Me dirán ustedes que El Jabato, nacido en 1958, es demasiado conocido comparado con lo que suelo poner por aquí: me da igual. Es una obra maestra de la liviandad, el humor y la emoción, y como todos ustedes deberían saber, se lo debemos al gran Francisco Darnís, al magín de Víctor Mora y a la sempiterna editorial Bruguera.
Con el Capitán Trueno y el Jabato, tan sobrexplotados en todos los sentidos, pocas dudas caben. Todos ustedes sabrán de sobra que son hermanos; que el mayor es Trueno; que ni uno vive en la Edad Media ni el otro en los días del Imperio Romano, como habitantes que son del soñado territorio de la aventura; y que la codicia de editores y adláteres los ha hecho incurrir más de una vez en el ridículo, por mal que a ellos les sepa.
Imagen superior: el Jabato, un ibero esclavizado por Roma, emprende sus aventuras como justiciero errante junto a Taurus, su corpulento aliado, y Claudia, una joven patricia cristiana. Más adelante, se une a ellos Fideo de Mileto, un escuálido rapsoda griego.
Imagen superior: siguiendo los pasos de ‘Capitán Trueno Extra’, Bruguera lanza ‘El Jabato Extra’ en 1962. En esta etapa, la editorial remonta, censura y colorea las aventuras publicadas en los cuadernos originales de ‘El Jabato’. Posteriormente, aparecerá ‘Jabato Color’ (1969-1974), con portadas de Antonio Bernal.
Condenado en su existencia sin tiempo a repetir uno tras otro los pasos dados antes por Trueno, El Jabato tuvo también su propia revista en 1962.
Como su hermano mayor, no tardó en caer en las manos tanto de Juan Martínez Osete como en las garras de los monstruos que pululan por aquellos mundos de oropel y disfraz. Las arañas gigantes, vaya a saber por qué, son una constante, además de los consabidos ofidios. Todo a lo grande, que ya saben que en el tebeo la desmesura es regla, y si hay que bajar a la arena del circo al Jabato, demasiado vulgar sería enfrentarlo a un solo un gorila cuando bien capaz es él de despacharlos de seis en seis.
Imagen superior:era septiembre de 1962 cuando el Jabato enfrentaba gorilas a cascoporro en la arena circense que editorial Bruguera había dispuesto para él, de la mano del infatigable dibujante Juan Martínez Osete.
El mundo de los cuadernos de aventuras, de los que El Jabato es un digno y tardío representante, es el mismo de la novela del género, simplificado, depurado, reducido a su esqueleto. Están animados por el mismo fuego que da vida al folletín, que no es a su vez sino hijo bastardo de los clásicos fundadores: los Verne, Salgari, Dumas y tantos otros…
Imagen superior: chinos volando por los aires, un montón de tigres saltando en busca de su almuerzo, un rinoceronte empitonando a un caballo, Fideo de Mileto encantado de la vida cabalgando sobre sus lomos, el alegre Taurus regocijándose ante la perspectiva de utilizar su garrote, el héroe muerto de risa en una esquina enarbolando una espada rara: cuando el tebeo era fiesta, jolgorio, barullo y desvergüenza.
Imagen superior: como hijo que soy de Occidente siento especial veneración por los muchos monstruos que atesora la mitología clásica. Enfrentar cíclopes, gorgonas, minotauros, sátiros, arpías o silenos es para cualquier paladín de la Antigüedad, paso obligado si desea alcanzar su título de Héroe con mayúsculas. Bien lo sabía el Jabato, que en 1962 derrotó en combate singular, siquiera fuese de forma onírica, a esta arquetípica hidra de cuatro cabezas… Aunque caprichosamente el antiguo dueño de este venerable tebeo ha recortado el círculo que indica el número de la colección, yo les informo de que se trata de la entrega 190, publicada en 1962 por editorial Bruguera, con autoría de los santísimos Víctor Mora y Francisco Darnís.
Será porque no ostentaba un rango militar que en el fondo me resultaba poco simpático, será por transcurrir sus aventuras en edad aún más misteriosa y antigua que el Medievo, será por su inicial condición de proscrito o porque Taurus siempre me gustó más que Goliath, el caso es que, aun amando mucho al Capitán Trueno, siempre preferí al Jabato. Obra maestra del tebeo aventurero e intrascendente, el único que a tales alturas sigue interesándome…
Copyright del artículo © Pedro Porcel. Tras publicarlo previamente en El Desván del Abuelito, lo edito ahora en este nuevo desván de la revista Cualia. Reservados todos los derechos.