Viajar hacia atrás en el tiempo es una posibilidad fascinante, pero tiene sus riesgos. Y eso es algo que han reconocido la mayor parte de los autores que han tratado el tema. Por ejemplo, se puede cambiar la historia con consecuencias catastróficas; o, igual de malo, puede uno convertirse en parte de ella o quedar atascado en un pasado alternativo.
Pero imaginemos por un momento que en el futuro el viaje temporal se convierte en una realidad, puede que incluso cotidiana. El tipo de errores al que nos llevaría nuestra defectuosa naturaleza humana tendrían probablemente poco de épico. Por el contrario, el descuido, la desidia, la intriga burocrática, el cansancio, la mala fe o el simple azar darían lugar a situaciones absurdas, chuscas o risibles, pero no por ello de consecuencias menos trágicas.
Y eso es lo que el argentino Juan Giménez (1943-2020) nos ofrece en esta compilación de historias cortas, publicadas previamente en la revista 1984: la cara más «proletaria» del viaje en el tiempo.
En «Bricolaje», un individuo que ha comprado un kit casero de viaje en el tiempo descubre que la única forma de saltar en el tiempo es experimentando estrés mental, pero ello solo le sirve par ponerse en una situación mortalmente peligrosa tras otra.
«Tridisex» nos cuenta el trágico y estúpido destino de dos reporteros televisivos enviados a la Francia prerrevolucionaria en busca de María Antonieta.
«Express» narra una conspiración en el seno de la burocracia temporal para borrar los rastros de un delito utilizando una paradoja temporal.
«Entropía» es un suceso casual e inexplicable: la fusión de dos líneas temporales en las que tienen lugar acontecimientos similares.
«8 y ½» nos ilustra sobre los peligros de dejar tecnología temporal en manos de un desequilibrado.
Y «Cronología» advierte sobre las alteraciones en la línea cronológica que podrían causar los arqueólogos que viajaran al pasado para completar sus investigaciones.
Son historias cortas, directas, con desenlace sorpresa y teñidas de humor negro, muy en la línea de los antiguos relatos que publicara EC Comics en la década de los cincuenta. El único inconveniente es que su misma brevedad no le permite al autor nada más que narrar la anécdota. No hay tiempo para perfilar mínimamente a los personajes, meros peones cuya misión es llevar la historia hasta su extraña conclusión. Por otra parte, es un defecto disculpable si tenemos en cuenta que fueron los primeros pasos de Juan Giménez como autor completo tras su etapa argentina y la reciente incorporación a la plantilla de autores que publicaron para la editorial española Toutain a comienzos de los ochenta.
En el aspecto gráfico, Giménez era ya entonces un autor completamente formado cuyo estilo hiperrealista no pasaba desapercibido. Gran aficionado al mundo de la aviación, no pierde oportunidad para dibujar escenas aéreas en las que se mezclan aviones de época y artefactos futuristas, plasmadas siempre con minucioso detalle, si bien su atención a otros aspectos, como los fondos o la ambientación general, no están a la misma altura. La paleta de colores se basa en tonos fríos: grises metalizados, azules difuminados, blancos lechosos…que contribuyen a construir un ambiente irreal, como si la acción se desarrollara en una especie de limbo de contornos poco definidos.
Cuestión de tiempo es una colección de relatos de buena factura, quizá no particularmente memorables, pero sí de lectura rápida y agradable. Para amantes de esa ciencia ficción «sucia» que elude el heroísmo grandilocuente.
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.