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Decálogo de desperfectos del cuentista

Muy por debajo de las grandes firmas literarias, los certámenes de renombre, los libros con tiradas millonarias, el oficio y las fechas de entrega, hay una enorme tribu urbana de escritores que no escriben y a los que no se les conoce obra alguna. Personas que sin embargo, afirman dedicarse a la escritura pese a no haber publicado nada jamás, ganado un céntimo con ella o ser leído por nadie más allá del segundo grado de consanguinidad.

Si te sientes reconocido en alguno de estos apartados, es muy posible que seas todo un ghost writer; un escritor que no es que sea el negro de nadie, sino uno cuyas fantasmadas y delirios de grandeza son mucho más potentes que su pluma.

Así pues, repasemos algunas de sus características más comunes, a fin de conocer un poco mejor este submundo.

Párame si ya te las sabes:

I. El que tiene más tipos de interés que tu banco

Todo libro fue antes árbol, y estos amigos de lo ajeno siempre están buscando una buena sombra en la que cobijarse. Es un caso muy común; elige tus amistades, literarias o no, por afinidad, no por interés. Porque os guste la misma marca de cerveza, porque animéis al mismo equipo de waterpolo, o porque los dos sintáis una inenarrable atracción hacia la literatura ciberpunk. Pero no seas interesado. No te acerques a los demás con la intención de obtener algo de ellos; se darán cuenta y no querrán tenerte cerca. Busques contactos, tablas, o una recomendación, no lo hagas. No buitrees. En el mundillo de las letras, puede vislumbrarse el éxito de un escritor sobre la base de los buitres que se pueden contar planeando en círculo sobre su cabeza. Y de verdad que algunos están más que acostumbrados a ello y te verán venir de lejos. Notarán que te pegas tanto a ellos que pareces su sombra, y no precisamente por lo mucho que los admiras. El quiero ser califa en lugar del califa está muy bien, pero no le toques el turbante a la gente. Búscate tú el tuyo.

II. Deja que otro sea el presidente de tu club de fans

Es muy probable que si eres uno de estos figurantes de las letras, en algún momento tengas que admitir que lo tuyo no es escribir. Que sí, que las comas parecen estar donde deben y todo está correctamente acentuado, pero las palabras que enlazas transcurren con la versatilidad y fluidez de una locomotora oxidada, y eras tan capaz de construir una buena historia como de empezar a mover los brazos y echar a volar. A todos puede costarnos analizarnos a nosotros mismos con objetividad si es que existe, y podemos ser a veces muy negativos sin ninguna razón, pero peor aún es ser extremadamente benévolos con nuestro trabajo. Que prives a los demás de tu talento puede ser una gran injusticia, pero que los castigues con él, es incluso peor. Así que en lo posible, trata de ser objetivo contigo mismo. Cuida lo que escribes, y sé justo al evaluarte. No pienses que todo lo que sale de tus dedos es oro, y que haces un enorme favor al mundo ofreciendo tu talento al mismo. Ya llegarán las animadoras a corear tu nombre si lo haces bien. Suelta los pompones.

III. El gran pez del vaso de agua

Así que has sacado una antología preciosa junto con setenta personas más a las que no conocen ni en su casa… Bien, magnífico. Oye, es muy posible que alguna de ellas incluso merezca la pena, y desde luego es un ejercicio sano y divertido, pero lo que es poco probable es que tu actual estatus te haya erigido ya como el próximo mesías cultural venido a salvar la literatura después de escribir cuatro páginas. Si ya es ridículo que alguien esté pagado de sí mismo hasta el punto de hablar de sí mismo en tercera persona, sea cual sea su talento, imagínate el bochorno cuando encima no tiene ningún logro real que reseñar. Escuchar a alguien darse aires, cuando detrás no hay ningún trabajo que justifique la buena impresión que tiene de sí mismo, es un ejercicio de vergüenza ajena capaz de insuflar color a las mejillas de Casper. Y para fantasma ya tenemos bastante contigo.

IV. El relaciones públicas

Lo mismo piensas que esa gran novela sobre vampiros espaciales que se te ocurrió entre paseo y paseo al váter es una de las grandes obras pérdidas de nuestro siglo y que la humanidad merece conocerla, por lo que todos estarán deseosos de ayudarte a promocionarla. Pero lo cierto es que no. La verdad es que muchos no tendrán tiempo ni ganas de ayudarte en esa sacrosanta misión; mucho menos de perder un par de tardes en leerla. Queda mal que bombardees a la gente con tu mierda, sobre todo si son desconocidos o personas con las que no tengas una relación de cierta confianza.

Tú puedes pensar que le estás haciendo un enorme favor al publicar en sus redes sociales sin permiso tu último artículo, novela o etiqueta de champú, pero lo cierto es que a esa persona ni le interesa ni te lo ha pedido. Es el equivalente a pegarle un cartel con la portada de tu novela en la espalda a alguien por la calle. Publicidad gratis, sí, pero preguntar antes nunca ha estado de más.

V. No presumas de tus contactos

Las amistades no publican libros. Bueno, algunas sí, pero te aseguro que no es el caso. Presumir de que eres colega de los sillones A a la Z de la RAE, o que Ken Follett te manda los borradores para que tú se los revises, no va a hacer que tu trabajo sea mejor. Nadie se va a interesar por ti pensando en aquellos a quienes hayas saludado en una sesión de firmas, o porque te echaras unas fotos con el último premio Barbate de novela. Queda mal, y lo peor, suena desesperado y poco profesional, que alguien esté siempre hablando de este, el otro o el de la moto, y de lo amigos que son, cuando se le están pidiendo referencias directas que avalen su trabajo, no un quién es quién literario.

VI. Acepta tus fracasos

Si hay algo que realmente te descarte, ya de entrada, como profesional, no para una oportunidad puntual, sino para los siglos de los siglos, hasta que los ebooks hayan adquirido conciencia propia y se hayan rebelado contra nosotros esclavizándonos, son los pataleos y los llantos indignados porque los demás no son capaces de ver la evidente calidad que hay en tu obra.

Nada hay peor que ver a una persona adulta pataleando, quejándose, llorando, mendigando y envidiando, porque otros consiguen lo que él o ella es incapaz de lograr. Siempre tiene que haber una mano negra, una discriminación, una injusticia cósmica o un flagrante error. Es imposible completamente que te manden a por comino porque lo que hayas escrito sea digno de una convención anual de vacas con laxante. Lo primero en cualquier ámbito profesional, es aceptar las cosas con sensatez; ¿no has sido uno de los elegidos? ¿Te ha rechazado esa editorial, jurado, concurso, revista, editor? Pues rico; ajo y agua. Ya habrá otras.

Por increíble que te parezca, a todos nos han dado con la puerta en las narices alguna vez, a pesar de que, como no nos cansamos de repetir, estamos aquí para salvar la literatura. Pero chico, hay gente que todavía no se ha enterado. Encaja el golpe con dignidad y sigue trabajando. Eso es lo que distingue a un profesional, a un artesano, a alguien que se toma en serio lo que hace, de un ego maníaco torturado que ha visto en la literatura la salvación para todos sus complejos.

VII. Sal del mundo literario

Por más que algunos afirmemos que no podemos vivir sin ella, no todo en esta vida es literatura. Desconfía de quien es incapaz de cambiar de tema siquiera durante cinco minutos, y aún más si el único tema es él o ella en el 99% de los casos. Personas que se empeñan en hablar exclusivamente de ellos y de lo que están haciendo, han hecho o van hacer, aburren. También existen el cine, la música, los viajes, la gastronomía…y sí, millones de personas más en este planeta. En fin, miles de razones para no tener la cabeza siempre metida en lo mismo; tú. Ya lo decía la canción; “se llama obsesión”. Pues lo mismo, pero sin ritmo de bachata.

VIII. No seas envidioso

Por favor, no seas un triste. No te dediques a poner vestido de limpio a todos los demás por lo poco o mucho que consigan. Dedícate a lo tuyo, y si puedes, alégrate de que los otros consigan sus metas, porque eso significa que, con la actitud y el talento adecuados, tú también podrías conseguirlo. Sé empático. Esa energía negativa, malsana y falsa (porque matarías a tu abuela por estar en el lugar de al que criticas) no te va a llevar a ninguna parte, ni va a hacer que escribas mejor. A no ser que te sirva para que escribas un libro sobre ti mismo. Mira, ahí hay una buena historia.

IX. Tómatelo en serio

A no ser que escribas como el que hace ganchillo o construye maquetas, lo cual es fantástico si tienes claro que escribir para ti es solo un hobby, si vas de escritor prima donna, al menos empieza a comportarte como tal. No hagas una encuesta a tu público para que te ayuden a elegir si tal personaje se lía con este o con el otro. No hagas una subasta pública de los títulos a ver cuál gusta más. No lances hipótesis sobre cómo creen los demás que debería terminar la historia si A ha traicionado a B en el capítulo cuatro. Se supone que estás escribiendo un libro, no haciendo una encuesta de tele marketing. Escríbelo tú. Tómate en serio a ti mismo, y así los demás empezarán a hacer lo mismo.

X. Y al final, es solo literatura

¿Qué sé yo, ni sabe nadie en última instancia? Podrías dar positivo en todos estos aspectos y sin embargo ser el próximo mesías cultural enviado a la tierra. Todos somos una parte pequeña e intrascendente de algo que solo deberíamos hacer por pasión y para disfrutar de ello, así que sobre todo, disfruta de lo que hagas.

Da igual que tengas un blog y te dediques a las críticas literarias, de cine o de empanadillas, que escribas en revistas de medio pelo, que publiques una antología tras otra, que vayas por tu decimonovena novela en formato digital con menos de diez descargas, siendo tres de ellas de tu abuela. Si es tuyo, has hecho lo que querías hacer y te gusta el resultado, siéntete orgulloso de ti mismo. Si eres capaz de tener la cabeza fría y consigues ser feliz y consciente del valor de cada cosa, disfruta. A la escala que sea, con los pies en la tierra y sin perder el norte. Pero disfrútalo.

No te tomes la literatura como una meta inalcanzable, una cuestión de vida o muerte en la que vale todo y que te hace sufrir a diario por lo que no has conseguido, por lo que querías que pasara y no ha pasado. Vive el momento, y cada tramo del recorrido. Todo llegará si tiene que llegar, y si no, es que no era para ti.

Y sobre todo, no hagas caso de los junta letras de medio pelo que se dedican a escribir artículos como este.

Esos son los peores.

Imagen superior: Pixabay.

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David Hernández Ortega

David Hernández Ortega (Cádiz, 1986), escritor, articulista y filólogo. Vinculado profesionalmente al mundo del cómic y la literatura desde 2012, ha trabajado con las principales editoriales de cómics de España: entre otras, Planeta DeAgostini, ECC Ediciones, Salvat o Panini Comics. En el ámbito universitario ha impartido distintos talleres sobre literatura y cómic, y ganado diversos premios literarios, entre los que destacan el Primer Premio Universitario Andaluz XXII El Drag y el Primer Premio Universitario de la Universidad de Cádiz Biblioteca UCA durante dos años consecutivos. Ha sido publicado en distintas antologías y revistas. Su obra ha sido traducida a varios idiomas, entre otros el inglés, francés o portugués. Es articulista y corrector de Panini Comics desde 2017.