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La grieta

Los estudios sobre la llamada opinión pública, aunque variables en cuanto a la proporción de sus encuestados, señalan una creciente grieta entre los cauces tradicionales y profesionales de la información, y la atención masiva a dichos contenidos. Países de tan larga tradición discursiva en lo público como Inglaterra, anotan que uno de cada cuatro encuestados trata de evitar las así llamadas noticias de periódico. No sólo la venta de diarios en papel ha caído hasta casi lo testimonial, sino que sus sustitutos en lo virtual corren el mismo riesgo de indiferencia.

El porcentaje sube anualmente tomando en cuenta las cifras de una década. Algo similar, aunque en sentido inverso, ocurre con las campañas electorales, es decir que crece el desinterés por ellas con toda velocidad en países tan distantes en cuanto a desarrollo social como Estados Unidos y Argentina, Alemania y Brasil. Este alejamiento del interés por la vida pública parece compensado por la aparición de las redes sociales que suplantan al periodismo estándar. Las redes, como su nombre indica, acumulan informaciones a la manera como un pescador consigue presas con las suyas. Pero también la red enreda y embolsa noticias falsas, bulos y secretismos improbables. El porcentaje de quienes sospechan de estos mentideros es bajo y no alcanza al 40% de sus consumidores. Es decir: hay reclamo de falsías siempre que se adecuen a la necesidad del demandante. Sus fantasías adelantan respuestas a las preguntas que tardíamente construyen los influyentes que habitan el entramado.

Una vaga mayoría convincente declara inquietarse por el fenómeno, pero el porcentaje se hunde si se cuentan a quienes investigan las noticias falsas. La sospecha es poco militante y pasa a integrar la masa de quienes no se oponen ni apoyan sino que prescinden. En las recientes elecciones al Parlamento Europeo, la mitad del censo español, por ejemplo, no fue a votar. Dicho de modo paradójico: el partido más votado es el de los sinpartido. Aparece claro, en principio, un desinterés generalizado por los discursos de los políticos profesionales y, más ampliamente, por las organizaciones que administran. Las otrora límpidas distancias entre izquierda y derecha, vanguardia y retaguardia, se difuminan. Lo mismo en cuanto a una nítida diferencia entre clase social y opción política.

Estos apuntes, resultado de impresiones dispersas pero congeniales, permiten subrayar un fenómeno mayor y es cómo se nos presenta un futuro de sociedades cada vez más cohesionadas por la mecanización de la vida, pero, al mismo tiempo, cada vez menos sociales, si cabe esa súbita contradicción, es eso que los retóricos llaman un oxímoron. El individuo que en su habitación conecta el internet y participa de guerras, partidos de fútbol, conciertos de música pop o desfile de modas, está realmente aislado de estos eventos. Lo cohesionan al darle noticias del mundo, pero ese mundo se ha reducido a una imagen parlante, a menudo manejada por un fabricante de opinión, es decir, un traductor de fantasías. Los otros cada vez son más, pero, al mismo tiempo, son menos otros en cuanto menos semejantes. Salvo, desde luego, que nos consideremos a nosotros mismos como criaturas virtuales teledirigidas por la inteligencia artificial, capaz de encogerse de hombros ante los avatares del mundo porque ya no es cosa de todos. Tampoco es cosa de nadie porque Nadie ha faltado a la cita. Es cuando apagamos el ordenador y bajamos al bar de la esquina a ver si encontramos a algún superviviente de lo que se solía llamar la sociedad, alguien que ha dado un salto sobre la grieta y se ha puesto a tu lado como si te reconociera.

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Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")