Pues me he metido entre pecho y espalda toda una space opera de casi 600 páginas en inglés: The Expanse es eso, aventuras espaciales a lo Star Wars, pero los personajes están vivos —hasta se relacionan sexualmente con liberalidad— y hay cierta «base científica».
Bueno, yo cuando leo ciencia ficción rigurosa hago como cuando una pareja de décadas me habla del secreto de su matrimonio o me canta las excelencias de la paternidad: pongo cara de entender.
Quería leer escapismo «sideral», así que primero lo intenté con Brandon Sanderson, pero no es para mí: Netflix impreso.
En cambio, este Leviathan Wakes (El despertar del Leviatán), primera entrega de la saga escrita a cuatro manos por Daniel Abraham y Ty Franck bajo el pseudónimo de James S. A. Corey, fluye como manantial porque lo que cuenta me interesa. Escrito con eficacia y sin andarse por las ramas (o sería mejor decir por los satélites), entiendo la adicción que la saga pueda generar: cada capítulo pide pasar al siguiente y los personajes, sin ser superoriginales, poseen motivaciones que despiertan empatía. Y el universo propuesto es de un futurismo «manejable» y coherente, servido con sentido de la concisión visual y una razonable apariencia de plausibilidad. Y sin moralina de Disney.
La alternancia entre los puntos de vista de los dos personajes principales, el detective de policía Miller y el capitán Holden, funciona como un reloj y deleita con su doble propuesta estética: cuando estás con Miller lo imaginas todo en modo Blade Runner y cuando estás con Holden, en modo Espacio 1999, patas de elefante incluidas. El principal personaje femenino, la ingeniera Naomi Nagata, también me encantó por su actitud expeditiva y porque es fea, sensual e impone sus propias reglas.
En este relato muere mucha gente y las cosas suceden en serio: hay consecuencias para los personajes. Para cuando te quieres dar cuenta, ya lo has leído en dos sentadas.
Y lo que más aprecio: a estas alturas de la película de la vida, no es habitual terminar la lectura de un tocho y estar deseando comenzar a leer el siguiente. Esa sensación casi infantil merece mi agradecimiento.
Sólo vi un capítulo de la adaptación televisiva hace unos años (The Expanse, 2015-2022) y, aunque soy fan de Thomas Jane, creo que prefiero quedarme chapoteando en esta sopa de letras galáctica.
Y hasta aquí, por hoy, mi cuaderno de bitácora del Rocinante (sí, así se llama la nave de la tripulación protagonista).
Sinopsis
La humanidad ha colonizado el Sistema Solar: Marte, la Luna, el cinturón de asteroides y más allá, pero las estrellas aún están fuera de nuestro alcance. Jim Holden es segundo de a bordo de un transportador de hielo que realiza misiones entre los anillos de Saturno y las estaciones mineras del Cinturón.
Cuando su tripulación y él se topan con la Scopuli, una nave abandonada, descubren un secreto que desearían no haber encontrado. Un secreto por el que alguien sería capaz de matar, matar a una escala que Jim y su tripulación no imaginan. La guerra en el Sistema Solar está a punto de comenzar, a menos que sean capaces de descubrir quién abandonó la nave y por qué.
El inspector Miller busca a una chica. Una chica entre mil millones, pero los padres de ella son gente adinerada, y el dinero lo es todo. Cuando las pistas lo llevan a la Scopuli y a Holden, un simpatizante de los rebeldes, se da cuenta de que aquella chica quizá sea la clave de todo.
Holden y Miller deben atar los cabos entre el gobierno de la Tierra, los revolucionarios de los planetas exteriores y corporaciones secretas, y lo tienen todo en su contra. Pero en el Cinturón hay otras reglas, y una pequeña nave puede cambiar el destino del universo.
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