En una sociedad progresivamente infantilizada, se normalizan en la mentalidad popular tendencias que, en otro tiempo, fueron exclusivas de los adolescentes. La conciencia o las metas culturales quedan sustituidas por hábitos de consumo poco o nada regulados. En este contexto, los medios de comunicación de masas alumbran poco, y se ven devorados por el espectáculo y otros inventos lúdicos.
Cuando uno privilegia el hedonismo, el placer vacío, la amnesia, la visceralidad y la inmadurez, sirve de poco, por no decir de nada, defender esas costumbres que permiten al sujeto ampliar sus conocimientos, madurar y adquirir sabiduría.
Hoy falta ese espíritu protector que, en otro tiempo, nos ofrecían los clásicos. Como ya dije, el bombardeo de ofertas y caprichos narcisistas ha sustituido a la cultura, el arte o la filosofía, entendidos como orientadores del criterio y de la sensibilidad.
Cualquier observador imparcial diría que ese problema ‒toda una crisis civilizatoria‒ podría corregirse a través de la educación. Por experiencia, sabemos que para madurar es imprescindible acceder a esa realidad palpitante que vive en la cultura clásica. No en vano, la tradición grecolatina aún puede protegernos y meternos en cintura.
En este magnífico libro, Ricardo Moreno Castillo denuncia el modo en que este legado clásico se ha volatilizado en las aulas. Al parecer, hoy merecemos una enseñanza hipnotizada por las nuevas teconologías, ajena a las abstracciones más o menos sublimes y vulnerable ante los requerimientos oportunistas del mercado.
Aunque con la moderna pedagogía cruje todo el maderamen educativo, las voces de alarma no se escuchan. Para desgracia de muchos profesores heroicos, el aprendizaje se trivializa. Año tras año, el enfoque humanista se olvida, y aun peor, es sustituido por una servidumbre al pensamiento chatarra y a la más simple productividad.
Supongo que la trascendencia es una meta demasiado incómoda para una sociedad que prefiere el estímulo inmediato, y que ha de servir de cauce al consumo de experiencias ligeras y constantes.
¿Y si ahora les dijera que este libro da motivos para la esperanza? Con Los griegos y nosotros, Ricardo Moreno Castillo entreabre esa puerta que tantos quieren cerrar.
El autor presenta un discurso repleto de ingenio, pensamiento crítico y sabiduría. Sus reflexiones ‒créanme‒ fortalecerán la voluntad de quienes se oponen a los peores impulsos de la sociedad posmoderna, dispuesta a practicar el harakiri educativo con una sonrisa.
Algo es seguro: al adentrarnos por ese jardín de senderos que se bifurcan, recordaremos en qué medida griegos y romanos ya explicaron lo que somos, y sobre todo, lo que podemos llegar a ser.
Sinopsis
Prólogo de Carlos García Gual
Autor del polémico Breve tratado sobre la estupidez humana, Ricardo Moreno nos presenta en Los griegos y nosotros un entusiasta alegato en favor de una educación de horizonte y empeño humanistas, últimamente «tan amenazada por una pedagogía de retórica populista y mediática», en palabras de Carlos García Gual. Moreno aboga por un tenaz elogio del valor educativo de la cultura y la lengua de Grecia y Roma, alertándonos sobre el suicidio que supone el olvido de los clásicos.
Supone, pues, una apología razonada y apasionada de los estudios del griego y el latín y las Humanidades de raigambre clásica, que desde hace años están siendo ahogados y marginados por mezquinos y menguados programas oficiales tanto en la Enseñanza Secundaria como en la Universidad.
Como advierte Moreno, la obsesiva admiración de algunos teóricos de la pedagogía por las nuevas tecnologías, junto a un enfoque de la educación hacia lo más actual y más rentable en el mercado de trabajo, han propiciado un menosprecio notorio del legado cultural del pasado. Avezado maestro en el arte de espigar y comentar textos de escritores y pensadores de todos los tiempos, Moreno entabla con ellos un amistoso y discreto coloquio en defensa del humanismo clásico. No se trata tanto de erudición o arqueología como de reinterpretación y relectura. Por eso es importante volver a estudiar a los griegos y romanos, porque perviven sugerentes y seductores y, como sucede con los clásicos, siempre tienen algo más que decirnos.
Ricardo Moreno Castillo (Madrid, 1950), licenciado en matemáticas y doctor en filosofía especializado en historia de la ciencia, ha sido catedrático de instituto hasta su jubilación y profesor asociado en la facultad de matemáticas de la Universidad Complutense.
Es autor de más de una veintena de obras sobre matemáticas y su historia, sobre pensamiento y filosofía –Diccionario semifilosófico, Nosotros y Voltaire, y Trece cartas a Dios–; sobre educación –Sobre la buena y la mala educación y Panfleto antipedagógico–; y la novela La llave perdida.
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