«Los antropólogos ‒escribe Richard Wrangham‒ sugieren con frecuencia que cuando se empezó a controlar el fuego una de sus contribuciones principales fue la de proporcionar calor a la gente, pero esa idea supone erróneamente que, antes de empezar a cocinar, nuestros antepasados habrían tenido dificultades para calentarse a falta de fuego»
Como atento observador de chimpancés y gorilas, este primatólogo británico sabe que el resto de los grandes primates puede mantener el calor sin necesidad de una hoguera. Tras el estudio de múltiples evidencias, su conclusión es clara: nuestros ancestros dominaron el fuego, pero lo relevante es que eso les ayudó a mantener la temperatura corporal estando inactivos. En el fondo, reunirse en torno a una fogata era la mejor manera posible de cohabitar, y esa nueva habilidad social de los primeros humanos también supuso una influencia fundamental sobre su naturaleza.
Los datos que proporciona Wrangham en este ensayo son muy reveladores. El dominio de las llamas propició la pérdida del pelo corporal, y esa variación hizo que los humanos pudieran resistir mucho más tiempo a la hora de correr. La carrera, al parecer, es otra habilidad que enfrentó a la primitiva humanidad con sus rivales. Es decir, con el resto de depredadores con quienes competíamos como cazadores o carroñeros a la hora de obtener carne. Y ya sabemos que este mayor consumo de carne tuvo un poderoso efecto en la fisiología cerebral.
Más consecuencias… Imaginemos una centelleante hoguera prehistórica, con un grupo alrededor. Lo más probable es que esos comensales junto a la lumbre fuesen razonablemente tranquilos, dado que tenían que aceptar de forma habitual la presencia ajena. Añade Wrangham que habría sido menos probable que irritasen a sus compañeros. También sentirían menos temor, habrían disfrutado de un mayor acceso a los alimentos cocinados al fuego, y lo más importante, «habrían transmitido más genes a las siguientes generaciones que los matones intemperantes y de ojos desorbitados que perturbaban la paz, hasta el extremo de ser condenados al ostracismo por una coalición de los tranquilos». Lo que vino después, ya lo adivinan.
Apasionante y muy pedagógico, el libro de Wrangham es toda una lección sobre los orígenes de nuestro comportamiento. Escrito de forma clara, nada académica, En llamas es una lectura muy recomendable para quienes quieran conocer nuevas evidencias sobre los albores de la humanidad.
Sinopsis
Desde Darwin y El origen del hombre, la evolución y la dispersión mundial de los seres humanos se han atribuido a nuestra inteligencia y adaptabilidad. Pero el renombrado primatólogo Richard Wrangham presenta una alternativa sorprendente: nuestro éxito evolutivo es el resultado de la cocina. En una innovadora teoría acerca de nuestros orígenes, Wrangham muestra que el cambio de consumo de alimentos crudos a alimentos cocidos fue el factor clave en la evolución humana. Una vez que nuestros ancestros homínidos comenzaron a cocinar su comida, el tracto digestivo humano se contrajo y el cerebro creció. El tiempo, una vez dedicado a masticar alimentos crudos y duros, podía emplearse para cazar y cuidar el campamento. Así, la cocina se convirtió en la base para la unión de pareja y el matrimonio, creó el hogar e incluso condujo a una división sexual del trabajo. En resumen, una vez que nuestros antepasados se adaptaron al uso del fuego, la humanidad comenzó. Como nuestros ancestros se adaptaron al uso del fuego, los humanos emergieron como «los simios de la cocina». Al rastrear las implicaciones contemporáneas de las dietas de nuestros antepasados, En llamas arroja nueva luz sobre cómo llegamos a ser la especie social, inteligente y sexual que somos hoy. Una nueva y revolucionaria teoría de la evolución humana cuya lectura fascinará a aquellos interesados en nuestros orígenes o en nuestros modernos hábitos alimenticios.
Richard Wrangham (Reino Unido, 1948)
Profesor de Antropología Biológica en la Universidad de Harvard desde 1989 y de biología del comportamiento de primates en el Museo Peabody. Coautor de Demonic Males y coeditor de Chimpanzee Cultures, Wrangham comenzó su carrera como investigador en el centro de estudio de campo de chimpancés de Jane Goodall en el Parque Nacional de Gombe, en Tanzania, y ha estudiado a estos primates en el Parque Nacional de Kibale, en Uganda, desde 1987. Durante su carrera ha realizado una extensa investigación sobre ecología de primates, nutrición y comportamiento social. Sus principales intereses son la ecología del comportamiento de los chimpancés, la evolución de la violencia y la tolerancia, la adaptación de la dieta humana y la conservación de los chimpancés y otros simios. Es conocido por su trabajo sobre la evolución de la guerra humana, expuesto en su exitoso libro Demonic Males, y sobre el papel de la cocina en la evolución humana, descrito en su libro En llamas. Cómo la cocina nos hizo humanos. Junto con Elizabeth Ross, cofundó el Proyecto Kasiisi en 1997 y es patrocinador de la Asociación de Supervivencia de los Grandes Simios (GRASP). Vive en Cambridge, Massachusetts. En marzo de 2008, fue nombrado maestro de la Currier House en Harvard College. Recibió el título honorario de doctor en Ciencias de la Universidad de Oglethorpe en 2011.
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