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La muerte y el periodismo

El periodismo es un invento de la modernidad. Un invento que se alinea con otros productos de los Nuevos Tiempos, vinculados estrechamente a la importancia privilegiada del Tiempo en una visión de la vida humana como historia: el reloj mecánico, la letra de cambio con fecha de vencimiento, la contabilidad diaria, el diario íntimo, la división de los siglos en anteriores y posteriores a Cristo, la articulación de la historia en eras o etapas, etc.

Pensar que vale la pena memorizar lo que pasa a diario, hacerlo público, dejarlo impreso en papel o archivado en un disco duro, significa privilegiar eso que ocurre en un momento del tiempo radicalmente singular, que no ha pasado antes de ocurrir, valga la paradoja, ni volverá a transcurrir nunca más. Es el tiempo lineal, sucesivo, concreto y efímero de lo histórico.

Quizá por ello, el periodismo concede mayor importancia a los eventos destructivos y mortíferos que a los duraderos y vitales. Batallas, accidentes, cataclismos y crímenes son más «periodísticos» que cualquier otra cosa. Un avión que se precipita a tierra y causa la muerte de cientos de viajeros es más memorable que la lista de los vuelos felices ocurridos a la misma hora. Esta preferencia vincula al periodismo con la muerte, como asimismo se vinculan la muerte y el tiempo histórico.

A veces, para compensar, se aviva la memoria de lo perdurable: aniversarios, centenarios, milenarios, Es como si el periodista invirtiera el mensaje y dijera: «A pesar del tiempo transcurrido, este personaje, este suceso, este objeto, han sabido perdurar ».

En esos excepcionales episodios, el periodismo se pasa al otro lado del tiempo y al otro aspecto de la historia. Las fechas no transcurren sino que señalan un retorno, una insistencia.

El tiempo, que todo se lo lleva, sirve también para que se consumen las obras humanas. El tiempo es, visto en tal perspectiva, la ciudad misma de los hombres. Y el olvidadizo presente que se traduce, infatigable, en pasado, se convierte en relato, en ese Cuento de Nunca Acabar que es la historia de esta especie curiosa, habitante solitario de un planeta menor, que llamamos humanidad.

Imagen superior: Pixabay.

Copyright del artículo © Blas Matamoro. Este artículo fue editado originalmente en Cuadernos Hispanoamericanos. El texto aparece publicado en Cualia con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.

Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")