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«Kull: El Reino de las Sombras» (2008), de Arvid Nelson y Will Conrad

Kull, el atlante que llega a ser soberano de Valusia, revive con extraordinario poderío en esta novela gráfica de 2008, con guión de Arvid Nelson, dibujos de Will Conrad y color de José Villarrubia. Un excelente equipo artístico para narrar los afanes de Kull por hacerse con todo el reino púrpura: una hazaña para la que tanto valen las intrigas como el filo de su espada.

En esta oportunidad, Kull debe enfrentarse a los hombres serpiente: unos mutantes que pueden usar un hechizo para que sus rostros tomen cualquier apariencia. Ni que decir tiene que el monarca necesita un aliado: en este caso se trata del emisario de las islas de los pictos, Brule, también llamado el asesino de la lanza.

Marvel Comics ya dedicó tres series al personaje entre 1971 y 1985. Desde 2006, Dark Horse conserva los derechos que le han permitido editar este tomo.

Nelson y Conrad captan a la perfección las cualidades del personaje creado por Robert E. Howard, un héroe cuya idiosincrasia queda resumida en el siguiente párrafo del escritor tejano: «Kull dirigió una sonrisa inexorable –leemos en Rey Kull–. Acogería con feroz regocijo cualquier clase de acción, fuera la que fuese. Todo este deambular por un laberinto de ilusión y magia resultaba extremadamente irritante para una naturaleza como la suya. Anhelaba poder saltar, oír el sonido de las espadas, y experimentar la gozosa libertad de la batalla».

Cuando en los sesenta, gracias a las reediciones en rústica de Lancer Books, se consolidó la fama de Conan el Bárbaro, y asimismo el género que había inventado Howard –la espada y brujería–, un relámpago surcó la cultura popular. Así, la épica pulp de Howard adquirió carta de naturaleza, y las aventuras del cimmerio se convirtieron en una receta que aprovecharon muchos narradores de fuste inferior.

El caso es que, en esa coyuntura, Kull el Conquistador no fue suficientemente valorado. Hay razones para ello. Por un lado, el propio Howard empleó el personaje como un borrador de Conan. Por otro, Kull es un héroe más introspectivo, pero carece del carisma de Solomon Kane, otra creación del escritor que también inflamó el cielo de la fantasía heroica. Sea como fuere, ha llegado la hora de reivindicar al rey atlante. Y tanto Nelson como Conrad se tomaron en serio esa misión, poniendo a Kull en ese tipo de situaciones que afinan los sentidos y aceleran la sangre.

Gracias al volumen que nos ocupa, recuperamos el primer relato protagonizado por el personaje, «The Shadow Kingdom», publicado por la revista Weird Tales en agosto de 1929.

La adaptación gráfica es fiel al texto original, y la enriquece con subtramas que remiten a esa intriga bizantina en la que acaba convirtiéndose el reinado de Kull.

El desarrollo de esta estupenda novela gráfica es paralelo a la saga de Howard, y por consiguiente, debemos esperar futuras peripecias de este bárbaro coronado, empezando por Kull: The Hate Witch y Kull: The Cat and the Skull. En otras palabras: Continuará.

Sinopsis

El esperado regreso de Kull, el conquistador, uno de los más celebrados personajes de Robert E. Howard, el creador de Conan y de Red Sonja. Destinado a unificar las tierras de Valusia, el enigmático Kull es un rey singular que se siente más cómodo con una espada en sus manos que con un cetro. Los emisarios llegados de cada uno de los rincones de su reino buscan su consejo, pero Kull sólo ha recibido a un misterioso emisario. Así es como empezará la guerra por el destino de la humanidad…

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Dark Horse. Cortesía de Panini Cómics. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.