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El Mann menor

Mi mujer está enamorada del actor alemán Sebastian Koch, el de La vida de los otros El libro negro, así que saqué de la Biblioteca una miniserie en DVD, Die Manns – Ein Jahrhundertroman (Los Mann. La novela de un siglo, 2001), en la que el maromo participaba. A mí el Koch me recuerda a Powers Boothe en bohemio y pose bondadosa, aunque reconozco que empiezo a apreciarle el efluvio seductor.

Para mi sorpresa y para Alemania, la serie es excelente. De golpe, nos vimos arrastrados a la sinergia autodestructiva de la familia de Thomas Mann. Su director y coguionista, Heinrich Breloer, mezcla recreación dramatizada con entrevistas a los supervivientes de la saga (algunas de archivo, otras realizadas ex profeso), a la manera del filme American Splendor (dos años posterior).

El recurso funciona: sólo perjudica al protagonista, Armin Mueller-Stahl, en perpetua e injusta pugna con el modelo original, insuperable, redivivo por la imagen documental; y funciona especialmente en las intervenciones de Elisabeth Mann-Borgese, la hija menor de Thomas, un encanto de anciana, probablemente la única que no salió tocada del clan. Mujer buena y respetuosa, el momento más emotivo lo supone la primera visita a un cementerio donde un hermano suyo está enterrado: mientras su acompañante parlotea tópicos frente a la lápida, la cámara, más inteligente y atenta, se centra en Elisabeth, enmudecida ensimismada. El sonido muere, eliminando la voz del acompañante. Sólo nos fijamos en la octogenaria mujer, que no se ha fijado en nosotros (en la cámara): por su cabeza parecen desfilar pensamientos muy íntimos y lúgubres. Inadvertida del tinglado, al cabo de unos segundos musita para sí: “Hice bien en venir”.

Los Mann describe la peripecia del escritor y su cohorte cosanguínea durante el periodo de entreguerras, la Segunda Guerra Mundial y la Posguerra. Se trata de una familia de burgueses decadentes con tendencias ególatro-suicidas.

Quienes pululan alrededor del ceremonioso Thomas Mann (envarada figura de reflejo antipático en la serie, como era de suponer por otro lado) parecen maldecidos por algún sortilegio infame, el patriarca les sorbe la luz blanca con su ominosidad.

La síntesis cinematográfica funciona y, cosa rara en los biopics, parece haber capturado la esencia familiar. Heinrich Mann (autor de El ángel azul) resulta en este retrato más cercano y humano que su hermano menor: he conocido escritores como Thomas Mann (como el Mann que aquí se percibe), obsesionados con formar parte no sólo de la historia de la Literatura, sino de la Historia a secas: sus opiniones públicas, más que espontáneas, responden siempre a un cálculo del efecto rebote que obtendrán en la posteridad, si tendrán alguno. Y sus hijos suelen ser unos pobres infelices, excrementos de su cuerpo menos logrados que la progenie de su genio.

La serie, formada por tres episodios de 100 minutos, resulta apasionante y, por suerte, el espectador no necesita saber que Elisabeth Mann-Borgese murió apenas un año después de su estreno.

Lo he sentido como ella si fuera de la familia. ¡De la mía!

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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