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Historia del paracaidismo militar

El cine bélico ha introducido en el imaginario popular la imagen de decenas de paracaidistas tapizando el cielo azul en su descenso hacia tierra. Se trata de una escena que remite a largometrajes como Un puente lejano (1979), que han mitificado ese tipo de operaciones militares.

La moderna configuración del paracaídas, que permite la caída controlada y entre cuyos antecesores se cuenta una invención de Leonardo da Vinci, se creó antes de la Primera Guerra Mundial como recurso de salvación de los pilotos y aeróstatas. No obstante, pronto surgieron visionarios que anticiparon nuevas aplicaciones del paracaídas y tropas especializadas en su uso, cuya edad de oro tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial.

Los inicios del paracaidismo militar hay que buscarlos en Italia, y principalmente, en la Unión Soviética. Los italianos organizaron una compañía durante los años veinte, aunque fueron los soviéticos quienes profundizaron en las nuevas técnicas desde finales de la misma década, una vez que el régimen comunista obtuvo cierta estabilidad.

Sin embargo, autores como Gordon Rottman señalan que Benjamin Franklin teorizó, ya en el siglo XVIII, sobre la posibilidad de lanzar soldados desde globos aerostáticos.

En los archivos del ejército de Estados Unidos, también pueden encontrarse planes para crear una unidad paracaidista en el invierno de 1918-1919, para ser lanzada tras las líneas alemanas en una hipotética ofensiva durante la primavera de 1919. Al acabar la Primera Guerra Mundial, en otoño de 1918, tales planes cayeron en el olvido.

A principios de los años treinta, el Ejército Rojo disponía de un batallón entrenado y totalmente equipado, involucrado en ejercicios militares periódicos y con un creciente número de efectivos.

Su alto grado de desarrollo quedó plasmado en 1934, con el lanzamiento de regimiento completo compuesto por mil quinientos efectivos. Sin embargo, las purgas estalinistas de finales de la década, que privaron al Ejercito Rojo de la mayoría de la oficialidad, supusieron un hiato en su desarrollo posterior.

Los progresos soviéticos no pasaron desapercibidos para los asesores germanos del Ejército Rojo, en virtud de los acuerdos de cooperación entre la Alemania Nazi de Hitler y la URSS de Stalin. La Werhmacht –fuerzas armadas alemanas– decidió la creación de unidades paracaidistas englobadas en la Luftwaffe –el ejército del aire alemán– dirigidas por el general Kurt Student.

La toma de Eben-Emael

Además de mejorar los conceptos y técnicas soviéticas, Student ideó el concepto de los planeadores, con el fin de obtener un medio de transporte para vehículos o artillería ligera que diese apoyo a los paracaidistas (los Fallschirmjäger), que son unidades de infantería ligera. Esto daba origen a un nuevo concepto: las tropas aerotransportadas.

Pocos meses después, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el bando aliado sufrió en sus carnes los progresos de Student durante la ofensiva en el frente occidental de 1940. En mayo, los alemanes invadieron Bélgica, con el fin de penetrar en Francia desde territorio belga y así evitar la línea Maginot, el conjunto de fortificaciones que defendía la frontera francesa de los vecinos teutones.

La clave de la derrota de Bélgica y del avance hacia la vecina Holanda residía en la toma de la fortaleza de Eben-Emael, conjunto de fortificaciones, emplazamientos artilleros y trincheras que defendía canales, vías de comunicación y otros elementos claves para la defensa del país.

Student organizó un destacamento de setenta y ocho zapadores transportado en planeadores, que aterrizaría sobre las cúspides de los fortines y tomaría el objetivo, defendido por más de setecientos soldados belgas.

Armados con cargas huecas de demolición y lanzallamas, entre otros medios, se hicieron con el control de la fortaleza y franquearon el paso a las fuerzas invasoras con un coste de un tercio de bajas, entre ellos seis muertos.

Tras el éxito alemán de Eben-Emael cundió el pánico y la paranoia en el bando aliado, desencadenándose numerosas falsas alarmas de paracaidistas alemanes descendiendo por doquier. También sirvió para que Churchill ordenase organizar unidades paracaidistas a imagen de las alemanas en el ejército británico.

Hazañas de paracaidistas

En mayo de 1941 las fuerzas aerotransportadas germanas participaron en la invasión de la isla de Creta, enclave aliado de gran importancia en el Mediterráneo oriental, en la mayor operación de este tipo organizada por los alemanes durante la contienda.

La batalla costó un gran número de bajas en ambos bandos, una cuarta parte entre los alemanes, lo que llevó a Hitler a decretar la prohibición de más operaciones aerotransportadas a gran escala.

Durante el resto de la guerra, los paracaidistas de la Luftwaffe combatieron como simple infantería. No obstante, cabe reseñar la operación de rescate de Mussolini llevada a cabo por paracaidistas en 1943, tras el armisticio italiano para devolver al dictador al poder y al país transalpino al bando del Eje.

Tras la conquista de Europa occidental, Alemania se embarcó en la fallida conquista de la una vez aliada URSS, hecho que, junto a la entrada de Estados Unidos en la guerra (1941), supuso un giro de 180 grados en el curso del conflicto.

Con las derrotas alemanas en la URSS, se imponía la apertura del segundo frente europeo, donde las acciones paracaidistas aliadas tuvieron un papel destacado.

Los británicos realizaron diversas operaciones de tipo comando antes de la invasión, como la incursión sobre la localidad francesa de Bruneval (1942) para hacerse con un nuevo tipo de radar alemán.

La ferocidad con que los «paras» británicos combatieron en el norte de Africa, les valió el apodo de los «diablos rojos» por parte de los alemanes, por la boina roja que los distinguía. Dicha prenda de cabeza ha sido adoptada por infinidad de unidades paracaidistas en todo el mundo: Israel, India o Bélgica, por citar tres ejemplos.

Durante los desembarcos italianos en Sicilia y la Italia continental de 1943-1944, tropas aerotransportadas aliadas participaron en operaciones de diversión y de toma de objetivos tras las líneas enemigas, anticipo de su cometido en Normandía.

Tropas aerotransportadas en acción

En las horas previas al seis de junio de 1944 miles de paracaidistas aliados saltaron sobre suelo francés con el objetivo de tomar objetivos estratégicos y asegurar los flancos de la fuerza invasora. De hecho, se considera la primera acción del día D la toma del puente denominado Pegaso por paracaidistas ingleses.

Las tropas aerotransportadas fueron relevadas tres meses después, y se les dio un permiso antes de embarcarse en una ambiciosa misión, concebida por el mariscal Montgomery, que perseguía acabar con la guerra en el invierno de 1944-1945.

La operación Market Garden (septiembre de 1944) preveía lanzamientos masivos de paracaidistas sobre puentes y cruces de carreteras en Holanda, que tras ser tomados franquearían el paso a una fuerza acorazada aliada hacia el corazón de Alemania y la obligarían a capitular.

Sin embargo, poco o nada salió según lo planeado y un cúmulo de circunstancias dieron al traste con la operación. Las tropas acorazadas encontraron mucha más resistencia de la esperada durante su avance, el mal tiempo perjudicó a los aliados y los informes de inteligencia no advirtieron gran presencia de tropas alemanas en ciertos objetivos.

El paradigma de todos los errores se dio en la toma del puente de Arhem, donde los paracaidistas británicos fueron lanzados lejos del objetivo y tuvieron que hacer frente con armamento ligero a dos divisiones acorazadas de las Waffen SS que la inteligencia aliada no detectó.

Como curiosidad, además de británicos y estadounidenses, en la operación participaron paracaidistas polacos.

Alemania no fue derrotada hasta mayo de 1945, y aún tuvo tiempo de lanzar una potente contraofensiva en la zona de las Ardenas en diciembre de 1944. Allí se produjo uno de los hechos míticos de la tradición paracaidista norteamericana, cuando tropas de la 101división aerotransportada y otras unidades se vieron cercados por los alemanes.

En inferioridad numérica y sin apenas munición ni suministros, en medio de un crudo invierno, los americanos fueron conminados a rendirse. La respuesta del comandante americano al ultimátum alemán fue «Nuts», cuya libre y pía traducción sería «Y un cuerno…»

Resistieron el cerco hasta que éste fue roto por las fuerzas del general Patton. La tenacidad y otras muchas cualidades demostradas por las águilas aulladoras de la 101, les valió el calificativo de mejores combatientes del bando aliado durante la contienda según el historiador Stephen Ambrose.

En especial, los hombres de la compañía Easy del 506º regimiento, de la 101ª división aerotransportada. Dichos soldados fueron calificados por Ambrose como los mejores y más profesionales combatientes del conflicto, siendo su equivalente en el bando del Eje las tropas de las Waffen SS.

Otros contendientes como la URSS o Japón, en las primeras etapas de su campaña de expansión en el Pacífico, llevaron a cabo operaciones con lanzamiento de tropas, pero fueron llevados a cabo por unidades de poca entidad.

Tras la derrota de la Alemania Nazi, los aliados acometieron la de Japón y se planificó la invasión con planes de desembarcos anfibios y aerotransportados. Sin embargo, la rendición incondicional de Japón tras los lanzamientos de dos bombas atómicas por parte de Estados Unidos (agosto de 1945), los hicieron innecesarios.

Los paracaidistas durante la Guerra Fría

El fin de la contienda trajo aparejado la desmovilización de gran parte de los contendientes y el creciente antagonismo entre soviéticos y el resto de aliados occidentales, instaurándose la Guerra Fría que duraría casi cincuenta años.

A partir de ese momento, la mayoría de los conflictos tendrían su base en el enfrentamiento entre los bloques occidental y comunista, en los procesos de independencia y descolonización contra las debilitadas metrópolis europeas tras la contienda mundial o en la mezcla de ambos elementos.

Conflictos como el de Corea, con saltos paracaidistas de Estados Unidos, o el de Indochina, con operaciones durante el asedio vietnamita y derrota de la guarnición francesa de Dien Bien Phu, donde los «paras» franceses, pertenecientes a unidades aerotransportadas y a la Legión Extranjera, participaron en su defensa y realizaron saltos de combate suicidas sobre el fuego vietnamita; son ejemplos de dichas categorías. Cabe destacar la presencia de antiguos paracaidistas alemanes, y de las distintas armas de la Werhmacht en general, en las fuerzas de la Legión Extranjera Francesa que intervinieron en los conflictos de posguerra.

Menos conocido es que lo mismo sucedió en algunas unidades del ejército de Estados Unidos, aunque en menor número.

Los «paras» franceses, junto a sus homólogos británicos, fueron la punta de lanza de la controvertida operación anglofrancesa, en connivencia con Israel, de la conquista del Canal de Suéz en 1956.

Pese a que el asunto podría ser calificado como una pataleta poscolonial de británicos y franceses frente al Egipto de Nasser, y a que los europeos salieron con el rabo entre las piernas debido a las presiones norteamericanas y soviéticas, la actuación de los paracaidistas fue casi impecable. Si bien la planificación fue casi improvisada sobre la marcha, y aunque debían enfrentarse a un enemigo superior en equipo con armamento ligero que databa de la Segunda Guerra Mundial, los paras franceses y británicos alcanzaron sus objetivos con abrumadora resolución.

Ya que mencionamos a Israel, conviene destacar la gran tradición de las unidades paracaidistas de este país, que han trascendido su rol inicial y se han convertido en la elite del ejército hebreo.

De las misiones aerotransportadas han pasado a asumir tareas de reconocimiento en profundidad, dotadas de gran capacidad de movilidad, u operaciones antiterroristas, como la desarrollada en elrescate de Entebbe de 1976.

Entre los saltos paracaidistas realizados por los israelíes, cabe destacar el realizado sobre el paso de Mitla durante la campaña de Suez, operación donde tuvo su bautismo de fuego el legendario subfusil Uzi.

La década de los sesenta fue la de las guerras de liberación, como la de Argelia, donde los paracaidistas franceses tuvieron una actuación destacada y controvertida, debido a las acusaciones de brutalidad y de violaciones de los derechos humanos. Más aun, ante la inminente independencia argelina algunas unidades participaron en un intento de golpe de estado, lo que provocó su licenciamiento.

Durante la misma década, Africa sufrió convulsos cambios de régimen y guerras civiles, algunas auspiciadas por las antiguas metrópolis europeas, lo que provocó numerosas intervenciones occidentales para garantizar la seguridad de sus ciudadanos, monjas y misioneros.

Destacan la operación Dragón rojo (1965) en el Congo, llevada a cabo por paracaidistas belgas, con apoyo logístico de EE.UU, para liberar a ciudadanos blancos tomados como rehenes por los rebeldes Simba.

En 1978, «paras» franceses realizaron una operación similar en la localidad de Kowelzi, para rescatar a ciudadanos franceses secuestrados por rebeldes. La tragedia se cebó con los paracaidistas en el Líbano en 1983, mientras participaban como tropas de pacificación en la guerra civil que asolaba el país, cuando un atentado terrorista con camión bomba contra su cuartel general causó decenas de muertos.

Otro tanto sucedió con los marines estadounidenses, que sufrieron casi trescientos muertos en circunstancias similares. Se sospecha de la presunta responsabilidad de Hezbollah en los atentados.

En lo que respecta a las grandes potencias de la Guerra Fría, ambas reorientaron sus tácticas con la introducción del helicóptero con la creación de unidades heliportadas, como la caballería aérea o la reconvertida 101ª de asalto aéreo en Estados Unidos.

La URSS expandió el número de unidades aerotransportadas, innovando en artillería y vehículos blindados capaces de ser lanzados desde aviones de transporte y convirtiendo a estas unidades en la elite del Ejercito Rojo, distinguibles por sus boinas de color azul celeste. En las invasiones de Checoslovaquia (1968) y Afganistán (1979), los paracaidistas fueron la punta de lanza de las fuerzas soviéticas.

A diferencia de la Segunda Guerra Mundial, las operaciones aerotransportadas de las décadas siguientes fueron de mucha menor entidad, englobadas en las guerras de baja intensidad en que tuvieron lugar, con la posible excepción de la Guerra de Indochina y los saltos sobre Dien Bien Phu.

De haberse producido un hipotético choque armado entre los bloques comunista y occidental, es difícil que se hubiesen reproducido las grandes operaciones de la Segunda Guerra Mundial, ya que las grandes concentraciones de tropas podrían detectarse mediante satélites y haber sido objeto de bombardeos con armas nucleares tácticas.

No obstante, la OTAN barajó un ataque paracaidista soviético a gran escala como el principio de una agresión comunista, pese a las dificultades de enmascarar los preparativos y la detección de los aviones de transporte. Sin duda, la época dorada de los saltos paracaidistas fue la segunda Guerra Mundial.

Copyright del artículo © José Luis González Martín. Reservados todos los derechos.

José Luis González Martín

Experto en literatura, articulista y conferenciante. Estudioso del cine popular y la narrativa de género fantástico, ha colaborado con el Museo Romántico y con el Instituto Cervantes. Es autor de ensayos sobre el vampirismo y su reflejo en la novela del XIX.