En las próximas líneas, voy a tratar de interesarles por un escritor fascinante y dotado de una inteligencia inusual: Neal Stephenson (31 de octubre de 1959, Fort Meade, Maryland).
En honor de dos de los padres de la ciencia ficción, el editor, escritor e inventor Hugo Gernsback y el también escritor y científico Arthur C. Clarke, se crearon sendos premios con el nombre de cada uno de estos creadores. Stephenson ha sido galardonado con ambos en dos ocasiones. Pero su currículo no acaba ahí. Locus Magazine, una revista especializada en el mismo género, también otorga unos galardones que en cuatro oportunidades han recaído en Stephenson. Por si ello no bastara, ha estado nominado a los Nebula, a los premios de la British Science Fiction Association y al John W. Campbell Memorial. Asimismo, ha obtenido en más de una ocasión el premio Prometheus, que se otorga a obras de ficción donde se tratan principios libertarios.
Cuando pensamos en ciencia ficción, la imagen que tenemos en la cabeza se corresponde con el subgénero de la space opera, es decir, aventuras espaciales con batallas, robots y alienígenas.
El género donde se mueve creativamente Stephenson suele denominarse «ficción especulativa», un término muy amplio que nos sirve para englobar la literatura con elementos fantásticos. No obstante, su obra también ha sido catalogada de forma mas concreta como ciberpunk, post ciberpunk, ficción histórica y hasta barroca.
Mas allá de las etiquetas, Neal Stephenson es un gran narrador: cuenta historias, y lo hace tan bien, que sólo nos damos cuenta de la complejidad de lo que hemos leído cuando hemos acabado cada uno de sus libros.
En el Criptonomicon (Cryptonomicon, Avon, 1999), la que se considera su gran obra, hay una mezcla de espionaje, seguridad en la red, criptografía, derechos civiles, y aventuras para encontrar oro nazi perdido en Filipinas, todo ello desarrollado en dos líneas temporales, una durante la Segunda Guerra Mundial y otra en el momento actual.
Ambas líneas se mezclan y confluyen, uniendo personajes tanto ficticios como históricos, desde Alan Turing, padre de los ordenadores, al almirante Yamamoto y su relación con la criptografía, dando así lugar a una trama sin cabos sueltos, en la que todo tiene una razón de ser y una explicación. Hasta la anécdota mas absurda que le suceda a cualquiera de los protagonistas tiene sentido dentro del relato. Por otro lado, hay anécdotas deliciosas, desde el reparto de una herencia mediante un sistema de ejes cartesianos a la creación de un proto-ordenador basado en los tubos de un órgano de iglesia.
Una de las ventajas de la ciencia ficción es que el escritor puede diseñar un mundo distinto para, de esa forma, crear nuevas reglas, y así plantear determinados supuestos que le ayudan con la trama. Para lograr este fin, Stephenson crea Arbre, el mundo donde se desarrolla Anatema (Anathem, William Morrow and Company, 2008).
De esta forma, nuestro autor puede crear otro pasado, y con él, la base para una sociedad donde el desarrollo ha tomado un camino distinto al nuestro, pero que en todo momento reconocemos, o creemos reconocer: conventos con extrañas normas donde se habla de una filosofía que deriva de Platón, aunque con otro nombre; teoremas matemáticos ajustados a esa tradición académica; y una distribución social distinta pero posible. Todo ello genera una respuesta al avistamiento de una nave alienígena que se sale de la que nos han habituado tanto la literatura como el cine.
No puede haber mejor premio para un escritor de ficción que ver cómo algo que ha ideado sale de sus libros para hacerse realidad y popularizarse. El termino avatar, usado habitualmente para referirnos a nuestra personalidad alternativa en la red, lo acuñó Stephenson en Snow Crash (Snow Crash, Bantam Books, 1992), una historia sobre virus informáticos que se meten en el cerebro del usuario. En esa obra también creó el Metaverso, un universo virtual que sentó varias de las bases para los actuales juegos de rol masivos (MMORPG).
Tampoco deja de lado la evolución social. En varios de sus libros proclama la obsolescencia del modelo de naciones-estado, para dar lugar a nuevas formas de agrupación social. Donde amplía más este concepto es en La era del diamante, manual ilustrado para jovencitas (The Diamond Age: Or, A Young Lady’s Illustrated Primer, Bantam Spectra, 1995). Aquí encontramos las phyles, grupos sociales con rasgos característicos, principalmente ideológicos y morales que les unen. Se trata, en realidad, de un sistema mucho mas lógico que el actual: no eres de donde naces, si no de donde quieras ser. Puedes unirte a cualquier phyle que te acepte siempre que cumplas sus normas.
En el mismo libro conocemos la historia de Nell, una niña de la clase social mas baja, educada por un libro inteligente que va adaptando sus contenidos a las necesidades de la pequeña, desde autodefensa a lógica matemática o comportamiento social, y va avanzando hasta unirse a los neo victorianos, una de las phyles mas poderosas.
Todo lo relativo a este manual ilustrado debería ser de referencia obligada para el mundo del libro digital educativo. De hecho, los planteamientos del autor dan un nuevo enfoque a cuestiones básicas, por ejemplo cómo el manual debe guiar, pero no dirigir al niño.
Hay un rasgo común en todos los libros de Stephenson: una base de cultura clásica. En sus obras, es habitual encontrar referencias a las diversas mitologías, desde la sumeria hasta la griega. Así, encontramos a Atenea como representación de la habilidad frente a la fuerza bruta, o a personajes arquetípicos de todas las culturas. Por ejemplo, Renart, el zorro (Reynard the Fox, Renard…) como referente de la astucia. Mediante estas referencias, Stephenson justifica a personajes que se enfrentan al orden establecido usando como principal recurso su inteligencia y habilidad.
Estos son sólo algunos de los temas que aborda en sus libros, pero no se queda ahí: encontramos nanotecnología, edificios que son al mismo tiempo relojes de mil años; traficantes de droga en la frontera entre Canadá y Estados Unidos; granjas de producción de dinero virtual para juegos de rol; un aluvión de ideas estimulantes, y un futuro que puede ocurrir pasado mañana, si es que no ha ocurrido hoy.
El lanzamiento de cada nuevo libro de este autor nos sirve para confirmar la fidelidad de sus admiradores. que también acuden con frecuencia a la web oficial de Stephenson. No ha de sorprendernos este seguimiento. Al margen de la publicidad que suele rodear a sus novedades editoriales, el nivel creativo de Stephenson sigue demostrándonos que es un maestro de la fantasía, capaz de elaborar ficciones literarias cultas, complejas, y por encima de todo, sumamente entretenidas. El género que cultiva es, en su caso, algo secundario.
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