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La vida secreta de las palabras: «Monzón»

En la actualidad se tiende a mencionar el monzón sólo dentro del ámbito meteorológico, pero hubo una época durante la cual abundaron los cuentos de marineros en torno a este fenómeno climático.

No hay necesidad de recurrir aquí a los novelistas. Para saborear ese encanto basta con leer la definición que ofrece el Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua (Madrid, Imprenta de la Real Academia Española, por los Herederos de Francisco del Hierro, 1734). Dice así:

«El viento arreglado [diríamos hoy reglado] y firme, que especialmente en los mares de Indias corre hacia una misma parte en determinado tiempo, como de cinco a seis meses, y después se muda en contrario, también por tiempo determinado. Tomó el nombre de un antiguo piloto de este apellido, por haber sido el primero que le observó».

Como ven, tenemos acá el comienzo de una magnífica historia. La ambientación promete exotismo, y por si ello no faltara, hay un personaje enigmático que, pasmosamente, fue el primero en comprender una turbulencia que agita las costas y asusta a sus habitantes desde hace milenios.

Como en otras ocasiones, hemos de consultar a dos especialistas en etimologías orientales, Henry Yule y Arthur C. Burnell, quienes tantean el origen de la palabra monzón en su Hobson-Jobson. The Anglo-Indian Dictionary (1886; reeditado en 1996 por Wordsworth Editions Ltd. a partir de la versión de 1902). Poco más o menos, vienen a articular la genealogía como sigue: cuando los marineros ingleses hablan del monsoon, traducen en realidad una palabra árabe, mausim, que significa ‘estación o fecha del año fijada con un determinado propósito’.

Se ve que antes de llegar a ella los británicos la emplearon con frecuencia los pilotos y comerciantes portugueses, quienes hablaban del monçaô. Posteriormente, los holandeses en ruta hacia tierra de especias conocieron el monssoyn o monssoen, y lo mismo pasó con los franceses, temerosos del mousson.

Por supuesto, también los viajeros españoles dieron fe de este viento periódico que se agita en el océano Índico. Y el ritmo estacional del monzón explica el hecho de que los árabes, sabios navegantes, le dieran ese nombre que antes mencionábamos, puesto que la decisión sobre el momento del viaje dependía del majestuoso ciclo de los vendavales.

Imagen superior: Arne Hückelheim, CC.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Esta es una versión expandida de un artículo que escribí, con el seudónimo «Arturo Montenegro», en el Centro Virtual Cervantes, portal en la red creado y mantenido por el Instituto Cervantes para contribuir a la difusión de la lengua española y las culturas hispánicas. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.