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Gracia Querejeta: «El montaje es el momento en el que se sufre menos»

A la directora Gracia Querejeta le debemos películas tan singulares y atractivas como El último viaje de Robert Rylands (1994), Cuando vuelvas a mi lado (1999) y Siete mesas (de billar francés) (2007). En 1999, en la entrevista que le hice para la revista Cuadernos Hispanoamericanos ‒y que reproduzco a continuación‒, tuvimos oportunidad de hablar sobre dos ejes de su universo creativo: el cine y la escritura.

¿Qué te inspiró a la hora de realizar Cuando vuelvas a mi lado?

Terminaba ya un anterior proyecto cuando me puse a pensar cuál sería mi nueva película y así, de un modo natural, surgió la historia de tres hermanas que han de hacer un viaje para entregar las cenizas de su madre a otras personas. Un punto de partida pequeño, pero suficiente para que, una vez se lo hube contado a Elias Querejeta, empezásemos a trabajar en el guión.

Ya llevábamos tres meses escribiendo y nos detenía un atasco. Fue entonces cuando propuse la posibilidad de que alguien observase aquellas páginas y diese ideas para escapar del embrollo. La persona sugerida por Elias para ese fin fue Manuel Gutiérrez Aragón, director y guionista que conoce bien nuestra mecánica de trabajo, en apariencia muy caótica. Manolo ha trabajado como un psicoanalista; no ha escrito diálogos ni secuencias, pero ha hecho propuestas.

Se advierte que tuviste mucha compenetración con el reparto.

A la hora de rodar, el trabajo con los actores ha sido estupendo. Encabezan el reparto Marta Belaustegui, Jorge Perugorría, Mercedes Sampietro, Adriana Ozores y Julieta Serrano, y con todos ellos he disfrutado mucho a la hora de filmar, cosa que no me había sucedido en mis dos anteriores largometrajes, porque siempre había algún actor –no citaré nombres– que ocasionaba problemas.

Contamos con la presencia de tres actores franceses porque participamos en los fondos Eurimages, lo cual significa que hay una cuota de técnicos o intérpretes procedentes de Francia. Eurimages es un fondo de ayudas a la cinematografía europea que ofrece varias posibilidades a la hora de financiar proyectos. En realidad, Cuando vuelvas a mi lado es una coproducción con Francia, así que espero no tener problemas para estrenar allí.

El último viaje de Robert Rylands también se exhibió en Francia.

Sí, pero no fue demasiado bien. Me inclino a pensar que al público francés no le gusta mucho el cine español, salvo excepciones como Pedro Almodóvar, Bigas Luna y Carlos Saura. No les gusta Fernando León, no les gusta Julio Medem, y sin embargo, creo que el cine francés actual es infinitamente más pesado y aburrido que el realizado en España.

¿Son imprescindibles las coproducciones?

No va a existir nuestro cine sin coproducciones. Todas las productoras españolas se acogen a esa fórmula con el fin de estrenar con mayor facilidad en el exterior.

Aun así, una película hispanofrancesa, caso de Cuando vuelvas a mi lado, tiene garantizado el estreno en París, pero no su comercialidad.

Dejando a un lado el mercado exterior, lo cierto es que en España se están haciendo más películas y hay un mayor interés del público por ver su propio cine.

Ahora la oferta es muy diversa y no cabe agruparla ni siquiera con etiquetas como la de los nuevos realizadores, que ya no somos ni tan nuevos ni tan jóvenes. Todo ello no significa que hayan desaparecido las dificultades de la industria: hay problemas estructurales y de distribución.

Si hablamos de problemas, tu experiencia con El último viaje de Robert Rylands es muy significativa.

Se rodó en inglés con actores británicos, pese a lo cual se topó con la enorme complicación que significa estrenar en Inglaterra, algo extremadamente difícil, dado que los ingleses cuentan con su propio mercado, el estadounidense, y sólo admiten a ciertos cineastas españoles, entre los cuales se cuentan Víctor Erice, Bigas Luna y Pedro Almodóvar.

No filmé aquella película en inglés con una expectativa de mayor distribución, sino porque la historia sucedía en Oxford y con personajes de allí, por lo cual no tenía ningún sentido que hablaran en español.

En un momento dado dije que esta película formaba una trilogía junto a Una estación de paso (1992) y Cuando vuelvas a mi lado, pues los tres títulos comparten la figura de un padre desaparecido.

Sin embargo, se trata de obras independientes: de Una estación de paso alguien dijo que se asemejaba a una cebolla con distintas capas, algo parecido a lo que sucedía con El último viaje de Robert Rylands. Quizás en Cuando vuelvas a mi lado el núcleo de la cebolla esté desnudo y por ello se ofrezca con mayor contundencia.

Hasta llegar a este punto, tu trayectoria en la industria ha sido poco usual.

Era una niña cuando interpreté uno de los personajes de Las palabras de Max (1977), de Emilio Martínez Lázaro. Pero aunque recibí ofertas para seguir el camino de la interpretación, tenía muy claro que no iba a dejar el colegio por ser actriz. En cambio, siempre me interesó el trabajo al otro lado de la cámara. Fui auxiliar en el equipo de dirección de Dulces horas (1981), de Carlos Saura, y allí fue donde me di cuenta de lo que me gustaba este oficio. Luego llegó el proyecto global Siete huellas, un conjunto de siete cortometrajes entre los cuales figuraba uno mío, Tres en la marca.

También comencé a rodar documentales, empezando por El viaje del agua (1990), y aún continúo haciéndolo, pues lo considero una buena escuela que además me divierte; es una manera totalmente distinta de hacer cine, más ágil y directa.

¿Cuál es tu momento favorito del proceso? ¿El montaje?

De todo el proceso de elaboración de una película, el montaje es el momento en el que se sufre menos: produce mucha alegría ver aquello que has hecho y ordenarlo, reunirlo.

Sufro mucho más a la hora de redactar el guión, un trabajo solitario a través del cual construyo los pilares de la película. Y si el guión está mal –es obvio–, también lo estará todo aquello que venga detrás.

Ya que hablamos de guiones, hay uno que te ha causado más de una dificultad. Me refiero a El último viaje de Robert Rylands.

Es que nunca había sucedido aquí lo que nos ocurrió con El último viaje de Robert Rylands: acabar delante de un juez. Es legítimo que a un autor literario no le guste la película para la cual ha vendido los derechos de su obra, pero ese tipo de polémicas nunca habían terminado en los tribunales.

En este caso, la sentencia le da la razón a Javier Marías, basándose en que el contrato que firmamos con él especifica «compra de derechos para la adaptación de la novela Todas las almas», y según esa sentencia lo que yo he hecho no es una adaptación. Pero cuando nosotros empezamos a pagar esos derechos con toda la buena fe, aún no sabíamos qué guión íbamos a tener entre manos, y de hecho empezamos nuestro trabajo pensando que realizaríamos una película más cercana a la novela de lo que resultó al finalizar la escritura, dos años después.

Hemos recurrido la sentencia y no sé lo que sucederá en el futuro, pero en el caso de que sigan fallando a favor de Javier Marías, se planteará un precedente complicado, pues a partir de ese momento los contratos de venta de derechos firmados entre productores y autores literarios tendrán de tener tal número de cláusulas que serán tan gruesos como un listín telefónico.

Imagen superior: Semana Internacional de Cine de Valladolid.

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Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.