Siempre me pregunté cómo podía ser el despacho de un mentalista. Larry Nelson tenía dos. Y dos profesiones, tres nombres y un puñado de ocupaciones distintas, todas ellas lucrativas. Montó su primer número de mentalismo con el nombre Allah Rageh cuando aún estudiaba el bachillerato.
En su caso, era difícil saber cuál era la frontera que separaba al mentalista del hombre de negocios. Creó Nelson Enterprises, una compañía dedicada a y comercializar cualquier objeto o material que pudieran necesitar los mentalistas: bolas de cristal, turbantes, pizarras, vendas, códigos o pintura luminosa.
Cuando se retiró el gran mago Alexander, adquirió las siete toneladas de las que constaba su espectáculo. Tenía el secreto de cómo ganar dinero.
Se forró vendiendo horóscopos a través de la radio con el nombre de Korda RaMayne, «La Voz del Destino».
Fue colaborador de Disney, y en los años 50 triunfó en la televisión. Escribió muchísimos libros sobre mentalismo. Que hoy casi nadie lee. Aunque en tiempos de crisis son lecturas instructivas: Ya he dicho que la clave para convertir en verdes billetes todo lo que tocaba.
Naturalmente, escribió un Commercial Mentalism. El más leído y relevante desde el punto de vista artístico fue Art of Cold Reading (1973).
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