La vida de Alexander Glazunov transcurrió sobre arenas movedizas. Vio caer el zarismo, llegar a Trotski y a Lenin, inhumados por Stalin, advirtió que surgía Stravinski y se inventaba el atonalismo.
Ante semejantes convulsiones, incluida la primera mitad de la guerra mundial, adoptó una actitud prudente y se protegió en la solidez de unas actualizadas tradiciones. Es interesante encarar su obra de cámara, que Scene DG publicó ordenadamente con la serie de sus Cuartetos. En ella aparece el mejor Glazunov, liberado de los efectos de sus obras con mayor formato: conciertos de acariciante y expandido romanticismo, ballets coloridos, cosas de ocasión académica.
En el cuarteto, Glazunov se vuelve introspectivo, atento al pequeño detalle, reconcentrado en una expresividad meditativa. Es una música, si se quiere, solitaria, como si el escucha sorprendiera al músico envuelto en un bosque deshabitado u oculto en un lejano y aislado pabellón. Estas dos obras datan de su primera época (1882 y 1898) y exhiben sus preferencias juveniles: una construcción brahmsiana pasada por Borodin, los encantos sensuales de las armonizaciones francesas.
Estamos en compañía de un romántico pero ya fuera del romanticismo o, tal vez, advirtiendo que no existe música sin tales parentescos.
Disco recomendado: A. Glazunov (1865-1936): Cuartetos completos vol.1 (Cuartetos nº 3 op.26 & 5 op.70) / Utrecht String Quartet / MDG / Ref.: MDG 1236 (1 CD) D2
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