Robert Kirkman es un guionista insólito y se puede decir que valiente. Después de convertir a los zombis en sujetos de un drama psicológico, merodeó por los alrededores del terror clásico y nos sorprendió con una novedosa versión del mito del hombre lobo.
¿Dije novedosa? Y también canónica. Más que nada porque su licántropo se contagia con una dentellada bajo la luna, como lo hacen sus hermanos de sangre, y adquiere la misma apariencia canina que todos los hombres lobo que la leyenda, la literatura y el cine nos han brindado desde la noche de los tiempos.
Sin embargo, este ser lobuno es disciplinado –atentos– por un vampiro, y a las malas, consigue dominar su maldición. El resultado nos recuerda lo que viene a ser cualquier superhéroe: un mutante que consigue apañárselas con sus peligrosos dones y los emplea para hacer el bien.
El autor de The Walking Dead, aliado con el dibujante Jason Howard, publicó esta serie a través del sello Image Comics, entre julio de 2007 y noviembre de 2010.
El protagonista, Gary Hampton, es el paradigma del éxito. O en principio, así lo creemos, hasta que las finanzas de Gary empiezan a caer en barrena. Es ejecutivo, está casado y tiene una hija adolescente. Pero la costumbre de madrugar para hacer negocios queda atrás cuando tiene que mirarse al espejo cubierto de pelo y con unos colmillos descomunales.
Gary puede transformarse a voluntad durante la noche, conserva la inteligencia humana tras la mutación y sólo pierde la cabeza una vez al mes. Lo cual, por cierto, suele acarrear alguna que otra víctima inocente.
Los guiones de Kirkman van ganando en interés a medida que el serial avanza. Para disfrute de sus seguidores, aquí mantiene algunos recursos habituales en The Walking Dead. Por ejemplo, el cliffhanger en la página final de cada episodio y los momentos discursivos para aliviar la tensión. También concede importancia a las inquietudes adultas y a los conflictos familiares, encarnados en esta oportunidad por el protagonista, su mujer y Chloe, la hija adolescente que ya mencioné.
La narración es dinámica y se disfruta plenamente. Kirkman tiene buen sentido del ritmo, y logra que su relato discurra con invariable interés. Sin embargo, los amantes del dibujo de corte clásico y realista tendrán que acostumbrarse al peculiar grafismo de Jason Howard. Artista de trazo grueso y de diseños un tanto caricaturescos, propios de un cartoon televisivo, Howard se las arregla para componer eficazmente las escenas, equilibrando con vivacidad y energía lo que le falta en otros órdenes. Con todo, estoy seguro de que un dibujante realista hubiera sacado mucho más partido a esta atractiva propuesta.
Sinopsis
Después de redefinir el mundo de los superhéroes con Invencible y las películas de zombis con Los muertos vivientes, Robert Kirkman llega dispuesto a reescribir los mitos de los hombres lobo con esta nueva serie, en la que la aventura, la acción y la violencia están servidas.
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