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Va de modas

Lo dicho en el título, aunque no para dar la palabra a un modisto, que no es lo mío, sino a un colega —se llamaba a sí mismo periodista— el filósofo Ortega y Gasset. Escribió en «Las Atlántidas» (1924): «…a poco que se medita, aparece la moda como una dimensión permanente de la vida espiritual, que se desenvuelve conforme a leyes ni más ni menos rigorosas que las dominantes sobre los demás fenómenos históricos». Y, más adelante, acerca de la supuesta frivolidad del tema, añade: «…es un error desdeñar los caprichos de la moda; si los analizamos, nos servirán como datos de la más fina calidad para insinuarnos en lo más recóndito de una época.»

Eran tiempos de muchachos deportistas que adoptaron la moda «sport», acentuando las buenas hechuras de sus cuerpos. Tiempos del charleston, el bar, el «cocktail» y las chicas que competían por tener la nariz de Gloria Swanson.

Don José gustaba de observar a las mujeres y, hacia 1927, describió al nuevo tipo femenino, la «garzona»: melena corta, vestido camisero que bajaba la cintura hasta las caderas y disimulaba los pechos, falda a la rodilla.

La «garzona» bebía alcohol, bailaba jazz, fumaba, discurría sobre política y filosofía. Ortega prefería la moda anterior: cintura avispa, torso pechugón, faldas largas que sugerían lo que el mirón quisiera y dejaban ver, en ocasiones, un provocativo tobillo. Nada nos dice sobre las pantorrillas de las garzonas pero podemos adivinarlo. Aunque también apareció Marlene Dietrich vestida de varón.

Quizás esta fue la clave. Las mujeres empezaron a ocuparse de cosas que antes se consideraban exclusivas del hombre. Trabajar fuera de casa, estudiar, conducir coches. Sus cuerpos no podían ser ya los de las matronas o «cocottes» del Novecientos. Con lo que Ortega lleva razón. La moda, aparentemente caprichosa, oculta unas leyes de cierto rigor. Veleidad en la superficie, estrictez en la hondura. La moda cubre, descubre e insinúa nuestros cuerpos. Y ellos, los cuerpos, son lo que tenemos de más personal. Un modelo corporal es el retrato de una época.

Copyright del artículo © Blas Matamoro. Este artículo fue publicado previamente en ABC y se reproduce en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")