Hernán MigoyaAño 2035. Se organiza una nueva edición cinéfila de PHENOMENA. Programa doble del día: Transformers + Cisne negro. La sala se llena de señores talluditos que salen de la proyección conmovidos como teenagers, añorando el cine de hace un cuarto de siglo: «Ya no se hacen pelis comerciales como las de aquella época», solloza uno. «Ya nadie filma como Michael Bay«, se lamenta otro, mientras todos se prometen babeantes volver la semana que viene para disfrutar otra sesión antológica que se presume espectacular: Cowboys and Aliens + Crepúsculo, películas consideradas por la crítica especializada, en la época de su estreno, tan estúpidas como también fueron consideradas en su momento Los Goonies o Regreso al futuro… y que ahora arrancan lágrimas de nostalgia a los que fueron jóvenes cuando se estrenaron.
La historia se repite: estos cuarentones que ahora echan de menos a Michael Bay, denostando a los nuevos directores de la década de los 30, reaccionan exactamente igual que los cuarentones que en la década de los 10 denostaban a Michael Bay y echaban de menos al Steven Spielberg ochentero, o como los que en la década de los 80 denostaban a Spielberg y echaban de menos a David Lean… o como los de la década de los 70, cuando consideraban que Tiburón era una basura para un público masivo de idiotas y el cine comercial realmente bueno era Psicosis. O como los de los 60…
Y mientras, los jóvenes siguen llenando los cines y consumiendo a mansalva productos de Hollywood, cuya tradición cinematográfica, curiosamente, jamás se ha traicionado a sí misma.
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Guzmán Urrero
