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«En defensa de la Ilustración», de Steven Pinker

Se suele repetir que vivimos en el peor de los mundos posibles. Dicen que giran sobre nosotros los días y las noches de la violencia, el hambre y la ignorancia. Como si bruscamente nos hubiéramos acercado al abismo, o como si el destino nos hubiese atropellado de golpe.

Con esos argumentos, las redes sociales y los medios de comunicación nos invitan a arrepentirnos de haber nacido en esta época. ¿Y cuál es nuestra respuesta? Pues no es otra que repetir el tópico de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Frente a esta sarta de quejas y medias verdades, cabría contestar muchas cosas. Y es en ese punto donde conviene recurrir a Steven Pinker. Este profesor de ciencias cognitivas lleva tiempo desentrañando lo que nos lleva a construir esa monstruosa e irremediable imagen del mundo, precisamente en las décadas menos violentas, más prósperas y más avanzadas ética y tecnológicamente de la historia.

Al leer esta contundente defensa de los ideales de la ciencia, la razón, el humanismo y el progreso, uno recuerda el ejemplo que suelen emplear algunos psicólogos para demostrar lo que diferencia el mundo real y el mundo según lo percibimos. Imaginen una habitación a oscuras. Encendemos una linterna y enfocamos el haz de luz, iluminando un rincón específico. Resulta que está cubierto de telarañas. Nuestra primera impresión es que toda la estancia tiene ese aspecto desolador que suelen mostrar las películas de terror. ¿Y qué sucede cuando subimos las persianas? Resulta que la habitación está ordenada y perfectamente limpia, con la sola excepción de esas telarañas.

Este es un buen ejemplo del peso que tienen los sesgos y los indicios en nuestra interpretación de la realidad.

¿Se acerca el apocalipsis? Parece que no. Si uno olvida el griterío de las tertulias televisivas y el ruido de los diarios digitales, y observa las métricas más fiables sobre nuestra calidad de vida, caerá en la cuenta de que hay muchas razones para la tranquilidad. A nivel global, mejoran los índices de educación, mejora la esperanza de vida, decaen progresivamente la violencia y la pobreza, y por añadidura, cada vez somos más respetuosos con los derechos humanos. ¿En qué momento decidimos sustituir esas evidencias por el fatalismo y la furia? Todo dependerá de nuestras circunstancias personales ‒cuando la vida te golpea, una estadística global no es consoladora‒. Pero no se preocupen, estas cosas nos pasan a todos, antes o después. Lo importante es reconocer que los sesgos nos juegan malas pasadas.

En su libro, Steven Pinker nos ilumina con un torrente de datos, y de paso, nos hace ver que la herencia de los pensadores ilustrados y de la revolución científica nos ha llevado a disfrutar de un progreso que no conoció ninguno de nuestros antepasados. Y es que, a pesar de las crisis, a pesar del sensacionalismo de los medios, a pesar de tantas noticias negativas que martillean en nuestras conciencias, todos los problemas del planeta tienen solución, y de hecho, el compromiso con la ciencia y con la faceta más compasiva de la humanidad nos ha situado en una circunstancia que envidiaría cualquiera de nuestros predecesores. Llámenlo optimismo racional (por usar una expresión de Matt Ridley).

El ideal del progreso guía los razonamientos que Pinker ordena en este ensayo, todo un antídoto frente a la desesperanza ‒aliada de la «posverdad», de la conspiranoia y del populismo autoritario‒, y una invitación al pensamiento crítico a la hora de valorar los logros y las metas de la condición humana.

Como ya hizo en 2011 con Los ángeles que llevamos dentroPinker vuelve a señalar nuestro sesgo de negatividad y nos convence con el vigor de sus argumentos. En el necesario debate que hemos de establecer ante los problemas más complejos del planeta, resulta imprescindible tener en cuenta ensayos como este: un texto sólido e inteligente que reivindica un modelo de progreso más que deseable.

Sinopsis

Tras el éxito de La tabla rasa y Los ángeles que llevamos dentroSteven Pinker, uno de los mayores especialistas mundiales en el estudio de la mente, nos propone una reveladora visión del progreso humano.

Si creías que el mundo estaba llegando a su fin, esto te interesa: vivimos más años y la salud nos acompaña, somos más libres y, en definitiva, más felices; y aunque los problemas a los que nos enfrentamos son extraordinarios, las soluciones residen en el ideal de la Ilustración: el uso de la razón y la ciencia.

En esta elegante evaluación de la condición humana en el tercer milenio, el científico cognitivo e intelectual Steven Pinker nos insta a ver con otra perspectiva los titulares alarmistas y las profecías de la perdición que juegan con nuestros prejuicios psicológicos. En cambio, haciendo uso de datos empíricos, muestra que la vida, la salud, la prosperidad, la seguridad, la paz, el conocimiento y la felicidad van en aumento, no solo en Occidente, sino en todo el mundo. Este progreso no es el resultado de alguna fuerza cósmica. Es un regalo de la Ilustración: la convicción de que la razón y la ciencia pueden mejorar el florecimiento humano.

Lejos de ser una esperanza ingenua, la Ilustración, ahora lo sabemos, ha funcionado. Pero hoy más que nunca necesita que la defendamos con vigor. Con profundidad intelectual y estilo literario, En defensa de la Ilustración defiende la razón, la ciencia y el humanismo: los ideales que necesitamos para enfrentar nuestros problemas y continuar nuestro progreso.

Steven Pinker (Montreal, 1954) es un prominente psicólogo experimental americano, científico cognitivo y un popular escritor, conocido por su defensa enérgica y de gran alcance de la psicología evolucionista y de la teoría computacional de la mente.

Es profesor del departamento de ciencias cognitivas y del cerebro y director del Centro de Neurociencia Cognitiva McDonell-Pew en el Instituto de Tecnología de Massachusetts.

Realizó sus estudios en la Universidad McGill y en la Universidad de Harvard, donde obtuvo su doctorado. Recientemente ha sido elegido para ingresar en la Academia Americana de las Artes y las Ciencias, y es miembro de la Asociación Psicológica Americana y de la Sociedad Psicológica Americana.

El instinto del lenguaje (1994), está considerado uno de los mejores diez libros de 1994 por el New York Times, el London Times y el Boston GlobeCómo funciona la mente (1997) ganador del Premio de Ensayo Científico de Los Ángeles Times y del Premio William James de la APA, y finalista del Premio Pulitzer y del Premio del Círculo Nacional de Críticos de Libros.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.