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Coppola en la Comic-Con de 1992

Fue una suerte hace 30 años cruzarme con Francis Ford Coppola por un pasillo de la Comic-Con de San Diego: iba solo, nadie le rodeaba, ningún amigo ni fan, y por eso dudé un segundo de su identidad antes de abordarle.

Me sorprendió su pinta de mafioso ‒después, al conocer a varios directores españoles que lo son literalmente, como el más popular de mi generación, esa sorpresa hoy se me antoja exótica‒ y lo cordial que me respondió a mi petición de una foto.

Yo ya era fan de El Padrino y de Apocalypse Now, que por aquella época todavía la crítica la ponía fatal. Él se hallaba en el evento ‒agosto de 1992‒ para promocionar el inminente estreno de Drácula. Yo, a mis 20 años, viajaba por primera vez a los USA con mis primeros ahorros y un tesoro: la acreditación como redactor jefe de Ediciones La Cúpula, que me abrió las puertas del festival y me permitió conocer a muchísimos ídolos.

Esa semana vi lo peor y lo mejor de la industria cultural USA: pude estrechar la mano de héroes como Dave Stevens, Arthur Adams, Andy Helfer o Will Eisner; perseguí corriendo a Frank Miller por todo el Salón; se me cayó el alma al suelo al contemplar a otros mitos como Ernie Chan cobrando diez dólares por dibujo dedicado.

Y de vuelta a casa, fui al cine a ver el Drácula de Coppola. Me fascinó como apabullante fantasía visual ‒sigue pareciéndome el director de Hollywood más dotado y con mayor vuelo artístico de su generación‒, pero por entonces, como guionista en ciernes, me sentí estafado por el libreto: el responsable del guion era un incompetente, James V. Hart, responsable de otro desaguisado (Hook) para otro genio del cine, Spielberg. Qué pena, pensaba yo, que por ser estadounidense aceptemos de buen grado aquello que de ser español provocaría ninguneos, burlas y desprecios.
Pero así somos las culturas colonizadas.

Como súbdito que yo también soy de la cultura imperial, sigo considerando que fue una suerte hace 30 años cruzarme con Francis Ford Coppola por un pasillo de la Comic-Con de San Diego.

Y le agradezco su cortesía con aquel joven desconocido que, por la pinta, podría haber sido vecino de sus ancestros italianos.

O un aprendiz de sicario.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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