Cualia.es

«La vida privada de Sherlock Holmes» (Billy Wilder, 1970)

Los años sesenta no fueron muy propicios para Sherlock Holmes en la gran pantalla. Así lo demuestra Estudio de terror (A Study in Terror, 1965), mediocre producción, anclada en la estética de aquellas fechas, que consigue que se esfumen las expectativas del espectador a medida que avanza el metraje.

Aquí Holmes es interpretado por John Neville, cuya actuación que no levanta ni odios ni pasiones. Existe una adaptación literaria del guión debida a la pluma de Ellery Queen, superior en todos los aspectos al film, publicada en España en la antología sobre Jack el destripador Jack el rojo (Ultramar).

Otro producto problemático, aunque evidentemente muy superior, fue La vida privada de Sherlock Holmes (The Private Life of Sherlock Holmes, 1970), del genial Billy Wilder, una cinta sobre la que los aficionados tienen opiniones encontradas.

En apariencia, se trata de un cariñoso homenaje a la creación de Conan Doyle, pero gran parte de las críticas negativas lo fueron por el tratamiento casi herético que hace de los personajes, con un aura de equívoca sexualidad. Debido a esto, es recomendable disfrutar de la cinta con una perspectiva abierta y paciente, pues en el fondo se trata de una buena película.

Wilder concibió el proyecto en la década de los cincuenta como una comedia musical, aunque la imposibilidad de llevarla a cabo en el momento, conllevó diversas reescrituras hasta su materialización, a finales de los sesenta. En un principio, Peter O’Toole iba ser Holmes, y Peter Sellers, Watson, lo que presagiaba los derroteros que iba a tomar la película. Finalmente, los elegidos fueron el gran intérprete teatral Robert Stephens como el detective y Colin Blakely como el doctor.

Según Wilder, su intención era explorar los espacios de la vida de Holmes que Conan Doyle había dejado en blanco con humor y respeto, pero sin reverencia. Pese a este deseo, lo cierto es que los personajes llegan a resultarle antipáticos al espectador.

El largometraje narra la investigación que efectúan Holmes y Watson en busca de un ingeniero desaparecido, después de ser contratados por su esposa, a quien interpreta Geneviève Page. Todo ello queda aderezado con diversas anécdotas colaterales, y con un desenlace donde nada es lo que parece.

El reparto incluye a Christopher Lee como Mycroft Holmes, el hermano mayor del detective, vinculado a las altas esferas británicas.

La duración original era de casi tres horas. En el primer guión, figuraban dos casos que desaparecieron del montaje final. El primero se refería al asesinato de un marinero chino en una habitación donde todo el mobiliario se encuentra clavado al techo. Holmes lo esclarece rápidamente como una maquinación de Watson con el objetivo de sacar al detective de esa abulia que le hace caer en uso de la cocaína.

El segundo caso linda con la pura bufonada: Watson intenta resolver el asesinato de dos personas cuyos cadáveres están desnudos, en un camarote durante un crucero. El doctor confunde el número de camarote y lo que creía cadáveres desnudos, resulta ser una pareja dormida tras tener relaciones sexuales.

El estudio obligó a recortar la duración, algo que un viejo zorro como Wilder debía haber sabido. Sólo se han podido rescatar estas escenas de forma parcial y sin la pista de audio.

Lo cierto es que el proyecto era mastodóntico. Pese a lo abultado del presupuesto, y a pesar de innegables aciertos ‒por ejemplo, la partitura de Miklós Rózsa‒ hoy se ve como una frivolidad. El descalabro en taquilla fue mayúsculo. El motivo hay que buscarlo en el tratamiento de los personajes y en el irregular montaje final. Al fin y al cabo, el film llegó a destiempo, en unas fechas en las que ciertos sectores de Hollywood reivindicaban las figuras de criminales o de personajes contra corriente, en un intento de arremeter contra los valores establecidos.

Algo de esto tiene la película, aunque está por ver el grado de intencionalidad y las causas de esa irreverencia de Wilder hacia Holmes (él mismo se declaraba amante de los relatos del detective).

«La película más ambiciosa de Wilder ‒escribe Cameron Crowe‒ empezó como una larga serie de episodios muy detallados en la vida del gran detective. Wilder e I.A.L. Diamond pulieron minuciosamente su guión antes de empezar a rodar cuando los años sesenta expiraban. Son destacables la rica fotografía de Christopher Challis y la meticulosa encarnación que hace Sir Robert Stephens del Holmes creado por Wilder y Diamond. Pero no hay que dejarse engañar por el entorno. La película está salpicada del inconfundible humor de Wilder. Una broma constante, por ejemplo, es la relativa a la posible homosexualidad de Holmes. Podría verse si la película hubiera seguido entera. Es difícil opinar debidamente sobre el film, porque se eliminaron grandes fragmentos después de un preestreno desastroso en el que un público implacable consideró que era demasiado episódico. Wilder, cosa rara en él, dejó la película en manos del montador Ernest Walter y se fue a París a preparar un nuevo proyecto».

Tras la estela de esta producción, surgieron otros títulos difícilmente clasificables. Por ejemplo, El detective y la doctora (They Might Be Giants, 1971) no es un autentico film sobre el detctive. Se trata de una comedia sobre un enfermo mental (George C. Scott) que se cree Holmes, y su psiquiatra, la Dra. Watson (Joan Woodward).

No obstante, es una historia mucho más respetuosa con el espíritu original de Holmes, pese a que toma derroteros propios. Con todo, adolece de un final chocante e ininteligible, que diversos críticos han achacado a las escenas eliminadas del montaje.

La comedia es una fórmula habitual, y nociva, en los filmes de Holmes que se rodaron en los siguientes años. Así, El hermano más listo de Sherlock Holmes (The Adventure of Sherlock Holmes´ Smartest Brother, 1975) es una cinta en la estela de El jovencito Frankenstein (Young Frankenstein, 1974) de Mel Brooks. Ambas están protagonizadas y guionizadas por Gene Wilder.

Desgraciadamente, esta parodia de Holmes se queda en una mera bufonada, que con el hipotético concurso de Mel Brookspodría haber rendido resultados muy diferentes.

Curioso es el caso de Elemental, Dr. Freud (The Seven per Cent Solution, 1976), basada en la novela escrita por Nicholas Meyer, director de algunas de las entregas cinematográficas de Star Trek.

La novela es el pastiche que mayor éxito ha obtenido jamás: un autentico best seller a nivel mundial, cuya fama motivó su rápida adaptación al cine.

Meyer escribió el guión, que puede dividirse en dos partes: en la primera, vemos los estragos del consumo de cocaína sobre Holmes, y descubrimos que Moriarty (Laurence Olivier) es simplemente el antiguo tutor de Holmes, implicado en una infidelidad entre los padres de Holmes. En el delirio motivado por la droga, éste ha elevado a su progenitor (Nicol Williamson) a la categoría de archicriminal.

Watson (Robert Duvall), conocedor de los progresos del Dr. Freud (Alan Arkin) en la cura de las adicciones a la droga, trama un plan para llevar al detective hasta Austria y allí someterle a una desintoxicación.

En la segunda parte, el trío se ve inmerso en una intriga internacional que amenaza con desencadenar una conflagración mundial.

Pese al relativo respeto de la novela y la película hacia la creación de Conan Doyle, la cinta está emparentada con la de Billy Wilder, sobre todo por la reescritura que hace de Holmes y de su relación con Moriarty.

Al margen de esto, ni el libro ni la película son especialmente memorables desde el punto de vista creativo. Meyer escribió un segundo pastiche, Horror en Londres (The West End Horror), ambientado en el ambiente teatral londinense y donde aparecían George Bernard ShawOscar Wilde y Bram Stoker, entre otros. Su adaptación quedó abortada con el descalabro en taquilla de Elemental, Dr. Freud.

A los completistas les interesará saber que Meyer escribió una tercera novela, donde enfrentó a Holmes con el Fantasma de la ópera: El ángel de la música (The Canary Trainer).

Copyright del artículo © José Luis González. Reservados todos los derechos.

José Luis González Martín

Experto en literatura, articulista y conferenciante. Estudioso del cine popular y la narrativa de género fantástico, ha colaborado con el Museo Romántico y con el Instituto Cervantes. Es autor de ensayos sobre el vampirismo y su reflejo en la novela del XIX.