La Historia, el análisis histórico, siempre transita dialécticamente de lo general a lo particular y de lo particular a lo general. Este vaivén ha propiciado en el mundo moderno, a partir de la Revolución Francesa, la existencia de dos corrientes claramente diferenciadas: la que examinaba la vida cotidiana e infería movimientos globales y la que identificaba flujos generales y contrastaba sus conclusiones con los hechos.
Por ejemplo, en el ámbito alemán, hay dos autores que defienden cada una de las dos corrientes. Ludwig Friedländer (1824-1909), con su monumental Historia de las costumbres de Roma, desde Augusto hasta los Antoninos, analiza la vida cotidiana y prefigura los métodos que, más tarde, utilizará la Escuela de los Annales francesa, que culmina en los libros de Georges Duby (1919-1996), como Guillermo el Mariscal y los cinco volúmenes de Historia de la vida privada, que Duby codirigió junto a Philippe Ariès.
Imagen superior: «Napoleón en su trono imperial» (1806), de Jean-Auguste-Dominique Ingres.
El oponente alemán de Friedländer sería Theodor Mommsen (1817-1903), autor de Historia de Roma, con un análisis más político y generalista. En este camino aparecen Oswald Spengler (1880-1936) con su (espantosamente) pesimista La decadencia de Occidente, y en otro sentido, Arnold J. Toynbee con su Estudio de la Historia.
Este último intenta aplicar una visión estructuralista y reduccionista al análisis histórico que, en su momento, resultó fascinante. Identificaba 21 civilizaciones en el devenir humano, haciendo que todos los hechos cuadraran en su tesis, creo que forzando sus argumentos y fracasando en el intento.
Imagen superior: «Lenin llega a la Estación de Finlandia en Petrogrado» (1917), de Nicolai Babasyuk.
Vista con perspectiva, la lucha entre lo general y lo particular se ha decantado, sobre todo a partir de los años ochenta, por lo particular, pero de un modo matizado. El acceso desde lo particular a lo general se ha conseguido mediante la aplicación de técnicas que inicialmente pertenecieron a la antropología. La identificación de ritos y costumbres existentes en cada época permite contrastar cuáles terminan prevaleciendo y cuáles decaen. Se trata de utilizar la estadística y de comprender cómo se verifica el concepto de la “mano invisible” de Adam Smith.
Imagen superior: “Ninguno por lo general se propone originariamente promover el interés público (…). Cuando prefiere la industria doméstica a la extranjera, sólo medita su propia seguridad, y cuando dirige la primera de forma que su producto sea el mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia; pero en éste y en muchos otros casos es conducido, como por una mano invisible, a promover un fin que nunca tuvo parte en su intención” («La riqueza de las naciones», Adam Smith).
El análisis histórico puede proporcionar resultados cambiantes. Si solamente se mira lo que ocurre arriba, se puede descubrir lo que ha pasado; si se mira lo que ocurre abajo, se puede saber, además, porqué ha pasado.
El poder proporciona la espuma de la historia. El estudio del comportamiento de los seres humanos, del pueblo llano, permite identificar flujos que se entrelazan. En realidad, en la interrelación de dichos flujos con la imagen del poder es donde seguramente radica la verdad histórica.
La pregunta final es: ¿qué influye más en la Historia? ¿Lenin en Petrogrado (03/04/1917), en la estación de Finlandia, o la miserable vida de los sirgadores del Volga?
Imagen superior: «Los sirgadores del Volga» (1870-1873), de Iliá Yefimovich Repin.
Imagen de la cabecera: «La Libertad guiando al pueblo» (1830), de Eugène Delacroix.
Copyright del artículo © Joaquín Sanz Gavín. Reservados todos los derechos.