En la actualidad, la ciencia sabe ajustar su ritmo de absorción de novedades a pesar del grado de complejidad de sus retos. Sin duda, el investigador puede resistirse a determinadas tentaciones porque conoce el coste oculto de una indagación insensata o trivial. En todo caso, reducir los estímulos excéntricos no siempre es fácil, precisamente porque el caudal de posibilidades resulta desmedido… y también porque está en nuestra naturaleza. Es un hecho: los hombres se amontonan alrededor de aquello que les parece singular como las limaduras de hierro alrededor de un imán.
La curiosidad es una categoría humana. Un compromiso de la inteligencia, muy sutilmente afinado a partir de la intuición típica de los mamíferos. Sobre esa pulsión animal, el ser humano despliega una pasión honda, emotiva, fluida e inagotable.
A mayor curiosidad de un artista o un investigador, mayor colorido expresivo tendrán sus logros. ¿Ejemplos? Los hay a millares, pero les dejo con éste: en un hotel madrileño, alguien se arrodilla junto a Jorge Luis Borges para confesarle una fervorosa admiración. «¿Y usted quién es?», le dice el escritor. “Mick Jagger”, responde su interlocutor. ¿Un rockero inglés, lector de literatura argentina? Borges, a quien también le domina una abrumadora curiosidad, reacciona: «Ah, ¿uno de los Rolling Stones?».
Phillip Ball analiza esta pulsión dentro de las coordenadas más ortodoxas de la investigación científica y de la filosofía de la ciencia. El suyo es un libro admirable por muchas razones. Para empezar, y volviendo a Borges, el autor efectúa una fabulosa labor a la hora de recopilar ejemplos, sin dejar ninguno al azar, culminando una galería de heterodoxias, ambiciones y hechizos científicos que hubiera fascinado al maestro argentino.
Esta es una virtud que puede extenderse a las conclusiones que va subrayando Ball a lo largo de su insólito recorrido. Figuras como Kepler, Boyle, Newton y Galileo encabezan una galería humana sensacional, la de los hombres que cuestionaron dogmas y extrajeron mayores y mejores matices de presentimientos que acabaron demostrando de modo irrefutable.
En el campo de la divulgación, Ball es un profesional de calibre indiscutible. Los rasgos habituales de otras obras suyas –H20: Biografía del agua, Masa Crítica, La invención del color o El instinto musical– quedan de manifiesto, una vez más, en Curiosidad.
Aparte de su indudable valor descriptivo, es un libro que se lee con creciente interés. Narrativamente adecuadísimo, Curiosidad atrapa tanto a quien conoce perfectamente la partitura de la ciencia como a quien se acerca a este universo por simple seducción y con menos currículo a sus espaldas.
Con imágenes de buena definición y un ritmo contagioso, Philip Ball nos conduce hasta el XVII: un siglo en el que los astrónomos más tenaces y los creadores de las primeras Reales Sociedades convivían con nobles eruditos, empeñados en enriquecer sus gabinetes de curiosidades con extrañas criaturas y objetos de rareza incomparable.
En este escenario, hay una figura que nos seduce de forma singular, Robert Hooke, creador de la Royal Society londinense y descubridor de la estructura celular en su prodigiosa Micrographia (1665). Con una intensidad realmente impactante, curiosos como Hooke fueron impulsando el cambio social por el camino del progreso, y esa es precisamente la virtud que trasmite este libro apasionante y ameno, repleto de valiosa información y con una visión clara de los cuatro siglos que nos preceden.
Sinopsis
Hubo un tiempo en que la curiosidad era algo condenable: a fin de cuentas, por su culpa cometió Eva ese pecado original que al parecer aún estamos pagando. Y sin embargo, no es fácil frenar la curiosidad humana. Llevados por ella, hoy nos gastamos fortunas en construir un acelerador de partículas que nos permita “ver” el instante de la creación, o en mandar robots a planetas lejanos, y todavía hay quien le da vueltas a la idea de la piedra filosofal.
Ese paso de vicio a virtud es el que recorre Philip Ball en este libro, una gran biografía coral de los químicos, astrónomos, físicos y demás científicos que rompieron barreras, que metieron la nariz donde nadie había osado meterla antes y que dieron paso a la ciencia moderna. Magia, religión, literatura, viajes, comercio e imperialismo se mezclan en un relato apasionante, que invita al lector a un viaje que no olvidará nunca: el gran tour por la historia de la curiosidad.
Philip Ball (Inglaterra, 1962) es químico y doctor en Física por la Universidad de Bristol. Editor de la revista Nature, colabora regularmente con New Scientist y otras publicaciones científicas. Es además miembro del departamento de Química del University College de Londres. Su prolífica trayectoria se caracteriza por la cantidad de libros considerados definitivos en las materias que trata, como es el caso de H20: Biografía del agua, y el premio Aventis 2005, Masa Crítica.
“Philip Ball despliega con entusiasmo su interés por el conocimiento de todo tipo, y escribe sobre ciencia con humildad y generosa inteligencia”. The Telegraph
“Este libro fascinante se deleita no solo en los experimentos de los primeros científicos, sino también en su humanidad, sus flaquezas y sus pasiones”. The Sunday Times
“Un libro fascinante que nos revela no solo los experimentos de los grandes científicos, sino también su carácter, sus debilidades y sus pasiones”. Times
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