Es frecuente encontrar en los relatos mitológicos ejemplos de la prostitución sagrada femenina, especialmente en relación con las culturas mesopotámicas: Sumer, Babilonia o Asiria. No es tan frecuente, creo, ver ejemplos de prostitución masculina, excepto si consideremos que pertenecen a esta categoría mitos como los de Ganímedes, el escanciador de Zeus.
En los mitos de origen armenios se encuentra un ejemplo de prostitución masculina, aunque no exactamente sagrada, que también muestra el ingenio de una reina que era, precisamente, asiria, la reina Semíramis, uno o de los más interesantes personajes de la historia y la mitología, de la que se decía que había construido o reconstruido Babilonia, o al menos sus murallas, o al menos sus Jardines Colgantes, una de las siete maravillas de la antigüedad.
El coprotagonista de la historia es Ará Gel‘etsik (Ará “el Hermoso”). Movsés Jorenatsí relata lo siguiente: Ará, como indica su apodo, era muy hermoso, además de un gran rey que heredó los dominios de su padre Aram. Resultó, sin embargo, que la célebre reina Semíramis se enamoró de él.
Semíramis, llamada Sharimam por los armenios, “impura y lúbrica”, espero a la muerte de su esposo, el rey Nino (aunque otras versiones dicen que huyó a Creta) para pedir a Ará que se uniera a ella y se convirtiera en el nuevo rey de Asiria. Cuenta Sebeós: “Y Shamiram, esposa de Nino, monarca de los asirios, cuando oyó acerca de la belleza de Ará quiso tenerlo como amigo, para que cumpliera su voluntad con prostitución, porque la fama de su belleza la había inflamado de terrible lujuria. Pues ningún varón de bello rostro como él se encontraba en aquellos días; le envió mensajeros con presentes y lo invitó a su lado, en Nínive. Y Ará no aceptó sus regalos ni se comprometió a ir a Nínive, junto a Shamiram”.
Ante la negativa de Ará, la reina reunió un ejército y marchó contra el país de los armenios, pero: “Por lo que podía deducirse de su rostro, se apresuraba no tanto para matarlo o derrotarlo, sino para conquistarlo o tenerlo en sus manos, a fin de saciar su deseo”.
Lamentablemente para su lujuria, aunque ordenó a sus soldados que evitasen matar a Ará, el rey armenio murió en el combate: “Después de la victoria, la dama envió saqueadores de cadáveres al lugar de la batalla para que buscaran a su amado entre los cuerpos. Hallaron a Ará entre los valientes muertos. Ordenó que lo colocaran en la terraza de su palacio”.
Después proclamó: “He ordenado a mis dioses que laman sus heridas y él resucitará”.
Sin embargo, el cadáver comenzó a corromperse. Entonces Shariman hizo que uno de sus amantes se vistiese como Ará y difundió la siguiente noticia: “Lamiendo y reviviendo a Ará, los dioses cumplieron nuestro deseo, por lo que de ahora en adelante ellos son más dignos de ser adorados y glorificados por nosotros, por habernos complacido y cumplido nuestra voluntad”.
Al parecer, los armenios creyeron estas noticias y pensando que su rey había resucitado y permanecía junto a la reina, depusieron las armas.
Se percibe tras este mito un trasfondo histórico interesante de las relaciones entre Armenia y Asiria, que quizá valdría la pena investigar, porque aunque durante mucho tiempo se pensó que la reina Semíramis era una invención de los historiadores griegos, hoy en día historiadores y arqueólogos tienden a dar cada vez más importancia a este fascinante personaje, que quizá influyó bastante en la historia del mundo e incluso en algunas costumbres tanto en Oriente como en Occidente, como la castración de los eunucos.
Imágenes: la muerte de Semíramis, imaginada por el pintor Augusto Valli (1867-1945) / Semíramis contempla el cadáver de su amado en un cuadro de Vardges Sureniants (1860-1921).
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