Cada vez estoy más convencido de que hay años en los que distintos directores, escritores y creadores captan una misma onda que flota en el éter y dan a luz historias muy similares a la par que distintas, pero con puntos de partida y elementos concomitantes tan inesperados como sorprendentes.
En 1982/1983, el francés Jean-Pierre Mocky estrena Litan, una extraña mezcla de ciencia ficción, thriller, terror esotérico y surrealismo situada en un pueblo francés en mitad de sus carnavales, donde la gente que muere resucita debido a las propiedades de una suerte de río Leteo subterráneo que atraviesa sus entrañas.
El italiano Pupi Avati estrena Zeder, una extraña mezcla de ciencia ficción, giallo y terror esotérico en la que un periodista investiga las llamadas zonas Kappa, como la situada junto a un antiguo cementerio etrusco en la campiña italiana, donde los muertos que son enterrados en ellas resucitan, volviendo con intenciones poco amistosas.
Y Stephen King publica Cementerio de animales, donde el terreno de un antiguo cementerio indio, relacionado con el mito del wendigo, tiene la propiedad de resucitar a los muertos, que vuelven con, lo adivinaron: intenciones poco amistosas.
Las tres historias son muy diferentes, pero poseen un punto de partida similar, se sitúan en pueblos aislados y utilizan referencias a culturas y mitos ancestrales, con toques de folk horror.
Muy difícilmente podían saber los unos o los otros lo que andaba haciendo cada uno de ellos por su cuenta, entre Francia, Italia y Estados Unidos. ¿Casualidad? No lo creo.
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