Marta VelaA la muerte de Vincenzo I, en 1612, Monteverdi habría de abandonar Mantua cuando su sucesor, Francesco IV, despidiese a buena parte de los músicos de la corte. Su destino fue Venecia, donde la desaparición de Giovanni Gabrielli abría uno nuevo ciclo, en que el compositor sería admitido al año siguiente como maestro di capella en la Basílica de San Marcos, en cuya escolanía habría de conocer a un joven cantor, Francesco Caletti, llamado a tomar el testigo de la ópera bajo el nombre de Francesco Cavalli.
La Serenissima República de Venecia se hallaba ya entonces en decadencia respecto de su glorioso pasado medieval, afectada por la toma de Constantinopla y la pujanza de España y Portugal en América, pero aún se revelaba como pieza clave, tanto por su papel comercial en el Mediterráneo y el Adriático, como por sus relaciones con el Oriente.
En tal ambiente de abundancia se inauguró el primer teatro público del mundo, el Teatro di San Cassiano (1637-1812), junto al Campo San Maurizio, abierto a cualquier persona capaz de pagar la entrada, con la ópera como protagonista de tan visionario experimento social, al que siguió la apertura de otros espacios similares.
Y, mientras Mantua caía saqueada por los Habsburgo en 1630, Monteverdi adquiriría desde la laguna una fama mundial pese a la epidemia de peste que asolaba Italia, regresando, en torno a 1640, con más de setenta años, al género de la ópera. Se reestrenó así L’Arianna (hoy perdida), en la temporada de Carnaval de 1639-1640, para la inauguración del Teatro de San Moisè, con gran éxito, y fue sustituida por Il ritorno d’Ulisse in patria, con un triunfo aún mayor que el de la ópera precedente, donde, tal vez, Monteverdi, como su protagonista, expresaba su íntimo deseo de regresar a su Cremona natal antes de su muerte.
Con un lenguaje expresivo sumamente sofisticado, un Ulisse zarandeado por las inextricables fuerzas de la Fortuna, el Amor y el Tiempo, habría de enfrentarse a toda suerte de vicisitudes en la frontera entre la realidad y la fantasía, como en el aria Dormo ancora o son desto? [¿Duermo todavía o estoy despierto?].
El propio compositor se había ordenado sacerdote en 1632 con idea de asegurar su vejez, por un lado y, por el otro, de tener la posibilidad de regresar a su patria por medio algún cargo eclesiástico antes de una muerte que, pese a sus formidables éxitos como compositor de óperas, sentía ya cercana.
Sin embargo, Claudio Monteverdi habría de morir en Venecia, el 29 de noviembre de 1643, sin obtener el galardón que había otorgado a su propio personaje, cuya legendaria aventura podrá escucharse en el Teatro Real de Madrid con Il retorno d’Ulisse in patria de manos de Emiliano González Toro e I Gemelli en versión de concierto.
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Fernando Fraga
