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La vida secreta de las palabras: «Elzevirio»

En cuanto a vocablos curiosos, el mundo de las artes gráficas y de la imprenta recoge un acervo muy opulento, lleno de alusiones y modismos. Como partidarios de las palabras enigmáticas, hemos de confesar que las dos que hoy estudiaremos —elzevirio y elzeviriano— se presentaron de forma inesperada durante una conversación en una librería de viejo.

Quien las mencionó es un bibliófilo riguroso, capaz de distinguir en un volumen características que cualquier otro amante de los libros pasaría por alto. Para poner a prueba la eficiencia de su expresión, quisimos confirmar que aquellos dos ejemplos de jerga eran de uso canónico. Para ello fue preciso el auxilio de don Manuel Rodríguez Navas y Carrasco, cuyo Diccionario general y técnico hispano-americano (Madrid: Cultura Hispanoamericana, 1918) plantea una definición de Elzevirio: «Apellido de una familia de impresores holandeses del siglo xvi, cuyos trabajos son justamente admirados»; y otra del adjetivo elzeviriano, na: «Nombre de las ediciones hechas por los Elzevirios y de los caracteres de imprenta que presentan semejanzas con los que ellos emplearon».

La pregunta es obvia: ¿siguen en uso ambas fórmulas? Para saberlo es recomendable atender a la Real Academia Española, y más en concreto a la segunda edición del Diccionario manual e ilustrado de la lengua española (Madrid: Espasa-Calpe, 1950), donde la voz elzeviriano, na queda descrita del siguiente modo: «Perteneciente a los Elzevirios. Dícese de las ediciones hechas por estos célebres impresores holandeses de los siglos XVI y XVII. También se llaman así las impresiones modernas en que se emplean tipos semejantes a los usados en aquellas obras». Aun despojado de audacias y curiosidades, el asunto invita a saber más acerca de sus orígenes. Restan, por tanto, las informaciones contextuales.

Francisco Mendoza Díaz-Maroto aclara que, si bien los holandeses procuran reivindicar la invención de la imprenta de tipos móviles, lo cierto es que ninguno de los fragmentos de impresiones primitivas que en aquellas tierras se conservan puede ser datado con certeza antes de 1460. Pero aunque no podamos situar en los Países Bajos al primer impresor, conviene destacar que durante el siglo XVII fueron franceses y holandeses los mejores maestros en dicho arte.

El citado estudioso resalta a profesionales formidables, como W. J. Blaeu (1571-1638), y pone aún mayor énfasis en la figura de Luis Elzevir I (1540-1617), fundador en Leiden de la dinastía que nos interesa. Activos hasta 1712, los Elzevir pueden atribuirse cerca de 1600 ediciones.

«Aunque [Colin] Clair —escribe Mendoza— opina que los elzevirios están sobrevalorados, lo cierto es que son muy apreciados por los bibliófilos, uno de los cuales —de ficción, según dijimos— llegó a construirse un elzeviriómetro para medir los márgenes de los ejemplares». (La pasión por los libros. Un acercamiento a la bibliofilia, Madrid: Espasa-Calpe, 2002, pp. 131-133).

Para completar lo dicho por Mendoza, viene al caso citar a Santiago García-Castañón, quien menciona al susodicho Lodewijk Elzevir o Elzevirius (1540-1617) como iniciador del negocio familiar. Tras hallar acomodo como librero e impresor en Leiden, en el año 1580, se ve que mostró su habilidad en la elaboración de «numerosas obras que pronto se hicieron famosas por la calidad de su impresión y de su encuadernación». Como ya vimos, los volúmenes realizados en su taller se conocen como elzevirios elzevirianos, «y también se da este último adjetivo a los libros modernos que imitan la tipografía de los impresos por Elzevir» (Diccionario de epónimos del español, Gijón: Ediciones Trea, 2001).

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Esta es una versión expandida de un artículo que escribí, con el seudónimo «Arturo Montenegro», en el Centro Virtual Cervantes, portal en la red creado y mantenido por el Instituto Cervantes para contribuir a la difusión de la lengua española y las culturas hispánicas. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.

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