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«La Patrulla X: Hijos del átomo» (1999-2000), de Joe Casey

A todo hay quien gane: las aventuras de los X Men no son simple ciencia-ficción. Ofrecen una perspectiva del tiempo en el que nos ha tocado vivir, y están protagonizadas por personajes de sugerente biografía, a quienes ya se les pasó el sarampión infantil. Sólo Stan Lee podía haber inventado algo así.

Por supuesto, en su primer avatar, la Patrulla X era bastante convencional. Cuentan que Lee quiso llamarlos The Merry Mutants antes de que el editor Martin Goodman desechase la idea. El primer episodio de la serie –The X-Men nº 1 (septiembre de 1963)–presenta momentos cotidianos: el Profesor Xavier recibe en la Mansión Westchester a Jean Grey, y ésta es torpemente agasajada por el alegre grupo de mutantes que forman Cíclope, el Hombre de Hielo, Ángel y la Bestia.

En realidad, el comportamiento estereotipado de los héroes en esas primeras historietas no se diferencia demasiado del de otros paladines de la Edad Dorada, y tampoco su archienemigo Magneto tiene un perfil acusadamente original.

La hermandad de mutantes queda mejor perfilada a partir de 1969, cuando Roy Thomas y Neal Adams se hacen cargo de la serie. Aunque fallida en el terreno comercial, esa etapa nos brinda algunas claves de lo que, en décadas posteriores, llegará a ser la Patrulla X gracias a Len Wein, Chris Claremont y otros talentos de la Casa de las Ideas.

Con el paso del tiempo, el equipo de mutantes diseñado por Lee y el dibujante Jack Kirby ha evolucionado hasta convertirse en mucho más que una franquicia. Los buenos cocineros nunca explican sus recetas, pero es obvio que Claremont ‒por citar a otro gran guionista de la serie‒ incluye en la suya cuestiones de actualidad: la xenofobia, la lucha por los derechos civiles, la tensión entre libertad y seguridad o la manipulación informativa.

El interés nostálgico de historietas como el citado primer número de la saga, o los episodios firmados por Roy Thomas en 1967 y 1968, se realza gracias al formidable serial que Joe Casey dedicó a los orígenes de los X-Men entre noviembre de 1999 y septiembre de 2000.

Impecablemente dibujado por Steve Rude y Esad Ribic, este cómic es tan fluido como un buen thriller, pero posee ese tipo de sofisticación psicológica que uno espera en las piezas maestras del género.

Casey es un veterano en el mundo del tebeo, y a él se deben algunos de los títulos más aclamados del sello Wildstorm. Su trabajo en Marvel y en Image Comics resulta igualmente meritorio, pero no hay duda de que su mejor decisión profesional fue la de crear el colectivo Man of Action junto a Joe Kelly, Duncan Rouleau y Steven T. Seagle. Digo esto último por que son los propietarios de la serie Ben 10, comercializada por Cartoon Network y convertida en una fuente inagotable de ingresos.

Sin duda, el trabajo de Casey en Hijos del átomo resulta excepcional, y plantea un oportuno homenaje a la primera etapa de estos entrañables superhéroes.

Sinopsis

El Profesor Charles Xavier debe combatir el creciente racismo anti-mutante. Mientras cada día que pasa se descubre la existencia de nuevos mutantes, el miedo que producen en la población no hace sino multiplicarse exponencialmente. Al contrario que Magneto, Xavier confía en que la humanidad puede llegar a comprender y tolerar a estos hijos del átomo… Por eso ha creado una escuela muy especial, en la que prepararles para el futuro que aguarda.

Esta es la historia del primer año de existencia de esa escuela. Ésta es la historia del nacimiento de La Patrulla-X.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de sinopsis e imágenes © Marvel Comics, Panini España. Cortesía de Panini Cómics. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.