La Navidad de 1862, Dickens, que era practicante y aficionado a la magia empleó un Pepper’s ghost en la representación de su Cuento de Navidad, celebrada precisamente el 24 de diciembre.
El fantasma creado era incorpóreo, pero ocupaba el espacio de un cuerpo y palpitaban desde su interior diáfano. Un ser inmaterial y trasparente que se movía y reaccionaba en relación con los otros actores cuando se aproximaban a él.
Fue una de esas veces en las que un espectáculo provocó la sensación de alcanzar lo imposible con la punta de los dedos o más bien de traspasarlo, pues carecía de consistencia.
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