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El caso María de Zayas

En la galería de tipos raros de nuestro barroco, María de Zayas ocupa un lugar especialmente raro (léase: escaso). No sólo porque las escritoras son excepcionales en un mundo letrado donde la mayoría está compuesta por varones sino porque una buena porción de ellos eran gente de la Iglesia, una institución excluyentemente varonil.

Doña María no sólo escribió una doble serie de novelas sino que proclamó su calidad de mujer que escribe. O, por decirlo con palabras suyas, que reclama para sí las armas y las letras. Dice un personaje en Estragos que causa el vicio: “(…) y a los caballeros por despedida suplico muden de intención y lenguaje con las mujeres, porque si mi defensa por escrito no basta, será fuerza que todas tomemos las armas para defendernos de sus malas intenciones y defenderlos de los enemigos, aunque no sé qué mayores enemigos que ellos, que nos ocasionan a mayores ruinas que los enemigos.”

Lo dicho es explícito y hasta se diría que de cierta actualidad. En algunos aspectos, las cosas resultan contemporáneas de la Zayas. Por otra parte, su figura se crece en peculiaridad cuando se buscan sus rastros biográficos. En el barroco suelen ser escasos pero en ella, escasísimos. Se sabe que nació en 1590 pero no cuándo murió, pues hay dos partidas de defunción con su nombre, fechadas en 1661 y 1669. Se cree que vivió de niña y moza en Nápoles y que quizá, tras pasar gran parte de sus días en Madrid, se instaló en Zaragoza. Lo cierto es que a partir de 1639 nada se conoce de su vida, lo cual lleva a algunos a pensar que, como en tantas de sus narraciones, se hubiera recogido en un convento.      María no se casó ni dejó descendencia. En algunos textos de la época se la menciona con elogio pero sólo se le conoce una convivencia, ésta con su amiga Ana Caro. Y aquí empieza otro capítulo de su deriva excepcional pues la investigadora  Rosa Navarro afirma que María de Zayas como escritora nunca existió. Se trata de un heterónimo de Alfonso de Castillo Solórzano, el cual usó el nombre de una tal María de Zayas y Sotomayor pero apenas para urdir unos libros apócrifos.

Desde luego, la polémica se ha abierto y Julián Olivares, especialista y editor de la Zayas, cuestiona radicalmente a Navarro. No nos extrañemos, pues hay otro enorme asunto similar y contemporáneo al anterior acerca de la existencia/inexistencia de William Shakespeare. Barroquerías del barroco.

No tengo autoridad alguna para dirimir el pleito. Sin embargo, me vuelvo a preguntar qué entendemos por autenticidad literaria, más allá de lo que admitimos como nombre del autor, a veces conocido y reconocido como Autor Anónimo. Si Castillo Solórzano decidió enmascararse bajo la firma de María de Zayas como quien se viste de maja siendo torero para unas carnestolendas, sus motivos tendría porque la maja le salió feminista. Doble mérito el de este varón, que prefirió dar una voz femenina al reclamo de dignidad de eso que llamamos hoy el género. Conviene leer sus palabras aunque no oigamos su voz. En materia literaria lo que importa no es el Quién escribe sino lo Escrito.

Imagen superior: «La dama del abanico», de Diego Velázquez.

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Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")