De las expresiones que reflejan cierta cacofonía conviene recordar dos: Suena como una carraca y Suena como una cacerola. La ironía de ambas es brillante y en ella se alude a dos objetos de muy dudosa musicalidad.
Sobre la carraca indica María Moliner que se trata de un «instrumento consistente principalmente en una rueda dentada cuyos dientes van pasando por una lengüeta flexible; cuando se hace girar alrededor de un palillo que le sirve de mango, produce un sonido característico. Se emplea para significar el terremoto al final del oficio de tinieblas en Semana Santa, y como juguete propio especialmente de los días de Navidad».
En definitiva, un artefacto ruidoso, incapacitado para producir melodía alguna, pero útil para el jaleo y la fiesta. En la misma línea escandalosa, la humilde cacerola es un «recipiente de metal empleado para guisar, de forma cilíndrica, de poca altura y con dos asas» (Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos, 1998). Como bien podrá comprender el lector, lo destaco porque los medios de comunicación masivos han puesto de actualidad su sonido característico, hasta el extremo de acuñar un neologismo muy discutible, cacerolada, con el cual se define ese tipo de protesta popular durante el cual los manifestantes golpean estruendosamente este tipo de cazuelas.
Por esta vía, muy ajena a los afanes gastronómicos, no hay duda de que la cacerola se cristalizó en la fraseología popular. Una vez más, hay que acudir al contraste y al humor para descubrir el origen del dicho. En este caso, la expresión viene de antiguo y abundan las fuentes que la registran en el mundo musical. De hecho, hay una equivalencia francesa, comme une casserole, que podemos leer en las memorias de diversos compositores e instrumentistas.
A modo de testimonio representativo, elijo aquí uno fechado en 1935. Según refiere su hijo Sviatoslav, el gran Sergei Prokofiev escribió ese año a la compañía Grammophone, tras la grabación de algunas de sus composiciones para piano. Desde su torre de marfil, el maestro ruso se coloca por encima de los ingenieros de sonido, y les explica que él mismo llevó a término su labor frente al pentagrama con atención y perseverancia. No obstante, aun reconociendo que el ejecutante interpreta satisfactoriamente cada una de sus piezas, protesta porque «la calidad del sonido es decepcionante en grado sumo. Hallo que el piano en mis discos suena comme une casserole» (Sviatoslav Prokofiev, en Lee Woollard (ed.), Stage Works & Film Scores. Serge Prokofiev Fiftieth Anniversary Edition, Warner Classics, 2002, p. 9).
Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Esta es una versión expandida de un artículo que escribí, con el seudónimo «Arturo Montenegro», en el Centro Virtual Cervantes, portal en la red creado y mantenido por el Instituto Cervantes para contribuir a la difusión de la lengua española y las culturas hispánicas. Reservados todos los derechos.