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«Pero… ¿quién mató a Harry?» (Alfred Hitchcock, 1955)

Hay un problema con Harry, y es que está muerto. En un pequeño y pintoresco pueblo de Nueva Inglaterra se descubre el cadáver de un forastero: Lo peor de todo es que alguna gente en realidad le conocía… y se cree culpable de su muerte.

¿Fue el capitán Albert Wiles quien, mientras cazaba conejos, le pudo haber matado con un disparo equivocado? ¿O fue la víctima de su esposa abandonada, Jennifer, quien le golpeó con una botella de leche cuando intentaba propasarse?

Además, también sufrió otro golpe en la cabeza propinado con el tacón de la bota de la señorita Gravely, y entonces sería su culpa.

¿O acaso fue simplemente «una obra de Dios»? Ninguno de los personajes se asombra por la suerte de Harry. Nadie lamenta su muerte. El sólo es un objeto incongruente que altera la serena vida campestre, y el disponer de su cuerpo no es otra cosa que una molestia. Entonces, el problema– con Harry no es que esté muerto, sino que sea un cadáver.

«Pero ¿quién mató a Harry?», de Alfred Hitchcock, tiene por protagonistas a Edmund Gwenn y John Forsythe, con la presentación de Shirley MacLaine.

Producida y dirigida por Alfred Hitchcock, el guión fue escrito por John Michael Hayes, adaptado de una novela de Jack Trevor StoryRobert Burks fue el director de fotografía.

En «Pero ¿quién mató a Harry?», Hitchcock se enfrenta una vez más con un problema que siempre le había fascinado: ¿Cómo deshacerse de un cuerpo que ya tiene el rigor mortis? Algunos de sus más pintorescos villanos han logrado soluciones muy inventivas. En «La soga» («Rope»),el cuerpo del estudiante es escondido en un cofre que los dos criminales usan como mesa para cenar, mientras que en «La ventana indiscreta» («Rear Window»), el asesino descuartizaba a su mujer, llevándose los restos en una maleta y desparramándolos por la ciudad durante la noche.

Más tarde, en «Frenesí» («Frenzy»), el tendero metía el cadáver de una mujer en un saco de patatas. No obstante, esta vez Hitchcock eligió desdramatizar la situación. Los autodesignados enterradores son gente común tratando de ponerse a la altura de una situación inusual. Sin embargo, lo original es que gastan más tiempo y energía enterrando y desenterrando el cadáver que en resolver el misterio de su muerte.

«El maestro» leyó por primera vez la novela de Jack Trevor Story en 1950, cuando se publicó en Londres. Le interesó de inmediato. La disparatada historia le daría la oportunidad de contar un tema que los así llamados seres humanos civilizados piensan que se debe tratar seriamente.

La adaptación fue confiada a John Michael Hayes, quien había escrito los guiones de «La ventana indiscreta» y «Atrapa a un ladrón» («To Catch a Thief») para el director. Hayes hizo muy pocos cambios a la historia original. No lo necesitaba; ya calzaba perfectamente en los propósitos de Hitchcock.

Incluso el diálogo se atiene muy de cerca al original. Convencido que el proyecto no necesitaba estrellas, Hitchcock decidió apoyarse en actores virtualmente desconocidos u otros de carácter, como Mildred Natwick, Mildred Dunnock y Edmund Gwenn, uno de sus comediantes favoritos, con quien ya había trabajado en «The Skin Game», «Valses de Viena» («Waltzes from Vienna») y «Enviado especial» («Foreign Correspondent»).

Como la franca e ingenua viuda de Harry contrató a Shirley McLaine, que había sido descubierta por el productor asociado Herbert Coleman en «The Pajama Gam», en Broadway, cuando ella sustituía a la estrella de la obra Carol Haney.

A John Forsyte se le otorgó el papel del independiente pintor que no cree mucho en los críticos de arte.

Hasta entonces, su experiencia era esencialmente como actor de teatro, siendo su antecedente más importante el haber interpretado al protagonista de la popular obra de Broadway «The Teahouse of the August Moon». Desde entonces, por supuesto, ha ganado mayor fama en las series de televisión «Bachelor Father» y «Dinastía» («Dinasty»). El guión de Hayes cambió el escenario original inglés de la novela a Nueva Inglaterra en otoño.

Hitchcock insistió en hacer que el escenario fuera tan parte de la historia como los personajes, y así buscó un paisaje que fuera un contrapunto para los elementos macabros de la trama. Encontró el lugar ideal en las colinas de Vermont, cubiertas con hojas de roble y arce.

El director sintió que los dorados, rojos y púrpuras del paisaje serían un irónico contraste para «la sordidez y suciedad de la muerte».

El rodaje comenzó en septiembre de 1954, pero en octubre hubo unas lluvias tan densas que algunas de las cuidadosamente planeadas escenas de exteriores debieron anularse, y el equipo debió utilizar el gimnasio de una escuela vecina como plató cubierto. Eventualmente, el tiempo inclemente forzó a todos a volverse a California.

Escenas de exteriores adicionales y todos los interiores se rodaron en los Estudios Paramount. «Pero ¿quién mató a Harry?» demostró que Hitchcock podía sentirse tan inspirado por la escena rural norteamericana como por los exóticos paisajes extranjeros mostrados en películas como «Atrapa a un ladrón» y «El hombre que sabía demasiado» («The Man Who Knew Too Much»).

El aspecto visual de film era excelente, y muchos críticos del momento urgieron a la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas a que otorgara su Oscar a la mejor fotografía a Robert Burks. Otra importante contribución a la calidad del film fue la música ligera y pegadiza de Bernard HerrmannHitchcock quedó tan satisfecho con su colaboración que Herrmann terminó creando las bandas musicales de todas las películas siguientes del realizador, hasta e incluyendo «Marnie, la ladrona» («Marnie»).

En la película, Hitchcock cambia su habitual «modus operandi» y sugiere que todos los personajes involucrados son responsables colectivamente del destino de Harry, en contraposición a tener uno o dos villanos como culpables en el resto de su filmografía. Todos admiten que han jugado una parte en el drama, pero ninguno de ellos se siente culpable por eso. Sin mostrar signos de compasión, remordimiento o de pecado, su única preocupación es que la investigación del sheriff pueda poner en peligro sus romances o comprometer sus buenas reputaciones.

La moraleja de Hitchcock es realmente paradójica. ¿Quién hubiera pensado, por ejemplo, que la muerte de Harry traería armonía y felicidad a toda la comunidad? A diferencia de los habitantes urbanos de «La ventana indiscreta», que se quedan encerrados en el mundo hermético de sus apartamentos, el pueblo aúna fuerzas para enfrentarse al inesperado peligro que amenaza su paz. Hacen un pacto y concuerdan en compartir el peso de la muerte y el entierro de Harry.

Eventualmente, el molesto cadáver hará que se junte gente solitaria y que se cristalicen los romances entre Shirley MacLaine y John Forsythe y entre Edmund Gween y Mildred Natwick. En suma, que todos se beneficiarán del ataque de corazón de Harry. Hitchcock sentía a «Pero ¿quién mató a Harry?» como uno de sus logros más personales. Le permitió establecer un mundo de cuento de hadas, mágicamente libre del pecado y la culpa, donde el sexo y la muerte podían, por fin, tratarse lisa y llanamente. Después de todo, había dicho, ¿por qué ser siempre espeluznante?

«Harry–escribe Antonio Weinrichter– será siempre el mismo, todo pies, aunque, degradación tras degradación, perderá primero los zapatos y luego los calcetines, hasta que sus pies desnudos asomen de una bañera donde se le ha colocado para que no moleste tanto y, de paso, limpiarle un poco. En fin, Harry es simplemente un objeto –no una persona, casi ni siquiera un cuerpo–, un objeto incongruente y fuera de lugar: con su traje, su corbata y sus increíbles calcetines azules con rombos rojos, que no pegan con el color otoñal, es como una versión grotesca de ese elegante Cary Grant que se pierde en el desierto en una célebre escena de «Con la muerte en los talones». Harry se parece un poco también a esos anónimos y múltiples hombres con bombín que pintaba el surrealista Magritte. ¿Una incursión de Magritte en el mundo de Norman Rockwell

Sinopsis

En las colinas de Vermont, durante una espléndida mañana de otoño, el jovencito Arnie Rogers (Jerry Mathers) está jugando tranquilamente con su fusil espacial. De pronto se escuchan tres tiros y el muchacho se encuentra con el cadáver de un hombre. Poco después, el capitán Albert Wiles (Edmund Gwenn), un capitán de remolcadores retirado que ha estado cazando conejos en los alrededores, encuentra el cuerpo y lo identifica como el de Harry Worp, un forastero. Creyendo que su último tiro ha sido el que mató a la víctima, está por esconder la evidencia cuando la señorita Gravely, una solterona del pueblo (Mildred Natwick), aparece.

Cuando ella le pregunta amablemente «¿Cuál es el problema, capitán?», él le explica la situación y la entrañable anciana le invita a que vaya a merendar esa tarde a su casa. Arnie regresa con su madre Jennifer (Shirley MacLaine) y ella reconoce el cuerpo como el de su segundo marido, de quien estaba separada hacía tiempo. Aunque la mujer parece bastante aliviada, ella también se culpa por la muerte de Harry, habiéndole golpeado aquella mañana con una botella de leche cuando él trató de forzar sus derechos de marido.

Antes de que el capitán tenga una oportunidad de esconder a su víctima, es interrumpido por un vagabundo que pasa y roba los zapatos de Harry; por el distraído doctor Greenbow, que pasa por encima del cadáver sin siquiera notario, y por Sam Marlowe, un pintor abstracto sin éxito (John Forsythe), que se pone a hacer dibujos del muerto.

Cansado de esperar, el capitán se presenta a Sam y le confiesa su crimen. Llamando al accidente «una obra de Dios», el comprensivo pintor le ayuda a cavar una fosa decente para Harry. Cuando han terminado, el capitán descubre que en realidad su última bala había matado a un conejo.

Ambos deciden desenterrar a Harry, y después de examinar el cuerpo Sam confirma que no tiene heridas de bala. A la hora de la merienda, la señorita Gravely le confiesa al capitán que ella es la culpable de lo sucedido con Harry: Aquella mañana, cuando él trataba de abusar de ella, le golpeó en la cabeza con el tacón de su bota.

Ella insiste en exhumar el cadáver, pero cuando le cuentan lo que intentan hacer a Sam, el pintor les convence que un crimen puede provocar un escándalo público para la señorita Gravely y Jennifer, así que vuelven a enterrar una vez más a Harry. Mientras tanto, el vagabundo con sus zapatos nuevos ha despertado las sospechas de Calvin Wiggs (Royal Dano), el sheriff local, quien le arresta y trata de encontrar el cuerpo desaparecido. Aquella noche llega al pueblo un millonario que ofrece comprar todos los cuadros de Sam. Ahora éste se encuentra en una posición como para declararse a Jennifer, pero después de haber encontrado los dibujos del pintor sobre Harry, Calvin comienza a sospechar que él es el asesino.

Haciendo planes para la boda, Sam y Jeniffer se dan cuenta de pronto que necesitan el cadáver para probar que ella es viuda. Con la ayuda del capitán y la señorita Gravely, que también están pensando en casarse, desentierran a Harry por tercera vez. A estas alturas, el cadáver está bastante sucio, y el grupo lo lleva a casa de Jennifer para volver a ponerlo en condiciones. Cuando el receloso Calvin llega para investigar la casa e interrogar a Sam, no ve los pies de Harry asomándose desde la bañera.

También va de visita el doctor Greenbow, quien finalmente diagnostica la causa de la muerte como un ataque al corazón. Aliviados de su culpa, unidos en nuevas relaciones, los integrantes del grupo deciden volver a llevar a Harry al bosque. Le dicen al jovencito Arnie que vuelva a descubrir al cadáver como si los hechos del día anterior nunca hubieran ocurrido… como si ayer fuera hoy y hoy fuera mañana.

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