En la última revisión de mi libro La verdadera historia de las sociedades secretas, eliminé 70 páginas que el libro no resultara demasiado caro. Entre esas páginas había algunos apartados que quizá eran interesantes. Uno de ellos era el del curioso caso de Charles-Geneviève-Louis-Auguste-André-Thimothée d’Éon de Beaumont, también conocido como Chevalier d’Éon o Mademoiselle Beaumont (1728-1810).
Hubo una ocasión en la que los francmasones, a pesar de su declarada misoginia, permitieron el ingreso de una mujer por el procedimiento oficial. O tal vez no…
El caballero d’Éon protagonizó durante años uno de los más célebres casos de travestismo de la historia de Europa. Aunque no puedo contar en detalle su interesante caso, basta con saber que se sospechaba que el caballero d’Éon era un agente secreto al servicio de la corona francesa, que aparecía ante los demás a veces como hombre y a veces como mujer. Se suponía que le gustaba vestirse de mujer.
Sin embargo, hacia 1764, las sospechas tomaron otra dirección: empezó a propagarse el rumor de que no era un hombre, sino una mujer. d’Éon lo negó y, precisamente por esas fechas, fue admitido en la Logia de la Mortalidad de Londres. Se trataba de una logia masónica como cualquier otra, a pesar de su llamativo nombre, y, como cualquier otra logia, aplicaba el reglamento que prohibía ingresar a mujeres: «Hombres buenos y sinceros, libres de nacimiento, de edad madura y discreta; ni fiadores, ni mujeres, ni hombres inmorales o escandalosos, sino de buena reputación (…) Sano y fuerte, ni deformado ni desmembrado al momento de la iniciación; ni mujer ni eunuco».
El ingreso del caballero d’Éon en una logia masónica no disipó los rumores y muchos hablaron en tono burlón de la “hermana masona”. Pronto se empezaron a aceptar apuestas acerca de la identidad sexual del caballero d’Éon. Era tanto el dinero en juego que d’Éon desapareció durante un tiempo por miedo a ser secuestrado por quienes ansiaban certificar sus sospechas.
Cuando regresó, presentó una declaración jurada asegurando que era hombre y que siempre lo había sido, añadiendo que había rechazado grandes ofertas de dinero para que mostrara su sexo. Unos apostantes decidieron llevar la cuestión a juicio y, aunque parezca asombroso, el juicio se celebró. En el trascurso del mismo, un periodista y un médico aseguraron que d’Éon era mujer. El propio d’Éon tuvo que admitirlo y a partir de 1777 se vistió como mujer, regresó a Francia e ingresó en un colegio de monjas.
Los masones expulsaron a d’Éon de la logia. Tiempo después, regresó a Londres, donde vivió como mujer los veinticinco últimos años de su vida. Murió en la pobreza el 21 de mayo de 1810.
Fue entonces, al preparar su cuerpo para el funeral, cuando los médicos dirigidos por el cirujano Père Elisée, descubrieron que era un hombre, y además sin ninguna deformidad en sus órganos sexuales. Elisée pensó, con toda razón, que nadie le creería cuando lo contara, así que pidió a las autoridades que confirmaran sus observaciones. Más de veinte testigos comprobaron que, efectivamente, d’Éon era un hombre.
La pregunta que se hacen los historiadores no es tanto por qué los masones admitieron a d’Éon, sino por qué lo expulsaron. Los masones, al menos los que pertenecían a la Logia de la Mortalidad, siempre supieron que d’Éon era un hombre, puesto que en el rito de ingreso masónico, el postulante debe desnudar su pecho.
Entonces, ¿por qué lo expulsaron al declararse en el juicio que d’Éon era mujer? Jasper Ridley asegura que eso es una prueba del afán de los masones por conservar en secreto sus rituales y no contradecir a la opinión pública dominante.
Quizás también es una demostración de que los masones saben guardar un secreto: si el caballero d’Éon quería hacerse pasar por mujer, ellos no tenían derecho a revelar que no lo era.
O tal vez alguien ganó mucho dinero en las apuestas.
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