Antes de crear su obra más famosa, Predicador (1995-2000), Garth Ennis se encargó de inventar nuevas aventuras y desventuras para el exitoso personaje del sello Vertigo, el brujo John Constantine, creado por Alan Moore en las páginas de La Cosa del Pantano.
El citado Alan Moore y Neil Gaiman son los autores más aclamados de aquella brillante época, a finales de los ochenta y principios de los noventa, en la que el sello Vertigo de la editorial DC deslumbró a los lectores con obras como Sandman, Los Libros de Magia o Hellblazer. Pero Vertigo también sirvió de plataforma para un guionista de culto, no tan afín a todos los gustos, llamado Garth Ennis.
Primero con obras más o menos de encargo como la que aquí nos ocupa, y más tarde con su épica serie Predicador, el autor irlandés asentó un estilo propio e inconfundible que lo han convertido –y espero que se me permita este comentario personal– en mi guionista de cómics favorito.
No es que sea el mejor. De hecho, sus personajes siempre vienen a ser los mismos con distintos nombres, y tiene cierta tendencia a la repetición y al sermoneo. Pero sus historias poseen un calor humano inusual, y unos valores propios y férreos cercanos a los de los clásicos héroes y antihéroes del lejano oeste.
Irlandés influenciado por el viejo espíritu estadounidense, Garth Ennis en ocasiones abusa de la ultraviolencia, la macarrada y la rudeza, pero bajo ese aparente sensacionalismo, al final el escritor se acerca más a John Ford que a Peckinpah.
En las magníficas historias del comienzo de la serie, aun siendo ejercicios más bien tempranos en la carrera de Ennis, ya se pueden apreciar la mayoría de sus temas recurrentes y fetiches, entre los que se pueden enumerar la reivindicación de la gente común frente a la prepotencia de los poderosos, el poder de la amistad, el amor y la diversión como armas contra la maldad, la apología del desacato o las obligadas referencias bélicas.
Como en muchos cómics de Garth Ennis, lo paranormal y lo fantástico hacen su aparición, pero nunca son más relevantes que las relaciones humanas y los temas realistas, y de hecho, los seres más peligrosos e importantes del Más Allá suelen ser ridiculizados por el protagonista, pese a que eso le pueda acarrear problemas.
La rebeldía chulesca, por lo general, es un arma que desestabiliza a enemigos a los que nunca nadie ha tenido el valor de insultar. Una solución efectiva, pero temporal, y quizá contraproducente, pero los antihéroes de Ennis van viviendo el día a día y ya pensarán en salir airosos de la próxima cuando toque.
En la primera y más larga de las historias del personaje, Malos hábitos (mayo-octubre de 1991), John Constantine se enfrenta a un enemigo que a los lectores hipocondriacos y fumadores nos hace sufrir especialmente: nada menos que el cáncer de pulmón.
En esta línea argumental, Constantine también se ha de librar de la autocompasión (algo también común en los cómics de Ennis), para más tarde combinar magia y picaresca de manera terapéutica. Malos hábitos fue una de las principales influencias de la adaptación hollywoodiense de Hellblazer, Constantine.
Sin dudarlo ni un momento, los fans de Ennis nos quitamos el sombrero (vaquero) por esta recuperación del Hellblazer más canallesco y emotivo.
Sinopsis
John Constantine se muere. Como mago atormentado literalmente por los demonios de su pasado, John no es ajeno a las posesiones infernales ni al horror sobrenatural. Pero el fumar tanto es lo que le ha llevado hasta las puertas de la muerte.
John Constantine tiene cáncer de pulmón. Aunque está condenado al infierno, se sigue riendo en la cara de este mundo tan serio. Pese a su tono sobrenatural, este cómic narra una historia muy sensata sobre la vida, la muerte y los pequeños detalles entre ambas.
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