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‘La historia de Rusia’, de Orlando Figes. Historia y santidad

La guerra en Ucrania reviste de especial interés la lectura del libro La historia de Rusia de Orlando Figes (traducción de María Serrano Giménez, Taurus, Madrid, 2023, 473 páginas). Una de sus líneas principales consiste en la repetición de algunas categorías en la historia rusa, suerte de arquetipos que los siglos no alteran sino que reiteran.

A fines del siglo XX, la desaparición del comunismo ruso dio lugar a sustituciones tan curiosas como el resurgir de la religión y de sectas que intentaban restaurar la monarquía de los Romanov. Ondearon de nuevo unas banderas zaristas y se cambió el himno nacional por otro que declaraba sagrada a la misma Rusia. El país que fuera espejo de revoluciones se mostraba conservador, patriótico, colectivista y sumiso al Estado, precisamente lo que había desaparecido junto con la Unión Soviética. La dispersión clamaba por la unidad y el desorden hacía lo propio con la obediencia.

Quien, a la vuelta de los años, mejor supo responder a estas demandas fue un antiguo policía del régimen y figura destacada de la televisión, Vladimir Putin. Hábil político, admirador de los poderosos coronados, empezó mostrando, como Napoleón, rechazo por las ideologías. En efecto, sus posturas fueron desde un amable europeísmo occidentalista hasta un agresivo e imperial eslavismo que distanciaba a Rusia de Occidente y la tornaba semiasiática. Propuso entrar en la OTAN y la Unión Europea sin conseguirlo y se volvió hacia los suyos que imploraban la aparición de un zar: poderoso, centralista, verticalista, autocrático pero benévolo, paternal y certero. Se dirigía a un paradigma de ciudadano forjado, justamente, durante la era soviética: un hombre con modestas exigencias materiales, socialmente conformista e intolerante con las minorías étnicas y sexuales.

En este espacio Figes hace curiosas observaciones acerca de las similitudes – anacrónicas, si se quiere – entre el régimen putinista y la Rusia secular, fiel a sí misma. Sus arreglos con los oligarcas, propietarios privados que deben ser aceptados en la corte moscovita y someter sus negocios al control del monarca, reproducen el vínculo entre el zar y los boyardos del siglo XVI. Más antigua es la práctica de la llamada Alimentación, la cuota que los gobernadores medievales en la Rus de Kiev, cobraban a los productores para “alimentar” sus dominios y expandir la protección del poder. La figura histórica más venerada por Putin no es un dirigente civil y político sino el zar Nicolás I, eslavófilo y místico, que concibió un imperio ruso extendido hasta Tierra Santa, pues la misión encomendada por Dios a Rusia a través del zar era la de difundir e imponer la Verdad de las Escrituras.

Así visto, el país es mucho más que la extensión convencional del territorio. Es la totalidad del Mundo Ruso, es decir el conjunto de los rusos del interior y el exterior. La Santa Patria está allí donde un eslavo hable en ruso y crea en las doctrinas de la Iglesia ortodoxa. Una nación construida desde la espiritualidad. No en vano, Moscú fue considerada la Tercera Roma, tras la imperial y la papal.

No entro ni salgo en el tema de la actualidad bélica. Simplemente me pregunto, junto con quien esto lee, qué es eso que los humanos llamamos historia. Por una parte, es el relato que hacemos del pasado desde los intereses del presente, es decir del proyecto del futuro. La memoria histórica empieza, por paradoja, en el porvenir. Bien, pero las consideraciones de Figes van más lejos y, a la vez, tan cerca que se nos ponen al lado en el almanaque. Y son los elementos de la historia rusa que se repiten prescindiendo de las fechas, como si no tuvieran historia. En ellos, sin embargo, insisten las machaconas preguntas tópicas y tremendamente elocuentes: ¿somos Oriente u Occidente, europeos o asiáticos?

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Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")