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Juan Octavio Prenz (1932-2019)

Ha fallecido recientemente este escritor argentino, cuya vasta obra lo define como poeta, narrador, crítico, filólogo y traductor. Intentaré obedecer a la brevedad de esta página para evocarlo, dejando de lado mi amistad con él a lo largo de casi toda una vida y el consejo que seguramente nos daría para estos casos: nada de lágrimas ni de nostalgia sino más bien lo que es más serio pero nada grave: el saber irónico.

De todos sus títulos me quedo con los versos de su libro Habladurías del Nuevo Mundo. En efecto, para Octavio la poesía –lo poético del lenguaje, no tan sólo en forma de poema– pertenece al mundo de la habladuría, de lo dialectal, lo idiomático y no de lo lingüístico. El poeta trabaja con lo rajado, lo anfractuoso, lo descascarado, lo desconchado de la palabra, lo que la palabra oculta a la vez que revela, señalando la penumbra que arroja su luz. Y si lo es, para su caso, porque siempre escribió en español. No en el serbocroata de sus padres, inmigrantes que marcharon a la Argentina desde los restos del imperio austrohúngaro. Tampoco en el italiano que se habla en Trieste, la ciudad donde fincó su casa de emigrado. Octavio se movía fluidamente en ambas lenguas, iba y venía por las cátedras de Trieste, Venecia, Lubiana o Belgrado, antes de recuperar su lugar argentino tras el exilio provocado por la dictadura militar de 1976. Escribió en la lengua de su infancia, mejor dicho: en el habla de su infancia, y mejor dicho aún: en el ejercicio de su habladuría argentina.

Esta adherencia verbal configura un espacio donde habita el escritor emigrante, eventualmente el escritor exilado, obligado a no volver a su tierra natal. Recuerdo a Octavio señalándome el muelle del puerto triestino del cual habían partido sus padres hacia ese lugar desconocido y lejano llamado Argentina. Es el mismo lugar al que había llegado él mismo. De algún modo, el lugar donde aquéllos retornaban. Con una diferencia, esencial para el escritor: el tesoro americano, el tesoro de la habladuría argentina.

También evoco una charla en el café San Marco de Trieste. Si mal no recuerdo, estaba también Claudio Magris, el escritor triestino tan fascinado por un altro mare, por el otro lado del Atlántico. Octavio contaba que al volver a la Ensenada de Barragán, el puerto de la ciudad de La Plata, a orillas del estuario que da, justamente, al Atlántico, notó que “su” Ensenada había desaparecido. Se me ocurrió convocar a Proust: las calles son fugitivas como los años. Nuestra patria no es un lugar dado y físico, sino el lugar creado por la memoria y la habladuría.

Así imagino, velozmente, la vida de Octavio, de un puerto a otro entre el Trieste abandonado por los padres y recuperado por el hijo, y la Ensenada, fundada por los padres y recuperada por el hijo, cuando la Argentina, hospitalario país de inmigrantes, se convirtió en un paranoico país de expulsados. Un puerto no es sólo un lugar de llegada, partida y tránsito, es también un paisaje de aventura, de lejanía por explorar. Octavio supo siempre rechazar el castigo del poder exiliador, con ese algo de pibe travieso que conservó hasta los años de su vejez, laboriosa siempre. Para el aventurero siempre hay un lugar en el mundo si es que lo vemos como un muelle portuario, con el ánimo dispuesto a partir. La muerte es una partida sin regreso pero, en el caso de Octavio, es una vuelta constante a esas páginas donde las habladuría son el verdadero mapa de la patria.

Imagen superior: Premio internazionale Nonino 2019.

Copyright del artículo © Blas Matamoro. Reservados todos los derechos.

Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")

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