenca de drenaje del río Paz de Canadá–.
El equipo reunió pruebas, incluidas fechas de radiocarbono, polen, macrofósiles y ADN, tomadas a partir de núcleos de sedimentos lacustres, que obtuvieron de la superficie del lago congelado durante la temporada de invierno. El equipo de Willersley demostró que es posible extraer ADN de plantas y mamíferos antiguos de los sedimentos, ya que contienen fósiles moleculares de sustancias tales como tejidos, orina y heces.
Después de conseguir el ADN, el equipo aplicó una técnica denominada ‘secuenciación escopeta’. «Es increíble lo que se puede obtener. Hemos encontrado pruebas de peces, águilas, mamíferos y plantas. Esto demuestra la eficacia de este enfoque para reconstruir ambientes del pasado», apunta el científico.
Así pudieron ver, con notable precisión, cómo se desarrolló el ecosistema del cuello de botella. Fundamentalmente, demostraron que antes de hace unos 12.600 años no había plantas, ni animales en el corredor, lo que significa que los seres humanos que pasan a través de él no habrían tenido recursos vitales para sobrevivir.
El paso al ecosistema de zonas verdes
Hace unos 12.600 años, la vegetación esteparia comenzó a aparecer, seguida rápidamente de animales como el bisonte, el mamut lanudo, conejos y ratones de campo. Los investigadores identificaron una transición a un ecosistema de zonas verdes, es decir, un paisaje densamente poblado de árboles, alces y águilas calvas, que habrían sido recursos cruciales para la migración de los seres humanos.
En algún lugar intermedio, los lagos de la zona se poblaron de peces, tales como el lucio y la perca. Por último, hace unos 10.000 años, hubo otro momento de cambio, esta vez hacia un bosque boreal, que se caracteriza por los abetos y los pinos.
El hecho de que Clovis estuviera presente al sur del corredor antes de hace 12.600 años significa que no llegaron viajando a través de él. David Meltzer, arqueólogo de la Universidad Metodista del Sur (EE UU) y coautor del estudio, concluye: «No hay pruebas convincentes de que a la cultura Clovis le precediera una población más temprana y, posiblemente, separada. De cualquier manera, los primeros que llegaron a América en la Edad de Hielo se encontraron con un corredor intransitable». El escenario más probable es que llegaran por la costa del Pacífico.
El acervo genético de los primitivos pobladores de América se diversificó en dos ramas basales hace aproximadamente unos 13.000 años. El estudio genómico a gran escala liderado por el Center for GeoGenetics de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y en el que participó la Universidad Complutense de Madrid –a través del Centro Mixto de Evolución y Comportamiento Humanos– reveló que los antepasados de estos americanos llegaron al continente hace, como máximo, unos 23.000 años, conformando una única ola migratoria.
Ya dentro de América, el acervo genético de estos pobladores se diversificó en dos ramas basales hace aproximadamente unos 13.000 años, coincidiendo con el deshielo de los glaciares y la apertura de rutas en el interior de América del Norte. Estas dos ramas configuran las diversas poblaciones nativas que vemos hoy en el continente.
“Nuestro estudio presenta la imagen más amplia hasta la fecha de la prehistoria genética de América. Mostramos que todos los nativos americanos, incluyendo los principales subgrupos de amerindios y atabascanos, descienden de la misma ola migratoria”, declaró Maanasa Raghavan, investigador del Centre for GeoGenetics y uno de los autores principales del estudio, que se publica en Science.
Los científicos apuntan a que después de abandonar el ‘viejo mundo’ hace 23.000 años, los antepasados de los actuales nativos permanecieron aislados en Beringia (el actual estrecho de Bering) unos 8.000 años, dado que las pruebas arqueológicas más antiguas de la presencia de humanos en América se remontan a hace unos 15.000 años.
El equipo secuenció información genómica de nativos americanos y siberianos. También analizó muestras antiguas de pobladores del continente, de entre hace 6.000 y 200 años para trazar una estructura genética temporal.
“Hemos aplicado varios métodos estadísticos que difieren en el modelado o que utilizan información diferente. Los resultados obtenidos con los diversos métodos son robustos, significativos y reconfortantes”, explicó Yung Song, catedrático de la Universidad de California en Berkeley (EE UU) y coautor del trabajo.
El estudio mostró además la evidencia de un flujo genético posterior hacia algunos nativos americanos de grupos relacionados con las poblaciones actuales australo-melanesias y del este asiático. “Es un hallazgo sorprendente que implica que la población del ‘nuevo mundo’ no estaba completamente aislada del ‘viejo mundo’ tras la migración inicial”, destacó Eske Willerslev, director del Centre for GeoGenetics y director de la investigación.
Además, los resultados demuestran la falta de evidencia para reconocer a ciertos grupos históricos del centro y sur de América con características craneales distintas al resto de los amerindios, como remanentes de una migración temprana e independiente al continente americano.
El ‘viejo continente’ siempre conectado con el ‘nuevo’
En este sentido, el otro estudio, publicado en 2015 en la revista Nature, reveló justamente que algunos individuos que pueblan hoy el continente pudieron descender de una gran variedad de poblaciones, mayor de lo que se pensaba hasta ahora.
El trabajo, dirigido por David Reich, investigador en el Harvard Medical School (EE UU), señalaba que algunos nativos americanos de la Amazonía descienden en parte de una población relativa a los indígenas de Australasia (una región de Oceanía que incluye a Australia, Nueva Zelanda, Tasmania, Nueva Guinea, y Polinesia, entre otros).
Muestra de ello es que las características del noreste asiático de algunos nativos americanos actuales contrastan con algunos de los primeros esqueletos americanos que comparten rasgos con los australoasiáticos de hoy en día.
Para llegar a estas conclusiones, los científicos analizaron los datos genómicos de 30 poblaciones de nativos americanos del centro y sur de América, y de 197 poblaciones no-americanas repartidas por todo el mundo.
Los resultados revelaron que una pequeña proporción del linaje de algunas poblaciones de nativos americanos de la Amazonía proviene de una población más relacionada con los indígenas de Australia, Nueva Guinea e incluso de las islas de Andamán (en el golfo de Bengala en el océano Índico) que con los euroasiáticos y nativos americanos actuales.
“Las poblaciones actuales de nativos americanos del norte y centro de América parecen no tener esta firma genética”, apuntaron los autores. Por esta razón, los científicos propusieron que esta población, denominada ‘Población Y’ –de Ypykuéra que significa ‘antepasado’ en el idioma de la familia Tupí (que comprende diversas lenguas indígenas de América)– y cuyos antepasados proceden de Australasia, se mezcló con un linaje relativo a los nativos americanos a la vez que estos llegaron a la Amazonía.
Sin embargo, los investigadores desconocen cómo y cuándo los antepasados de la ‘Población Y’ llegaron a Sudamérica. El análisis genómico de restos antiguos, procedentes de todo el continente americano, podría aportar más pistas.
Análisis de momias precolombinas
El análisis de los restos óseos de otra población, la de los pericúes de Baja California (México) que ya está extinta, ha permitido ampliar la radiografía de la prehistoria genética del ‘nuevo mundo’. Los científicos de la investigación de Science estudiaron estos huesos junto a restos de dos momias precolombinas del norte de México e individuos pertenecientes a poblaciones de fuego-patagones.
Los pericúes habitaron el extremo sur de la península de Baja California y se extinguieron hace solo 200 años. Debido a sus peculiaridades craneofaciales, más parecidas a las de los primeros paleoamericanos y a otras poblaciones (como las australo-melanesias), los pericúes se han considerado (junto a los fuego-patagones) un remanente casi actual de los primeros colonizadores del continente.
El estudio revela que estos supuestos vestigios paleoamericanos pertenecen a las mismas poblaciones que los amerindios actuales. “Las diferencias craneofaciales de este grupo no son el resultado de una historia migratoria distinta”, explica Cristina Valdiosera, miembro del Centro Mixto de Evolución y Comportamiento Humanos (UCM-ISCIII), investigadora de la Universidad de La Trobe en Melbourne (Australia) y una de las autoras principales del estudio.
“La obtención de ADN de las momias mexicanas y de restos óseos antiguos ha sido muy complicada debido a sus malas condiciones de preservación”, afirmó Ricardo Rodríguez Varela, investigador del Centro Mixto de Evolución y Comportamiento Humanos (UCM-ISCIII) y coautor del estudio.
“Pero el esfuerzo ha merecido la pena; el estudio del ADN de restos humanos antiguos nos permite viajar en el tiempo y responder preguntas que creíamos fuera de nuestro alcance hace tan solo unas décadas”, concluyó Rodríguez Varela.
Referencias bibliográficas:
Raghavan et al. “Genomic evidence for the Pleistocene and recent population history of Native Americans”. Science, 21 de julio de 2015. DOI: 10.1126/science.aab3884.
Pontus Skoglund et al. «Genetic evidence for two founding populations of the Americas» Nature 21 de julio de 2015
Eske Willerslev et al. «Postglacial viability and colonization in North America’s ice-free corridor» Nature DOI: 10.1038/nature19085
Imágenes: «First Peoples» (2015) © PBS.
Texto: SINC
Cita
«El viaje de Colón había sido planeado para llegar a China o a Japón. Su error de cálculo, muy común en la época, que suponía un diámetro terrestre menor al que realmente tiene, lo había llevado a un lugar distinto. Los seres que encontró no eran japoneses ni chinos, no tenían el color que se esperaba ni sus ojos la forma que se suponía, ¿qué eran, entonces? (…) Las primeras ideas de los europeos sobre el origen de los pobladores de América nos pueden parecer ahora fantásticas, pero en su tiempo se plantearon con seriedad. El mismo Colón, por ejemplo, los vio como los habitantes de la región cercana al Edén, de donde se creía procedía toda la humanidad. Un siglo después, Shakespeare los imaginó como los habitantes fantasmagóricos y sobrenaturales de la isla de La tempestad. (…)
«El hallazgo de gente nueva, distinta, en un lugar totalmente diferente, generaba preguntas y respuestas. Algunas de ellas estaban referidas a las sagradas escrituras. Si la presencia de Cristo había sido anunciada en el viejo continente, ¿qué significaba la existencia de seres en otro lugar, que obviamente no habían escuchado el mensaje de los apóstoles? ¿Eran redimibles o se ubicaban en otra categoría? Esto no era sólo curiosidad, tenía implicaciones importantes sobre todo con respecto a sus condiciones de trabajo y a la unión sexual entre europeos y nativas. Si, en efecto, esos seres no eran humanos se les podía hacer trabajar más, pero entonces el contacto carnal con ellos significaría incurrir en el pecado de sodomía. ¿Y qué pasaría con los hijos?»
«Esas ideas, importantes en la definición del avance europeo en América, fueron esenciales en la controversia de Valladolid, en la que Fray Bartolomé de las Casas planteó la humanidad del indio, argumentando que la presencia de Quetzalcóatl era, seguramente, la interpretación nativa de la llegada de Santo Tomás a América para predicar los valores cristianos. (…) A finales del siglo XVII la pregunta se analizaba ya desde otros enfoques basados, entre otras cosas, en el viaje de exploración del Pacífico de Magallanes en el siglo XVI, y en las exploraciones rusas. Éstas partieron del oriente de Asia y abarcaron el territorio que iba desde Alaska hasta California y mostraban la sospechosa cercanía de los continentes en cuando menos dos lugares: el estrecho de Bering y la cadena de las Islas Aleutianas. A fines del siglo XVIII Josef Antonio Constantini propuso un origen asiático por esas rutas para el hombre americano y poco a poco esta idea se impuso. (…) El parecido de algunos rasgos lingüísticos entre América y Asia, y ciertas características que podían acercar a los indios brasileños con los africanos, hicieron que el investigador francés Paul Rivet propusiera la existencia de múltiples orígenes de la llegada a América a través de la Antártida, del Océano Pacífico y del Atlántico. Él concluyó que hubo migraciones a América desde Australia hace unos 6 000 años y desde Polinesia después. La teoría de Rivet fue muy interesante y, aunque no ha podido comprobarse, está relacionada con las opiniones de otros investigadores que han propuesto que los primeros habitantes de América, cualquiera que haya sido su origen, tuvieron contacto con los de otros sitios y que elementos muy importantes de su cultura, religión, calendario, idioma, etc., tienen que ver con esos contactos. Rivet tomó en cuenta sobre todo el parecido lingüístico que percibía entre ciertas palabras de los idiomas de América y de Polinesia. Su teoría se explica en su libro Los orígenes del hombre americano, publicado en 1943″.
Copyright del entrecomillado © Jaime Litvak y Lorena Mirambell. Reproducido en Cualia por cortesía de ¿Cómo ves? Revista de Divulgación de Ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México.