Otra grabación del Barbero de Sevilla rossiniano, una de las óperas más grabadas de la historia discográfica (la primera es de 1918), no debería llamar anormalmente la atención dadas las excelentes versiones que el interesado tiene a su alcance, desde la divertidísima de Callas y Gobbi (1957) a la «depurada» de Bartoli y Nucci (1988), con una buena legión de Rosinas, Bartolos, Almavivas, Basilios o Fígaros de varias generaciones por ahí danzando, entre los que podemos recordar sólo a algunos, así al azar y sin pretender agotar la enorme lista, como Victoria de los Ángeles, Sesto Bruscantini, Enzo Dara, Cesare Valletti, Samuel Ramey, William Matteuzzi, Marilyn Horne, Rockwell Blake, Alessandro Corbelli, Teresa Berganza y Ruggero Raimondi.
Toda esta discografía «barberiana», entre otras posibilidades estéticas, da testimonio de la evolución interpretativa de una partitura tan apetecible como frecuentada y, por ello, manoseada. Pues, teniendo en cuenta todo lo dicho, otro registro de la ópera cómica por antonomasia se impone con especial presencia a la atención del discófilo. Está dirigida en vivo, con la irrefrenable carga teatral que la obra trae consigo, por un director especializado en el tema pero sin que ello le impida transitar otros repertorios (Ralf Weikert); se cuenta con una orquesta flexible y capaz de enfrentarse a un repertorio múltiple de una ciudad fronteriza entre la precisión germana y la calidez latina (la de la Radio de Múnich) y, finalmente, se ha reunido un reparto hoy con difícil competencia.
A esta suma se añade el concepto elegido por los intérpretes: respetando el espíritu rossiniano actual, fruto de concienzudas y puntuales ediciones críticas, se hace cargo también de la rica tradición interpretativa de la obra, en una combinación ideal (en principio, impensable) entre respeto filológico y acuse de la tradición. Así, cantado con estilo y gracia, los solistas se permiten algún que otro adorno gratuito, agudos generosos, atractivas variaciones, en licencias que mejoran obviamente los resultados.
Rosina es Edita Gruberova, que, fiel a sí misma, ofrece su sonido generoso, con esos agudos siempre deslumbrantes fijándolos en el espacio como si buscara cortarnos o acelerarnos la respiración, con su peculiar forma de ligar o arrastrar las notas y personificando a la astuta sevillana obediente a la habitual picardía y candoroso manejo que definen al personaje. Un espectáculo vocal que no le impide ofrecer un perfil, no por tópico menos conveniente, de la encantadora pupila de Don Bartolo.
El tutor es Enric Serra, que ha conseguido con este papel los más generales consensos, y ello se nota en la certera comunicación que consigue con el deletreado recitativo y la persuasiva traducción de los cantables.
El barbero titular es ruso, Vladimir Chernov, cuya amplísima actividad en el Metropolitan de Nueva York le permitió registrar en disco una considerable cantidad de barítonos verdianos de Rigoletto a Posa, retomando con Fígaro uno de los primeros personajes de su robusta carrera.
Menos espectacular o truculento que otros Basilios, el de Ellero d’Artegna se distingue por la calidad vocal, la segura intención expresiva y el rigor en el canto. Pero la mayor oportunidad de este Barbero es que surge en el momento oportuno, cuando su Almaviva –Juan Diego Flórez– se encuentra en el centro del interés operístico internacional. Es increíble que con 24 años (la grabación es de 1997, no se puede explicar el retraso de la publicación) una voz de tenor esté tan hecha y que un artista tan joven tenga ya esa madurez que algunos (muchos, demasiados) no llegan a conseguir jamás.
Por esos días, Flórez ya era un tenor extraordinario, que acababa de salir de la cantera y del éxito de Pésaro, iniciando paulatina y prudentemente su despegue internacional. La manera en que combina la pureza del canto ligado y la coloratura rossinianos con los alardes de tipo tradicional en Ecco ridente in cielo tienen ya la madurez de un maestro, mientras que la voz, hermosamente viril, se enriquece gracias al encanto de la juventud y a la garra de la más simple espontaneidad. Pulir detalles mínimos, algunos graves, algún que otro fraseo, ya se han corregido actualmente. Cuando Flórez acaba el dificilísimo Cessa di più resistere algo mágico, como venido de otro planeta lírico, parece adueñarse de la moderna sala de la Phiharmonie im Gasteig (cuya acústica detestaba Leonard Bernstein, pero que la soberbia toma de estos discos parece contradecir), en un delirio originado tanto en la soberana lectura como por la sorpresa de que este portento surja de un joven tan de la calle, de aspecto algo frágil y delicado pero también masculino y recio. Estaban asistiendo al nacimiento de un mito.
Disco recomendado: GIOACHINO ROSSINI: Il Barbiere di Siviglia / Edita Gruberova, Juan Diego Flórez, Vladimir Chernov, Rosa Larghezza, Enric Serra, Francesco Ellero D’ Artegna. Orquesta Sinfónica de la Radio de Munich. Dir.: Ralf Weikert (Live, 1997) / NIGHTINGALE / Ref.: NC 004022 (3 CD) D3 x 3
Imagen superior: Juan Diego Flórez como Almaviva en «Il Barbiere di Siviglia». Fotografía: Ken Howard/Metropolitan Opera (Producción de Bartlett Sher, dirigida por Maurizio Benini).
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