Ayudado por numerosos amigos y vecinos de Pittsburgh, George A. Romero filmó la cinta que supone el nacimiento del zombi en el cine moderno: La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, 1968). Un mito de la pantalla que, como ahora veremos, modificó las convenciones del cine de terror y de ciencia-ficción.
Criado en una familia de ascendencia española, Romero creció en Nueva York, viendo películas en los cines del Bronx, leyendo tebeos y escuchando de cuando en cuando historias sobre sus abuelos, unos gallegos que se afincaron en Cuba antes de emigrar a Estados Unidos. ¿Figuraban entre esas historias los relatos tradicionales en torno a la Santa Compaña y otros aparecidos? Es muy posible.
«De chico ‒contaba en una entrevista‒ me gustaba leer historietas de terror. En realidad, me gustaban todos los géneros, también la acción y la aventura. En esa época, todavía daban en cine las viejas películas de la Universal de Frankenstein y Dracula. Pude verlas en la pantalla grande —cosa que no todo el mundo pudo hacer— y me enamoré de ellas. En los años 50, también había películas de bajo presupuesto de Roger Corman, que me encantaban. Cuando llegué a la Universidad [la Carnegie Mellon University, en Pittsburgh], todo lo que quería hacer eran películas. Empecé con comerciales en celuloide (no había video). Creamos una empresa que hacía publicidad de cerveza y películas industriales. Con el dinero que ganamos acumulamos equipos».
«Siempre me gustaron los zombies ‒añade‒. Los consideraba el hombre común entre los monstruos. Pero siempre aparecían relacionados con el vudú y Haití. Yo decidí vestirlos un poco. Hay una vieja novela de Richard Matheson, Soy leyenda. Yo tomé esa idea pero opté por no llegar hasta el último hombre, sino empezar cuando el fenómeno recién comenzaba y ver cómo el hombre trata de sobrevivir y no se puede comunicar. Teóricamente es fácil derrotar a los zombies pero nadie logra organizar un plan, y los humanos finalmente se enredan y fracasan. La noche de los muertos vivientes es un poco apocalíptica. Pero yo no diría que es de ciencia-ficción sino más bien política. En términos generales, creo que es de terror. Las que hice después casi fueron sátiras. Pero esta habla sobre el futuro y muestra el fracaso del hombre» (Clarín, 25/2/2003).
Es cierto que podemos encontrar lecturas políticas en la película de Romero. En este sentido, es posible que quisiera imaginar un oscuro porvenir a partir de las misiones Apolo, desarrolladas entre 1967 y 1972. Pero es más dudoso que aquello fuera un alegato contra el racismo. En realidad, puso su empeño en rodar una humilde película de serie B, y la casualidad quiso que el único actor competente en su entorno de amistades, Duane Jones, fuera un afroamericano.
Lo cierto es que aquel otoño de 1968, fecha en que se estrenó en un oscuro autocine La noche de los muertos vivientes, marca un momento decisivo en la historia del terror y la ciencia-ficción. Al fin y al cabo, nos encontramos ante una de las cintas más importantes y seminales de la moderna fantasía apocalíptica.
Como el propio director señaló repetidamente, existe una obvia influencia de la novela Soy leyenda, de Richard Matheson, en La noche de los muertos vivientes. Hago extensivo ese influjo a las secuelas de dicho largometraje. Es innegable que las dos primeras cintas que componen la saga zombi de Romero, La noche de los muertos vivientes y Zombi (Dawn of the dead 1978), contienen gran cantidad de elementos procedentes de la novela. En el caso de la película inaugural, casi podríamos hablar de una adaptación apócrifa.
Oficialmente, La noche de los muertos vivientes está basada, de forma parcial, en un relato inédito del propio Romero, dividido en tres partes. Se nutrirían de este relato el resto de secuelas, aunque en un principio no existiese una intención de continuidad. Por cierto, el título del cuento es Anubis, en referencia al dios de los muertos del antiguo Egipto. El guión lo firman Romero y el guionista John Russo.
Pese a que el director reconoce la obra de Matheson como su fuente de inspiración (lean el prólogo de la novelización del guión escrito por Russo), el papel de Soy leyenda suele ser ignorado o reducido a un simple homenaje por los estudiosos de la obra de Romero. Lo mismo ocurre con la aportación de Russo al guión, quien acabó pleiteando en los tribunales por los derechos de autoría.
En todo caso, la deuda contraída con Matheson es enorme. De hecho, las películas de la tetralogía original no sólo homenajean el original literario, sino que directamente toman situaciones de éste… Por ejemplo, los enfrentamientos entre policía y ciudadanos que no quieren destruir los cadáveres de sus seres queridos en Zombi… El Miami desierto de El día de los muertos (Day of the Dead 1985).
También son herederos de la novela de Matheson los veloces zombis de Amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, Zack Snyder, 2004), que a su vez es el remake de Zombi. Ocurre lo mismo con el Londres desértico que recorre el superviviente de 28 días después (28 days later, Danny Boyle, 2002).
Por otro lado, cuesta creer que Romero no conociese la versión protagonizada por Vincent Price (The Last Man on Earth, 1964). Los ojerosos vampiros, fotografiados en blanco y negro, son muy similares a los zombis del realizador de Pittsburgh.
Como podrán comprobar si ven las dos películas, son demasiado evidentes las similitudes en la iconografía de los zombis de ambas cintas. Con todo, sería un exceso de celo presuponer que Russo y Romero trabajaron con una copia de The Last Man on Earth. No obstante, existen precedentes al respecto. Ya Tod Browning manejó una copia de Nosferatu (1922) cuando filmó su Drácula (1931).
«Los zombis pueden cualquier cosa ‒dijo Romero en 2008‒. Pueden ser una avalancha o un huracán. Encarnan el desastre que hay en el exterior. Sus historias tratan sobre cómo las personas fallan a la hora de responder de la manera adecuada a esa calamidad. Siguen tratando de quedarse donde están, en lugar de reconocer que el problema es inabordable».
La cinta dirigida por Romero recoge gran parte del espíritu paranoico y el tono apocalíptico de la novela de Matheson, pero le añade una puesta en escena de tono casi documental. Y este último detalle es decisivo a la hora de convencernos de ese porvenir siniestro que propone la película.
En 2016, evaluó la herencia de La noche de los muertos vivientes de forma menos optimista: «The Walking Dead y Brad Pitt pusieron la puntilla al género. La nueva versión de Zombi, El amanecer de los muertos, dio dinero. Creo que bastante dinero. Luego Zombieland también hizo dinero y, de repente, viene Brad Pitt y gasta 400 millones de dólares, o lo que sea, para rodar Guerra Mundial Z. Max Brooks es amigo mío, y pienso que la película no fue, en absoluto, representativa de lo que era su novela. Y los zombies eran… no sé, como hormigas que se arrastran por el muro de Israel. En mis películas he intentado lanzar un mensaje. No están hechas por el gore, ni por los ingredientes de terror. Lo importante, en mi caso, es el mensaje. Uso este medio para mostrar lo que pienso».
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