Peter Biskind y otros analistas del Nuevo Hollywood han descrito la escena: George Lucas y Steven Spielberg estaban alojados en el Mauna Kea Beach Hotel, de Hawái, poco antes de que se estrenara La guerra de las galaxias. Ambos se sentían inquietos con el porvernir de sus respectivas carreras. Con la mirada fija en la línea del horizonte, charlaron acerca de la literatura pulp, las películas de episodios e incluso las cintas de James Bond. «¡No sabes cuánto me gustaría dirigir ahora una película de James Bond!», exclamó Spielberg. De inmediato, Lucas reaccionó: «Pues yo tengo algo mejor que eso. ¿Te apetece participar en ello?». Spielberg no se lo pensó dos veces: «Lo que quiero es dirigirlo».
«Cuando era niño –señala George Lucas–, me encantaba ir a ver los seriales de las tardes de sábado en el cine local. Flash Gordon, Buck Rogers, Don Winslow de la Guardia Costera, Tim Tyler’s Luck, El Zorro y tantos otros que tenían mucha acción y escenas de suspense. (…) Mientras me encontraba escribiendo el primer borrador de lo que luego se convertiría en Star Wars, volví a ver muchos de esos seriales de los años treinta y cuarenta; en unos cuantos de ellos, el héroe intentaba localizar un ídolo perdido o una tumba escondida. Entonces me di cuenta de que también podría funcionar otro tipo de personaje: un intrépido arqueólogo, aventurero, profesor, playboy, saqueador de tumbas. Un experto en ocultismo equipado con un látigo y una pistola. Apunté un nombre que pensé que era bastante bueno: Indiana Smith. Años después de eso, un buen amigo mío firmó con la productora como director: Steven Spielberg. (…) Me convenció de que cambiara el apellido de Smith por Jones, y propuso a Harrison Ford como la encarnación perfecta de nuestro hombre».
El elemento principal de la aventura prevista por ambos era el Arca de la Alianza, una reliquia con poderes sobrenaturales, codiciada por los nazis. Esto último fue idea de otro director, Philip Kaufman, que años atrás quiso poner en marcha un proyecto relacionado con los aspectos esotéricos del Tercer Reich. Un tema que, por otro lado, se había puesto de moda gracias a libros como El retorno de los brujos (1960).
A lo largo de ese diálogo entre Lucas y Spielberg, fue adquiriendo forma el nuevo proyecto. En realidad, Indy viene a ser un collage. Tiene algo de Harry Steele, el cazatesoros interpretado por Charlton Heston en El secreto de los incas (The Secret of the Incas, 1954), la inolvidable cinta de aventuras de Jerry Hopper. También posee ingredientes de una serie de novelas pulp: las protagonizadas por Doc Savage, un héroe nacido de la imaginación literaria de Lester Dent, quien le dedicó 181 entregas bajo el seudónimo de Kenneth Robeson. De hecho, es más que probable que tanto Spielberg como Lucas leyesen alguna reimpresión de las aventuras de Doc Savage, editadas originalmente entre 1933 y 1949.
Obviamente, Jones no se parece a Savage –éste último es un superhombre intachable e Indiana puede llegar a ser una calamidad–, pero sus peripecias tienen elementos comunes. Ambos luchan contra realidades malignas que pueden adquirir dimensiones sobrenaturales y hacen descubrimientos prodigiosos. Hay secundarios carismáticos que apoyan al héroe y villanos aristocráticos que intentan eliminarlo. Y por supuesto, surgen peligros arrolladores que siempre se conjuran en el último instante… En definitiva, todo lo que era habitual en los seriales y en los folletines clásicos, incluido el cliffhanger de rigor.
Para no especular en exceso en torno a la vida académica de Jones, sus creadores se inspiraron en un famoso historiador y profesor de la Universidad de Yale, Hiram Bingham III, descubridor de la ciudad perdida de Machu Picchu, autor del libro The Lost City of the Incas (1948) y responsable de un expolio arqueológico que aún se comenta en Perú. Otro personaje en el que encontraron rasgos de la personalidad de Jones fue el explorador Percy Fawcett, desaparecido misteriosamente en el Amazonas en 1925.
El vínculo del doctor Jones con el mundo del cómic viene dado por el diseñador del personaje: el dibujante Jim Steranko. Vigilado de cerca por George Lucas, Steranko decidió que al arqueólogo le iría bien lucir una cazadora de piloto, cartucheras y un sombrero fedora como el Harry Steele. Naturalmente, el látigo es un guiño a El Zorro, de acuerdo con la interpretación que Douglas Fairbanks hizo del enmascarado.
Uno de los productores ejecutivos de En busca del arca perdida, Howard Kazanjian, recuerda cómo evolucionó la idea: “Lucas decía: ‘Estoy pensando en una película de aventuras. Algo ambientado en los años treinta o cuarenta’. Luego, meses después, añadió: ‘Habrá nazis y misterios ocultos’. Y finalmente, nos dijo: ‘Tengo al héroe: un arqueólogo sombrío llamado Indiana Jones'».
El guion fue elaborado por Lawrence Kasdan. Previamente, a lo largo de cuatro días, Spielberg, Lucas y él decidieron los principales giros y los momentos que debían generar suspense, humor, acción o antagonismo. La premisa estaba muy clara: «Queríamos hacer una super película de serie B».
Kasdan convirtió a Indiana Jones en un tipo inteligente, que improvisa sobre la marcha, sonríe con un punto socarrón, se las ve y se las desea para mantenerse con vida, y lo más importante, vibra en compañía del personaje interpretado por Karen Allen. La idea de que, sobre todo en los primeros minutos del film, el arqueólogo esté a punto de ser aniquilado por todo tipo de trampas y accidentes se le ocurrió a Kasdan al recordar Viaje al centro de la Tierra (1959), de Henry Levin.
Sin excepción, los secundarios son espléndidos. Denholm Elliott es el perfecto profesor de universidad. Paul Freeman aporta humanidad al perverso arqueólogo Belloq. Ronald Lacey convierte a su personaje, un turbio agente nazi, en un villano de tebeo. Y John Rhys-Davies acumula ternura y simpatía cuando encarna al compañero egipcio de Indy, Sallah.
El montaje de Michael Kahn y la fotografía de Douglas Slocombe merecerían todo un artículo. Sin duda, el ritmo y la textura visual de la pelicula albergan ingredientes muy clásicos, pero están diseñados para dejar con la boca abierta a la audiencia de 1981. También está a la vista la buena forma en la que se halla Spielberg, un realizador que orienta nuestra atención con ingenio, optimismo y sentido de la maravilla.
El compositor John Williams asume de buen grado la épica del cine de los años cuarenta y le añade una emoción constante, que no nos abandona en todo el metraje. A ello hay que añadir los maravillosos efectos visuales de Industrial Light and Magic
Como productor, Lucas dejó claras sus intenciones antes del estreno: «Probablemente En busca del arca perdida atraiga a más público que Star Wars. Tiene puntos lo bastante fuertes para ello. Por otro lado, siento cierta responsabilidad hacia los niños que verán la película, porque mi nombre está en ella, y también los de Harrison y Steven. Pero nunca he querido ser como Disney, y no quiero dejarme arrinconar». Lucas defendió en una entrevista con Michael Sragow la reputación de Spielberg: «Es un director brillante. Recibió muchas críticas negativas por 1941, pero su dirección fue brillante, aunque la idea fuera terrible. Los directores a menudo son juzgados injustamente. Si gastan más tiempo y dinero en mejorar una película, los consideran autoindulgentes. Si toman atajos, dicen que su estilo es televisivo. La verdad es que yo he tenido mucha suerte con mis directores. Tanto Steven como Irvin Kershner, el director de El imperio contraataca, poseen talento y seguridad. Ambos fueron capaces de tomar o rechazar mis sugerencias. Mi empresa trata de ponerse al servicio del director. Si se pasa del presupuesto, no debería ser culpa suya. Pero un director no puede simplemente decir que va a hacer la mejor película posible. Tiene que trabajar por un precio».
«Star Wars ‒añade Lucas‒ se desarrolló como una saga, pero lo que me interesa de En busca del arca perdida es este fascinante personaje. Si yo mismo pudiera ser una figura de ensueño, sería Indy. No es solo que me interese la arqueología o la antropología. Mucho de eso también está en Star Wars. Es que Indy puede hacer cualquier cosa. Es como muchos héroes diferentes de los años treinta, pero esta vez juntos. Se trata de un arqueólogo y aventurero renegado, pero también es profesor universitario, y asimismo tiene su lado de Cary Grant. En algunas historias, lo veremos con sombrero de copa. No queremos convertirlo en Superman, simplemente está abierto a todas las posibilidades. En busca del arca perdida será la más orientada a la acción de las películas de Indiana Jones. Las otras deberían tratar más con lo oculto».
Y de hecho, así fue. Indiana Jones y el templo maldito (1984), Indiana Jones y la última cruzada (1989) e Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008) tienen una dimensión fantástica mucho más acentuada. Algo que, por otro lado, las distancia de la teleserie Las aventuras del joven Indiana Jones (1992), cuya vocación pedagógica estaba centrada en contar la historia del siglo XX.
Sragow también charló con Spielberg en 1981. Sus declaraciones nos proporcionan un resumen bastante claro del modo en que se rueda una obra maestra con la mirada puesta en el cine clásico. «En busca del arca perdida tenía un presupuesto para ochenta y cinco días ‒explica el cineasta‒, pero mi productor, Frank Marshall, y George Lucas sabían que, en secreto, tenía previsto filmarla en setenta y tres. Y acabé doce días antes. (…) Conocía los storyboards de memoria. Filmé muchos planos de cobertura, hice muchos recortes en mi cabeza y, por primera vez, usé un director de segunda unidad [Michael D. Moore] que trabajó a partir de mis guiones gráficos y agregó algunas genialidades propias. El equipo quería una película de serie A, yo quería una de serie B-plus. Los animé a bajar a mi nivel de aficionado al pulp. Había dos formas en que podría haber hecho esta película: podría haberla hecho como una película negra neo-brechtiana, con sombras al estilo de El tercer hombre (1949), de Carol Reed, o Sed de mal (1958), de Orson Welles. Pero luego me di cuenta de que lo que podía ser excitante para mí también podía arruinar una película comercial. No tenía sentido imponer valores de producción o ruido visual. Me limité a contar la historia. Además, estaba feliz haciendo esta película, en gran parte gracias a George Lucas y Harrison Ford. Ambos fueron mis colaboradores a tiempo completo».
Al aceptar que este fue un proyecto colectivo, el director también elogiaba implícitamente a otros colaboradores menos conocidos: los decoradores Norman Reynolds, Leslie Dilley y Michael Ford, la diseñadora de vestuario Deborah Nadoolman, el especialista en maquillaje Chris Walas, el ilustrador de ILM Ralph McQuarrie, el dibujante de storyboards William Stout, el creador del póster Drew Struzan, el ingeniero de sonido Ben Burtt, los supervisores de efectos visuales Kit West y Richard Edlund, y otros genios de la ILM, como Edward Hirsh, Paul Huston, Jerry Jeffress o Joe Johnston. «George ‒dice Spielberg‒ tiene una compañía donde todos son grandes personas. El tipo de personas que te gustaría llevar a casa a cenar y con las que mantendrías amistad por el resto de tu vida. Era como cambiar de colegio, cosa que hacía con frecuencia de niño, ya que mi padre era informático y nos mudábamos mucho. En este caso, me sentí como si me hubiera cambiado a la clase de octavo grado de George Lucas«.
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