Mucho antes de su irremisible caída en el abismo del SIDA, Freddie Mercury había bajado a los infiernos, cual héroe clasicista como Eneas u Orfeo, bajo el trasunto del poor boy protagonista de Bohemian Rhapsody (1975).
A falta de un Virgilio, Mercury encontraba en su descenso un variado elenco de personajes –un tanto estrafalarios, por cierto–, a saber, que daban cuenta de la variopinta diversidad de las profundidades terrestres: Scaramouche (bailando el fandango, por supuesto), Fígaro, Galileo, (don) Magnífico y, finalmente, Bismillah ‒»En el nombre de Alá» en árabe‒ que lucha contra Belcebú por el alma del condenado.
El aspecto de aquel infierno musical fue recreado por Mercury en el sonido hard rock cultivado en Queen desde sus inicios, basado, fundamentalmente, en la distorsión de la guitarra:
Es evidente, por el detalle que revelaremos a continuación, que Mercury (o Bulsara, su verdadero nombre) había recibido desde su infancia una educación de corte humanista en el internado St. Peter School de Bombay, al que asistió desde 1954. Y es que el descenso a los infiernos de Mercury tiene un halo dantesco, procedente de la famosa Commedia (1304-1321), que sólo fue divina mucho más tarde, en labios de Bocaccio, y que comienza con los siguientes versos:
Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura,
ché la diritta via era smarrita.
Una vez identificada la alusión de Dante a los Salmos (90:10) de la Biblia, en el primer verso de su gran obra…
Los días de nuestra edad son setenta años;
Y si en los más robustos son ochenta años,
Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo,
Porque pronto pasan, y volamos.
…apreciamos una referencia parecida al comienzo de Bohemian Rhapsody, tras la introducción coral, en los primeros versos de la primera estrofa solista…
Mamma, life has just begun
… porque, mientras que el poeta protagonista de la Commedia tiene, más o menos, la mitad de los setenta años aludidos, treinta y cinco, Mercury contaba entonces veintinueve. Por tanto, su vida acababa de empezar, como quien dice.
De este modo, podemos trazar un paralelismo entre Dante y Mercury, quienes se valen de un trasunto literario para vivir la fantasía de la bajada infierno en vida –como el propio Virgilio anteriormente– y, tras una larga sucesión de aventuras en forma de alegoría, son salvados y ascienden al paraíso, cegados por la luz de la mismísima divinidad, como el artista británico recreó al final de su obra, conducido por el piano, su instrumento principal, hasta la entrada de una suerte de coros angelicales-rockeros:
Lástima que la triste realidad traicionase el recorrido de la obra de ficción…, porque ambos autores dejaron este mundo lejos del paraíso…, Dante, desterrado de Florencia, donde había sido condenado a muerte por las luchas internas de güelfos blancos y negros en la convulsa Italia de su época…; Mercury, desterrado en su propia casa, ahogado por los rigores del SIDA, nel mezzo del cammin di la sua vita…, a los cuarenta y cinco años, cuando, para un habitante del final del siglo XX en el mundo occidental, life had just begun.
Y, sin embargo…
Anyway the wind blows…
…queda el consuelo de que sus respectivas voces nos siguen soplando el rostro tantos años después.
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