Las enfermedades generan consecuencias psicológicas a veces indescifrables. Sin embargo, su influencia en el temperamento es obvio. De ahí que, para realizar un retrato de un personaje ilustre, también tengamos que observar con atención sus dolencias.
Estudiando esa faceta, Tania Crasnianski nos describe la relación que algunas de las figuras más poderosas del siglo XX tuvieron con sus médicos, o si ustedes lo prefieren, con sus dolencias, tanto aquellas que sobrellevaron sin dificultad como las que generaron derivadas más negativas, como el consumo de drogas (anfetaminas y cocaína en el caso de Hitler, alcohol y somníferos en el caso de Churchill).
Lo cual nos lleva a una consideración importante, como es que el líder político o el dictador debe ser siempre analizado desde un punto de vista científico. Y entiéndase que no sólo me refiero al rigor histórico, sino al estudio psiquiátrico.
Por más qué esos dirigentes proclamasen su condición de hombres sencillos y de conciencia recta ‒cuestión de propaganda‒, lo cierto es que tenían una personalidad intrincada. Con esa certeza, Crasnianski nos guía a través de una galería humana sumamente problemática, tanto en el caso de los dictadores más deleznables y sanguinarios (Stalin, Mao, Hitler…) como en el de gobernantes de gran prestigio democrático (Kennedy). Por dentro y por fuera, todos ellos estuvieron llenos de traumas, unos viejos y otros nuevos, derivados de su paso por el poder.
Con un imponente trabajo documental y mucha habilidad narrativa, Crasnianski describe el siglo XX como un periodo en el que los destinos del planeta quedaron en manos de tipos que hubieran debido pasar por el diván del psiquiatra, y que en más de una oportunidad tomaron determinadas decisiones bajo la influencia del alcohol o de las drogas psicotrópicas. Desde luego, la autora no plantea que la enfermedad sea un condicionante unívoco y taxativo, pero sí que nos persuade de su importancia a la hora de interpretar el pasado.
En este sentido, al poner en negrita el nombre de los médicos que atendieron a figuras como Franco o Mussolini, comprendemos mejor cómo construyeron su realidad y qué purgatorios o infiernos personales prosperaron en su intimidad.
De paso, ese estudio de la relación médico-paciente conduce a otras conclusiones. Por ejemplo, el secreto bajo el que se ocultaron esas dolencias o la propia responsabilidad de los doctores al acompañar, muchas veces como confidentes privilegiados y otras veces como simples testigos, a tiranos terribles.
Por todo ello, la obra de Crasnianski es fascinante, y cada uno de sus capítulos puede ser un auténtico tesoro narrativo en manos de un buen novelista.
Sinopsis
Hitler, Franco, Mao, Mussolini, Pétain, Churchill, Kennedy, Stalin: los hombres más poderosos del siglo xx han mantenido vínculos complejos con sus médicos. Prescriptores de diversos tratamientos y confidentes indispensables, estos profesionales trabajaron con discreción detrás del poder. Garantes de la capacidad de los jefes de estado para gobernar, fueron los únicos testigos de sus secretos y debilidades. Siempre cargada de tensión, la relación entre estos pacientes y sus médicos fue tan turbulenta como estrecha.
¿Cuál era la responsabilidad de esos médicos cuando permitían que personas enfermas liderasen una nación, incluso, en guerra? ¿Cómo funciona este dúo a menudo inseparable? ¿Dónde empiezan y terminan la integridad, la ética, la lealtad y la ambición ante la cercanía a tanto poder, siempre tentadora?
Un libro revelador que muestra al lector el inquietante lado oculto del poder.
Tania Crasnianski reparte su vida entre Alemania, Londres y París. Es abogada criminalista y forma parte del Colegio de Abogados de París. Hijos de nazis, su primer libro —publicado por La Esfera—, ha sido un éxito mundial traducido a once idiomas.
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