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Borges y Thomas Browne

Empecé leyendo esa dedicatoria que Borges escribió a la que fue compañera de vida:

“De la serie de hechos inexplicables que son el universo o el tiempo, la dedicatoria de un libro no es, por cierto, el menos arcano. Se la define como un don, un regalo. Salvo en el caso de la indiferente moneda que la caridad cristiana deja caer en la palma del pobre, todo regalo verdadero es recíproco. El que da no se priva de lo que da. Dar y recibir son lo mismo.

Como todos los actos del universo, la dedicatoria de un libro es un acto mágico. También cabría definirla como el modo más grato y más sensible de pronunciar un nombre. Yo pronuncio ahora su nombre, María Kodama. Cuántas mañanas, cuántos mares, cuántos jardines del Oriente y del Occidente, cuánto Virgilio.”

Firmada en Buenos Aires, a 17 de mayo de 1981. Maravilla.

Y, por extraños mecanismos asociativos, llegué a sir Thomas Browne, uno de los escritores de cabecera del argentino. Un tipo, el médico inglés del siglo XVII, que ocupó mis días hace ya unos cuantos años, cuando me encontré, en la Valdecilla, una traducción manuscrita de su Pseudodoxia Epidemica, obra publicada originalmente en 1646, donde Browne ataca todo tipo de supersticiones. No es fácil encontrar traducciones de textos ingleses en la historia de la imprenta española. De hecho, podría calificarse de inaudito.

Ese encuentro fortuito me llevó a leer todo lo que cayó en mis manos de Thomas Browne. Comprobé, con sorpresa, que mucha de su obra estaba traducida y publicada en las últimas décadas. Toda, excepto un tratado exquisito. Más que tratado, opúsculo, que quedó inédito a su muerte pero que fue incluido en la edición póstuma de sus obras completas.

Titulado Musæmun Clausum sive Bibliotheca abscondita or some remarkable books, antiquities, pictures and rarities of several kinds, scarce or never seen by any man now living, se trata de una suerte de ironía intelectual, una crítica muy bien hilvanada de todos aquellos que, en su tiempo, se dedicaban a coleccionar rarezas y curiosidades como símbolo de status social. Maravillas nunca antes vistas, desde cuernos de unicornio hasta plumas de aves del paraíso, pasando por monedas romanas o tratados inverosímiles, en cuyas páginas se contenían conocimientos sólo accesibles a un selecto grupo de estudiosos capaces de entender lo que en su interior se contenía.

Musæum Clausum. Bibliotheca abscondita. Y vuelvo a Borges que, indudablemente influenciado por ese tratado que, sin duda, leyó y paladeó, dejó escrito, en el prólogo de sus Ficciones: “Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario”.

Copyright del artículo © Mar Rey Bueno. Reservados todos los derechos.

Mar Rey Bueno

Mar Rey Bueno es doctora en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid. Realizó su tesis doctoral sobre terapéutica en la corte de los Austrias, trabajo que mereció el Premio Extraordinario de Doctorado.
Especializada en aspectos alquímicos, supersticiosos y terapéuticos en la España de la Edad Moderna, es autora de numerosos artículos, editados en publicaciones españolas e internacionales. Entre sus libros, figuran "El Hechizado. Medicina , alquimia y superstición en la corte de Carlos II" (1998), "Los amantes del arte sagrado" (2000), "Los señores del fuego. Destiladores y espagíricos en la corte de los Austrias" (2002), "Alquimia, el gran secreto" (2002), "Las plantas mágicas" (2002), "Magos y Reyes" (2004), "Quijote mágico. Los mundos encantados de un caballero hechizado" (2005), "Los libros malditos" (2005), "Inferno. Historia de una biblioteca maldita" (2007), "Historia de las hierbas mágicas y medicinales" (2008) y "Evas alquímicas" (2017).

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