Juan de Goyeneche. Navarro. Del valle de Baztán. Educado en el Colegio Imperial de Madrid, donde los jesuitas formaban a las élites cortesanas barrocas. A finales del XVII fue nombrado tesorero de gastos secretos de Carlos II. Cargo que mantuvo con Felipe V. Porque Goyeneche, por supuesto, perteneció al bando borbónico.
Fiel seguidor de las ideas colbertianas (de Jean Baptiste Colbert, ministro de Hacienda de Luis XIV), potenció el autoabastecimiento nacional, limitando al máximo posible las importaciones, en un claro signo de política de restauración industrial típicamente mercantilista. Así, compra numerosas tierras en la madrileña comarca del Henares y funda el complejo industrial de Nuevo Baztán, en honor a su patria chica. Complejo que será construido por los agotes, grupo étnico marginal, natural de áreas apartadas de los valles de Baztán y Roncal. Una de las razas malditas que poblaron (que pueblan) la Península.
El primero de los negocios impulsados por Goyeneche es un molino de papel. Hombre preilustrado, organizador de tertulias, escritor y editor de obras literarias, se hizo con el privilegio de impresión de La Gaceta de Madrid, el primer periódico español. Como tenía problemas para adquirir papel de calidad en España, estableció un molino papelero en el término de Oruzco. Molino del que obtuvo papel fino, entrefino y de imprenta. Era, según sus propias palabras, “una de las principales alhajas que tengo”.
En los años siguientes hizo de Nuevo Baztán un centro industrial de primer orden. Allí se fabricaron paños, sombreros de munición, ante, tejidos de seda, aguardiente, calzado, perfumes, cerería, cuetería, confitería… para ello, trajo familias artesanas castellanas, a las que se unieron flamencos, italianos, ingleses y franceses. Mano de obra cualificada que producía artículos de calidad. Productos que eran vendidos a las élites cortesanas que frecuentaba Goyeneche. Claro que el negocio no pudo mantenerse más allá de su muerte. Porque la política comercial del navarro pasaba por comprar los productos a sus artesanos a muy bajo precio y venderlos como artículo de lujo. Los artesanos se endeudaban, una y otra vez, reinvirtiendo sus escasos beneficios en comprar las materias primas al propio Goyeneche. A veces, demasiadas, pidiéndole préstamos adelantados sobre los exiguos beneficios futuros. Nada nuevo bajo el sol…
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