Hay dos tendencias que cobran fuerza en los últimos tiempos: la amnesia selectiva, con todo lo que esta conlleva, y la atomización de la sociedad en grupos tribales, azuzados por el rencor. Siguiendo a Pinker, podemos creer que nunca ha habido una época mejor y más pacífica que la nuestra. Y sin embargo, esos dos defectos ‒el olvido parcial y el resentimiento‒ propician una visión del mundo bastante fragmentaria y hostil.
Este magnífico ensayo de Gaizka Fernández Soldevilla va en contra de esa doble corriente. Por un lado, su poderoso esfuerzo documental reivindica la memoria de aquellos que han sufrido la barbarie terrorista, especialmente feroz en décadas pasadas. Y por otro, analiza la involución ideológica y moral que conduce (y podría volver a conducir) a eso que, empleando un tibio eufemismo, llamamos «lucha armada».
En este sentido, El terrorismo en España no solo es un admirable ensayo histórico, tan estremecedor como sensible. También plantea una visita al cuarto de calderas de las diversas bandas terroristas que han actuado en nuestro país. Un fenómeno que en ningún caso es uniforme, y que ha dependido de distintos estímulos y espejos en los que mirarse.
Para los españoles, esa bestia negra se identifica muy especialmente con ETA, responsable de más de 800 asesinatos y de casi un centenar de secuestros. Crímenes que muchos casos han quedado impunes, por una u otra razón, y que ahora, además, se difuminan en un «relato» que regula el flujo de lo que debe o no decirse acerca de los asesinos y de sus víctimas.
A propósito de estas últimas, subraya el autor lo siguiente: «Los perpetradores las intentaron animalizar y cosificar antes de borrarlas de la faz de la tierra; los apologistas del terrorismo pretenden ahora que los damnificados caigan en el olvido. Para evitar que ocurra, los historiadores debemos elaborar un relato veraz en el que las víctimas sean visibles».
Aunque en la obra hay alusiones a otros momentos del siglo XX, Fernández Soldevilla se centra en el terrorismo verificado a partir de los años sesenta. En ese catálogo, encontramos las diversas encarnaciones de un fenómeno esencialmente inmoral. Grupos heterogéneos como el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL). Bandas de corte nacionalista e izquierdista, surgidas en el tardofranquismo y enfrentadas a nuestra democracia (ETA, Terra Lliure, EGPGC, etc.). Terrorismo parapolicial y de extrema derecha al final de la dictadura y en los comienzos de la Transición (culpable de alrededor de 91 víctimas mortales). Terrorismo de extrema izquierda (el FRAP, los GRAPO ‒92 asesinatos‒ y otros grupos armados de este jaez). Y por último, distintas versiones del terrorismo yihadista.
«Puede aducirse que un abismo separa a organizaciones como el DRIL, ETA y Al Qaeda ‒señala el autor‒. Es cierto que hay diferencias sustanciales entre ellas: doctrinales, tácticas, de ciclo histórico… Ahora bien, ¿y el daño que han causado? ¿Es tan distinto? Si adoptamos la perspectiva de sus víctimas (…) la respuesta es que todos los perpetradores se asemejan».
Modélico en todos sus aspectos, delineado casi al bisturí, y al mismo tiempo, profundamente conmovedor, este ensayo resume esa ofensiva de muerte que empieza en 1960 y que algunos desmemoriados siguen legitimando (Es más, parece que frases como «la lucha armada es el eje de la liberación popular» aún despiertan una inexplicable nostalgia).
Tras la lectura de esta obra, uno vuelve a plantearse un par de preguntas ‒las mismas de siempre‒: ¿Es acaso posible defender o justificar hoy esa apuesta por el terror? ¿Quién puede apoyar decentemente el amedrentamiento y el asesinato en nombre de una ideología o de una fe absoluta?
Sinopsis
El 27 de junio de 1960 la explosión de una bomba causó heridas a una niña, Begoña Urroz, que falleció al día siguiente. Aquel atentado inauguraba la historia del terrorismo en España. A lo largo de sus páginas se asoman el DRIL, ETA, el BVE, los GRAPO, los GAL, Al Qaeda o Dáesh. Fueron organizaciones muy diferentes: nacionalistas radicales, de extrema izquierda, ultraderechistas, parapoliciales, internacionales o yihadistas. No obstante, a todas les guiaba el mismo principio: el fin justifica los medios sangrientos.
Además de analizar la trayectoria de las distintas bandas terroristas, en la presente obra se presta especial atención a sus damnificados. El Ministerio del Interior ha registrado 1.451 asesinatos y 4.983 heridos en atentados producidos desde 1960 hasta la actualidad. Rescatando algunas de sus biografías, se confiere a las víctimas del terrorismo un papel destacado en el relato.
Este libro nos permite comprender un fenómeno que no solo ha marcado nuestro pasado reciente, sino que todavía hoy supone una de las mayores amenazas a las que nos enfrentamos.
Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.
Copyright de imágenes y sinopsis © Cátedra. Reservados todos los derechos.