«Tenés el corazón del lado de afuera». Ese reproche irreprochable es del Negro Blanco.
El Negro Blanco es una serie de tiras de cómic que apareció publicada en la contraportada del diario argentino Clarín de 1987 a 1994. En 2006, Ediciones Ivréa (donde, no por casualidad, trabajaba Alejo Valdearena) la recopiló en diez tomitos (en un formato parecido a las series italianas de Bonelli, y eso también me chifla) muy cucos, seis de los cuales me ha prestado mi amigo Chiqui. Hasta donde yo sé, que es nada, esa serie es inédita en España.
El Negro Blanco está escrita por Carlos Trillo y dibujada por (ahí mi ignorancia ya clama al cielo) un maestro que desconocía, el bonaerense Ernesto García Seijas. El protagonista es una especie de Nacho Vigalondo más corpulento (pero no más argentino), un periodista treintañero del que se narran sus vicisitudes con el “laburo” y las mujeres. La verdad es que la trama da igual.
Lo fascinante es el oficio, en el mejor sentido posible que le quede por rezumar a esta palabra. Trillo se mueve como pez en el agua, ya sea de rosas o fecales, con unos personajes que parece saberse al dedillo. Los maneja como si fueran sus familiares. Los mete y saca de situaciones como experto bailarín. El ámbito de tonos y registros que domina es amplísimo, supongo que para no pillarse los dedos en la entrega diaria y poder aferrarse a miles de recursos que un solo ambiente de género no permitiría: coquetea con el enredo sentimental o de pronto se embarca en aventuras pulp, todo con idéntico pulso y solidez profesionales. Los personajes nunca están desvirtuados, siempre son fieles a sí mismos y, por ende, al lector.
La maquetación se ha reestructurado para que el formato de lectura devenga en páginas orgánicas de cómic y no reste una mera alineación de tiras gráficas, sin que casi nunca se note el punto de sutura, cuando lo habitual es que las tiras de prensa recopiladas exhiban un remache de unión semejante a los límites desiguales de una carretera asfaltada a tramos.
García Seijas es, directamente, un artistazo. La cantidad de trabajo y talento que hay en cada viñeta me parece ya no digna de, sino pareja a la de los clásicos estadounidenses. Encaja con un realismo delicioso las situaciones más indomables. A veces parece un hijo de Alex Raymond, otras el hermano mayor de Alfonso Font.
Cuando lees trabajos así te das cuenta de que puede gustarte o no lo que cuentan, puede importarte un pimiento lo que ocurre, pero hay una dedicación, una altura y un conocimiento que solamente están al alcance de los artistas curtidos que aman lo que hacen y trabajan duro.
Y, aunque te la repampinflen las historietas de El Negro Blanco, si empiezas su lectura vas a terminar como yo: queriendo saber si El Negro y Chispa se quedarán juntos.
Sinopsis
En noviembre de 1987 tembló la arquitectura de un territorio clave para la historieta nacional. La última página del diario Clarín se quedaba sin el Loco Chávez y su novia Pampita: la parejita ‒creación de Carlos Trillo y Horacio Altuna‒ emigraba a España poniendo fin a doce años de historia. Para ese entonces, el Loco y su novia eran tan indispensables en el desayuno de los argentinos como el café con leche. ¿Cómo llenar semejante hueco? Tarea difícil. para cualquiera, pero no para Carlos Trillo que, esta vez formando equipo con Ernesto García Seijas, sacó un nuevo as de la manga. Periodista, porteño, un poco chanta, mujeriego empedernido, pero sobre todo simpático y entrador como ninguno. Roberto Blanco ‒alias el Negro‒ tardó poco en ganarse el afecto de los lectores. Llegaba, además, acompañado de una galería de personajes exquisitos: su viejo, de profesión antropólogo y siempre rodeado de un harén de bellezas exóticas; su amigo Marcucci, que sólo habla de mujeres y al que las mujeres encuentran irresistible sin que nadie se explique bien por qué; y sobre todo, Flopi, su novia, una aprendiz de periodista con todo lo necesario para convertirse en una estrella, incluidos la cara y el físico de Araceli González ‒entonces modelo‒ en quien se basó García Seijas para crearla (tan popular se volvió Flopi que en septiembre de 1991 se convirtió en la primera mujer de papel en aparecer en la tapa de la edición argentina de la revista Playboy). A golpe de romance, aventura, enredos variopintos y canas al aire, el Negro se las arregló para reflejar la intensa realidad de una clase de media mutante, y para mantener en vilo a cientos de miles de lectores, durante seis años. En una edición inmejorable, los mismos autores se han ocupado de reconvertir las tiras en páginas de historieta.
Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.
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