Una vez fuera del huevo, alimentadas y protegidas por sus madres, las aves abandonan el nido. Pero no echan a volar sin rumbo, sino que escogen un lugar adecuado para asentarse. En el caso del búho real (Bubo bubo), las crías eligen su lugar de asentamiento en función del de su nacimiento.
Un artículo publicado en la revista Ecography en 2011 reveló que los ejemplares de búho real nacidos en el mismo nido tienden a dispersarse en la misma dirección y seleccionar lugares de asentamiento más cercanos. El resultado se ha comprobado entre ejemplares nacidos de la misma nidada y entre los que se han criado en el mismo nido en épocas diferentes y que podrían estar “potencialmente” emparentados.
“La ubicación del nido tiene un efecto en los sucesivos movimientos de las crías cuando empiezan a dispersarse”, explica Vincenzo Penteriani, responsable del trabajo e investigador en la Estación Biológica de Doñana (CSIC).
Según los resultados, la distancia media entre los distintos lugares de asentamiento seleccionados por ejemplares emparentados –nacidos en el mismo nido pero en años diferentes– es de 5 km.
Sin embargo, para los ejemplares no relacionados nacidos el mismo año esta distancia asciende hasta los 7,5 km. “Los individuos nacidos en el mismo nido empiezan la dispersión en fechas similares y frecuentan los mismos lugares año tras año”, añade Penteriani.
Según los científicos, este fenómeno puede estar relacionado con las incursiones en territorio desconocido que las crías hacen con sus madres antes de abandonar el nido de forma definitiva. Así, las aves tenderían a independizarse hacia áreas donde ya han tenido experiencias previas.
Para llegar a estas conclusiones, el equipo de investigación siguió a 72 búhos reales de 14 nidos diferentes localizados en Sierra Morena (Sevilla) entre 2003 y 2007.
Un elemento clave para la conservación
Para Penteriani, “los individuos no se dispersan al azar”. “La posibilidad que el lugar de nacimiento de un individuo pueda determinar a priori sus movimientos a lo largo de la dispersión y, de alguna forma, su destino final, puede tener consecuencias muy importantes a nivel de población”, explica el investigador.
Esta ausencia de libre albedrío se convierte en una herramienta clave en conservación a través de los proyectos de reintroducción de especies en peligro de extinción. “Hay que tener mucho cuidado en la localización de los sitios donde los ejemplares reintroducidos son criados, ya que estas zonas actúan como nido de origen que predeterminaría su dirección a la hora de dispersarse”, comenta el experto.
La reutilización del mismo emplazamiento provocaría que “diferentes generaciones de individuos criados en los mismos sitios terminen frecuentando los mismo lugares, sesgando así la distribución espacial de los individuos”, añade.
La solución sería seleccionar sitios de cría distribuidos de forma heterogénea en el espacio para asegurar una distribución territorial “más amplia y homogénea” de los ejemplares sujetos a los programas de cría en cautividad y puesta en libertad.
Señales visuales para comunicarse
En 2008, un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) describió por primera vez cómo las aves usan excrementos y restos de presa para marcar el territorio y delimitar su zona de reproducción, el nido.
Uno de los autores del estudio, Vincenzo Penteriani, comenta: “El marcaje descubierto en aves no se trata sólo de un rastro olfativo, como ocurre en los mamíferos, sino visual, lo que nos hace pensar que puede ser una forma de comunicación mucho más habitual de lo que creíamos”.
Menos diversidad de parásitos
Científicos de l’Institut Cavanilles de Biodiversitat i Biologia Evolutiva del Parc Científic de la Universitat de València demostraron en 2013 que los búhos tienen una menor diversidad de parásitos que las rapaces diurnas.
Hasta entonces se creía que las comunidades de parásitos de estas especies eran similares en cualquier zona, sin embargo, el trabajo publicado en la revista Plos One demuestra que hay diferencias fundamentales en la diversidad de especies de parásitos, mientras que la composición de especies depende fuertemente de las características de cada localidad geográfica.
«Estas conclusiones nos permiten avanzar en nuestra compresión sobre teorías generales sobre la diversidad biológica porque revelan qué aspectos de los patrones de diversidad parasitaria son predecibles y cuáles resultan singulares para cada región geográfica, lo cual puede ser relevante para mejorar acciones de conservación tanto de las rapaces como de sus parásitos”, afirma el científico de la Universdad de Valencia Francisco Javier Aznar, coautor del estudio.
Los investigadores analizaron estadísticamente muestras de parásitos tanto de búhos como de rapaces diurnas del sur de Italia, en concreto, de Calabria y descubrieron que a pesar de que tienen dietas similares, los búhos presentaban comunidades de parásitos diferenciadas y más pobres.
Paralelamente, el análisis de datos parasitológicos de búhos y rapaces diurnas de Galicia mostró que en esta región los búhos también tenían una menor diversidad de parásitos, pero de las mismas especies que aparecían en las rapaces diurnas, “con lo que comprobamos la importancia de la región en la que se encuentran las aves para determinar la composición de especies de parásitos, pero no su diversidad”, apunta Aznar, quien agrega que este mismo rasgo parece estar presente en búhos de Holanda y Norteamérica.
La importancia de este trabajo radica en el hecho de que es la primera vez que se han llevado a cabo un análisis cuantitativo y comparativo de las comunidades parasitarias en rapaces y los resultados “nos ayudan a dar sentido a multitud de datos dispersos con el fin de buscar patrones ecológicos”. Porque los científicos aspiran a poder determinar la calidad biológica de cualquier parte del mundo a través de la diversidad de especies de parásitos de las aves.
Imagen superior: Kamil. Correcciones: Piotr_J. Wikipedia.
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