Cualquiera advierte en las operetas de Offenbach su capacidad para la parodia, una capacidad que sólo posee quien conoce bien la música en serio que se decide a parodiar. O sea que la parodia es seriedad al segundo grado.
Que Offenbach sabía lo suyo se puede comprobar saliendo del escenario divertido y descarado donde nos podemos matar de risa en el mismo Infierno. Su querencia por el violonchelo, que supo tocar, cabe suponer, con autoridad, es un lugar privilegiado.
Su Concierto militar, estrenado por él mismo en 1847, vale por un diploma, no obstante su oscura carrera. No se imprimió en vida del compositor y el último movimiento ni siquiera se conservó orquestado.
Max Clément lo exhumó en 1952, nada menos, tras un minucioso trabajo de taller. Todas las habilidades del concierto romántico, desde el ataque dramático hasta la ensoñación lírica, pasando por el regocijo del virtuoso, aparecen servidas en la partitura con una inspiración de excelente vena. Por fortuna, este concierto ya circula como normalizado en los programas de grabación.
Un delicioso recorrido proponen las Cuatro impresiones, donde alternan la página descriptiva con el soliloquio lírico y el infaltable vals, en tanto Rondó de concierto nos devuelve a la propina de brillo y traca, propia de todo solista que se precie y se gratifique.
Disco recomendado: Jacques Offenbach (1819-1880): Obras para cello y orquesta (Concerto militaire; Four Impressions; Concerto Rondo) / Guido Schiefen, Violoncello. WDR Rundfunkorchester Köln.
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