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Defendiendo el gerundio

El gerundio es una de las formas verbales más despreciadas, junto a la voz pasiva. Se considera que recurrir a él en poesía rimada es una de las mayores vulgaridades, junto a la terminación en -ado.

Como no soy lingüista, no me voy a detener a precisar cuándo se puede usar o no el gerundio. Pero he oído y leído a menudo críticas no sólo a cómo se emplea el gerundio, sino a su mismo empleo. Sin embargo, hay ejemplos excelentes del uso del gerundio en poesía española. Recordemos, por ejemplo, un verso de un largo poema sostenido en el gerundio de Juan de la Cruz:

«Este saber no sabiendo
es de tan alto poder
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer
que no llega su saber
a no entender entendiendo
toda ciencia trascendiendo.»

Y dos títulos de poemas de Pedro Salinas cuya fuerza depende del uso del gerundio: «Perdóname por ir así buscándote» y «Se te está viendo la otra».

He deducido de la lectura de una gramática que el gerundio español no es tan apreciado como el inglés porque no tiene valor adjetivo, pero nunca he entendido demasiado bien estas cuestiones que deberían ser básicas para un escritor, así que esquivaré el tema.

Lo cierto es que resulta difícil traducir muchas poesías o canciones inglesas sin recurrir al gerundio. ¿Cómo traduciremos «I’m singing in the rain»?

¿Canto bajo la lluvia?

«¿Aquí estoy canta que te canta bajo la lluvia»?

Parece razonable desechar esas dos opciones y aceptar la tradicional: «Cantando bajo la lluvia».

Del mismo modo la suave canción de Roberta Flack «Killing me softly with his song», se podría traducir: «Matándome suavemente con su canción».

Si quisiéramos huir del gerundio, tal vez se podría aceptar «Me mata suavemente con su canción». Pero yo evitaría emplear «con suavidad» en vez de «suavemente», a pesar de que la terminación en -mente es otra de esas formas de las que huyen los buenos escritores.

García Márquez confiesa que pasaba horas buscando alguna manera de escapar a un adverbio en -mente, y que siempre encontraba una solución feliz, o que felizmente encontraba una solución. Pero si traducimos «me mata con suavidad con su canción», ¿no parece como si el arma asesina fuera ahora la suavidad en vez de la canción? ¿No sonaría también extraño pedirle a un amante que nos desnude «con lentitud»?

Volviendo al gerundio. En algún lugar de Brasil se llegó a prohibir hace no mucho su uso, no porque sonase mal, sino porque los funcionarios públicos lo empleaban constantemente: «Lo estamos arreglando», «Estamos trabajando en ello».

El propósito del reformador no era enseñar a hablar bien a los funcionarios, sino conseguir que los problemas se solucionasen al no dejarles a los empleados la posibilidad de dejar las cosas en suspenso.

‒¿Qué tal va mi solicitud?

‒La estamos… está solucionada.

En algún lugar leí que algunos musulmanes tienen una superstición lingüística parecida: afirman que en el árabe clásico es imposible decir algo falso porque no es posible construir ninguna frase falsa en un idioma que ha sido revelado por Dios.

Los filósofos del lenguaje a veces proponen casi lo mismo pero a la inversa: los problemas filosóficos no existen, sino que tan sólo están mal formulados desde el punto de vista lingüístico. Basta con formularlos bien para que se disuelvan.

Pues bien, no es que yo proponga en esta Defensa el uso constante del gerundio, reivindicando una forma verbal tan despreciada, pero sí propongo El juego de la Gramática Despreciada y, en este primer capítulo, encontrar maneras interesantes de usar el gerundio.

Algo parecido a lo que hizo John Vorhaus con la voz pasiva: «Durante la mayor parte de mi carrera he purgado religiosamente la voz pasiva de mis obras. Hasta que un día descubrí lo divertido que resultaba escribir en la voz pasiva:
La sala fue pisada por un hombre dotado de unos rasgos fuertes y atractivos. La mujer fue acogida por él. La cama fue ocupada por ella. Entonces la cama fue ocupada por él. La ropa fue despojada de los dos. El sexo fue practicado. El clímax fue alcanzado. Más tarde unos cigarrillos fueron fumados. De pronto, la puerta fue abierta por el marido de la mujer por quien la cama estaba ocupada. Una pistola estaba apuntada por él. Algunos improperios fueron proferidos y palabras airadas fueron intercambiadas. Los celos fueron sentidos por el hombre por quien el arma era portada. El disparo del arma fue llevado a cabo por él. El silbido de balas tuvo lugar. El impacto fue sentido por los cuerpos. En aquel instante remordimientos fueron sentidos por el hombre por quien el arma era portada. El arma fue vuelta contra sí mismo. Y el resto, como suele ser dicho, fue cosa de forenses.

Copyright del artículo © Daniel Tubau. Reservados todos los derechos.

Daniel Tubau

Daniel Tubau inició su carrera como escritor con el cuento de terror «Los últimos de Yiddi». Le siguieron otros cuentos de terror y libro-juegos hipertextuales, como 'La espada mágica', antes de convertirse en guionista y director, trabajando en decenas de programas y series. Tras estudiar Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, regresó a la literatura y el ensayo con libros como 'Elogio de la infidelidad' o la antología imaginaria de ciencia ficción 'Recuerdos de la era analógica'. También es autor de 'La verdadera historia de las sociedades secretas', el ensayo acerca de la identidad 'Nada es lo que es', y 'No tan elemental: como ser Sherlock Holmes'.
Sus últimos libros son 'El arte del engaño', sobre la estrategia china; 'Maldita Helena', dedicado a la mujer que lanzo mil barcos contra Troya; 'Cómo triunfar en cualquier discusión', un diccionario para polemistas selectos. Además, ha publicado cuatro libros acerca de narrativa audiovisual y creatividad: 'Las paradojas del guionista', 'El guión del siglo 21', 'El espectador es el protagonista' y 'La musa en el laboratorio'.
Su último libro es 'Sabios ignorantes y felices, lo que los antiguos escépticos nos enseñan', dedicado a una de las tendencias filosóficas más influyentes a lo largo de la historia, pero casi siempre ignorada o silenciada. A este libro ha dedicado una página que se ha convertido en referencia indispensable acerca del escepticismo: 'Sabios ignorantes y felices'.
En la actualidad sigue escribiendo libros y guiones, además de dar cursos de guión, literatura y creatividad en España y América.